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INTIMIDAD

El Impresionismo, Pierre-Auguste Renoir y las sensaciones

El Impresionismo, que emerge en el último tercio del siglo XIX, supone un cambio estructural en la estética tradicional que rompe todos los moldes anteriores y abre las puertas, definitivamente, al arte del siglo XX.

Hechosdehoy / Ana María Preckler
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El Impresionismo es la primera corriente artística que surge verdaderamente avanzada e innovadora en el sigo XX. Con ella se da entrada a la gran revolución del arte contemporáneo. Hasta entonces habían existido precursores geniales aislados – como Velázquez, Hals, Goya, Turner, Constable, Boudin, Jongkind, etc. -, y algunos movimientos adelantados, que lo habían sido más en superficie que en profundidad y no llegaron a la renovación y cambio total.

El Impresionismo, que emerge en el último tercio del siglo XIX, supone un cambio estructural en la estética tradicional de tal orden que rompe todos los moldes anteriores y abre las puertas, definitivamente, al arte del siglo XX. Encontró su mejor realización en el arte pictórico, aunque casi podríamos decir que este fue su único camino de expresión ya que en la arquitectura y la escultura, por la naturaleza misma del estilo, no era posible hacerlo. Estas últimas artes se crean en volúmenes y formas y el Impresionismo es la destrucción de la forma y el volumen, y su objeto, la captación del movimiento, el infinito vibrar del universo y los cambios constantes de la luz y su proyección en la materia.

Si esto se logra trasladar a la pintura es gracias a la versatilidad del pincel y a la sustancia pictórica, a la yuxtaposición de los colores primarios y a la pincelada deshecha y multiforme. Haciendo un símil se podría decir, “mutatis mutandi”, que si la pintura impresionista es Heráclito – “Todo fluye” -, la arquitectura y la escultura serían Parménides – “El ser es Uno e Inmutable” -. Es cierto que hubo una escultura que se acercó al Impresionismo, y se podrían calificar así las obras de Rodin y Rosso  – o las de Degas y Renoir -, pero en realidad no fueron esencialmente impresionistas.

Solo hay otro arte donde es posible un paralelismo casi idéntico con la pintura, la música. En efecto, se puede hablar de un Impresionismo musical, a finales del siglo XIX. Música en la cual, a excepción de la luz y del color, todo  habla de impresión, todo en ella es puro movimiento y vibraciones, sutil reverberación acústica, traslación mágica del sonido por el camino misterioso de las ondas.

La música consigue, artísticamente, lo que no puede hacer la pintura, llegar a transmitir, por medio de los instrumentos, al sentido acústico, la impresión que no logra el visual. Es pues, la música, un complemento casi indispensable para la auténtica vivencia de este arte.

Y si en lo pictórico el modelo es Monet, en el pentagrama será Debussy. Pudiéndose fundir las inquietas aguas de Monet en el fluido mar de Debussy. Y las naturalezas vibrantes del pintor, – árboles, hojas, flores, nenúfares, ninfeas -, con los sueños, simbolistas, del preludio para la Siesta de un Fauno – náyades, ninfas, sílfides, flautas y arpas -. Y así lograr  vibraciones, al unísono, de ondas y de color. Música y pintura llegarán a plasmar en un instante de eternidad, lo que de eterno, inmortal e infinito tiene, latente, el universo concreto de lo real.
 
En el Museo Thyssen Bornemisza se expone del 18 de octubre de 2016 al 22 de enero una muestra sobre Renoir, uno de los pintores impresionistas más sobresalientes, de tal manera que en él podemos estudiar y ver lo anteriormente dicho.
 
Pierre Auguste Renoir (1842-1919) procede de una familia humilde, hijo de sastre, tuvo que ponerse a trabajar desde los trece años. Siguiendo su vocación artística, primero aprende música con Gounod y luego estudia en la Escuela de Bellas Artes. En 1862, comienza a trabajar en el estudio de Gleyre, junto con Monet, Bazille y Pissarro. En 1870, marcha como combatiente a la guerra Franco-prusiana. En la década de los setenta, coincide con Monet en Argenteuil, haciendo los dos una pintura plenamente impresionista, con interdependencias mutuas.

De su influjo de Monet, anterior a esa época, es el cuadro La Grenouillèrie, 1869, muy parecido al del mismo nombre y fecha de Monet, y el Camino en cuesta en hierba alta, de características similares a Las amapolas; posteriormente se aleja de esta influencia. En 1874, expone con el grupo impresionista en el salón de Nadar, y participa posteriormente en las otras exhibiciones conjuntas.

Durante ese periodo, los componentes del grupo todavía no logran el éxito, viviendo, la mayoría, con dificultades económicas. Renoir tiene como protector al editor Charpentier, realizando retratos a su familia. También tiene el apoyo del marchante Durand-Ruel. Renoir fue un gran admirador de Courbet y Daubigny, así como de Watteau y Fragonard, cuyas huellas se aprecian en sus  trabajos.

A principio de los ochenta, viaja a Italia, y en los noventa visita España estudiando los cuadros de Velázquez. Para esas fechas ya había comenzado a sufrir los efectos de un reumatismo deformante que, a partir de 1912, le obliga a pintar con los pinceles atados a las manos. Su amor a la figura humana y el volumen le llevan, al igual que a Degas, a la ejecución de esculturas, como El Juicio de Paris, bronce, 1916. Renoir, como Monet tiene una vida larga y  en los primeros años del siglo XX alcanza fama reconocida e incluso puede ver expuestos algunos de sus cuadros en el Louvre.
 
En la década de los años ochenta, Renoir hace el mencionado viaje a Italia que le produce un fuerte impacto, originándole una gran crisis la contemplación de las pinturas de Rafael. A partir de ese momento entra en una fase, se podría decir ascética, en la que abandona el Impresionismo volviendo al purismo clásico, pues, según él mismo explica, aquel se hallaba en “un callejón sin salida”.

Es el periodo llamado Ingresco, en el cual ejecuta unos trabajos de color frío y desabrido, con predominio del dibujo. En la última fase de su pintura, Renoir recupera, otra vez, la alegría de vivir, sin dejar el clasicismo. De ese período, son sus conocidas bañistas, figuras desnudas de mujer que Renoir pinta a la manera de Rubens, en la madurez y plenitud de la edad, con cuerpos robustos, rotundos y sensuales, símbolos vivos de fecundidad, en los que se podrían evocar antiguas diosas madres.

Renoir muestra a las bañistas y su entorno en un colorido suave, de rosas pálidos, amarillos y azules, en composiciones generalmente al aire libre, en prados o junto a ríos, mientras se bañan, se secan o toman el sol, en momentos de intimidad o hablando entre ellas, con gran naturalismo y espontaneidad.
 
En la exposición del Thyssen se pueden contemplar obras de las distintas épocas de la vida de Renoir. La muestra se halla subdividida en partes:

1) En la primera de ellas, denominada Impresionismo lo público y lo privado podemos contemplar obras de su primera época, en las que dominan los colores claros, la luz y su contraste la sombra. Son sus comienzos impresionistas en las que se aprecian las huellas de las estampas japonesas. Entre ella, Mujer con sombrilla en el jardín, 1875, una de sus clásicas pinturas de mujeres en parques, cafés al aire libre o en el campo, con los colores separados en sus orígenes primarios y secundarios, en múltiples pinceladas divididas que de cerca se aprecian separadas y al alejarnos se unifican y dan la visión total de luz, sombra, color y vibración. Otras serían La Grenouillerie, El paseo, 1874, Mujer al piano, 1879, etc.
 
Continuando con la exposición la segunda parte se titula 2) Retratos de encargo, en la que se desvincula del impresionismo y como dice su título se dedica a hacer retratos por encargo que le hace la sociedad de su tiempo, lo que le proporciona mucha popularidad y éxito, así como ganancias económicas. Predominan los retratos femeninos y tampoco faltan los masculinos. Siempre con gran perspicacia psicológica, con detalles en las figuras y fondos neutros. Suelen ser retratos intimistas. Entre ellos los Retratos de la familia de Durand-Ruel.
 
3) Etapa clasicista o Placeres cotidianos, ya mencionada predomina la figura clásica y la alegría de vivir. Es una pintura de género en la que predomina la mujer y su entorno. Así La trenza, 1886-7, La maceta verde, 1882, es la intimidad de la mujer mostrada sin pudor.         

4) Paisajes del Norte y del Sur, sección dedicada al paisaje que posee una gran frescura, aún cuando no fue su especialidad, en la que predominó la figura humana. Destaca Campo de trigo, 1879.

5) La familia y su entorno, espacio dedicado a los retratos familiares de su familia, hijos, esposa. Es hermoso el retrato de Juan como cazador, 1910, en el que imita a Velázquez y sus retratos de la familia real de caza.

6) Bañistas, aquí se presentan sus célebres bañistas de cuerpos rotundos, gruesos, sensuales en baños casi siempre en la intimidad de su casa o al aire libre. Desnudo de espaldas, 1876, Mujer secándose, 1912-14, y Gran Bañista, 1905, son algunas de estas bañistas que en su tiempo causaron gran sensación y asombro.        

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