El pasado fin de semana varios compatriotas pudieron ganar. El golf es muchas veces “estar a punto de”. La vida es igual. La amistad también. Y el amor. Dice el refrán que “el diablo está en los detalles”.
Sin embargo sabemos que es más cierto que es el bien el que está en cosas que no damos importancia. Pero vuelvo a lo de la amistad. El otro día un socio al que creo conocer estaba tomando café. Leía su periódico al que le dedicó su buena hora y media, un zumo de naranja natural, una tostada de aceite y jamón y dos cafés.
Al periódico no le quedaba nada por ser leído, así que el lechuguino pidió la cuenta y se disponía a abandonar el Club. En ese momento vi que se le acercaba una elegante dama que le preguntó:
.- Señor, ¿el periódico es suyo o del Club?
.- Es mío, señora – comenzó a responder el socio y añadió, reconociendo el deseo de la dama – pero tómelo usted que yo tengo que volver y lo recojo luego.
La dama protestó; no quería importunar, pero el lechuguino – manners maketh man – persistió y se alejó dejando a la elegante señora sumida en la lectura.
Al cabo de un buen rato la señora terminó su tee negro y sacando un elegante bolígrafo Mont Blanc se puso a escribir sobre el margen del diario.
Pagó y entregó el periódico al fiel camarero con instrucciones de que lo guardara para aquel señor tan distinguido que había ocupado la mesa de los geranios en la Terraza Oeste de la Casa Club.
Cuando la dama hubo abandonado la escena – si me permiten el símil teatral -, yo mismo hice mutis por el foro y me dirigí al fiel camarero que me permitió leer lo que había escrito la discreta dama.
Decía: “Si hubiera mas personas tan amables como usted, el mundo sería mucho mejor. Gracias.”; ese era el mensaje que, con tinta verde y la inconfundible caligrafía menuda del Sacre Coeur, había dejado escrito en el periódico para aquel socio de buenas maneras.
Y por muy poco no volvieron a cruzarse sus miradas. Ella no volvería por el Club. Él había estado a punto de conocer y trabar amistad con una princesa.
El drama de la vida está en que por un instante lo que era opción se convierte en dilema, lo que era oportunidad muda en humo, lo que hubiera sido, no es. No será.
Sí, ese es el drama: Amistad que no se frecuenta no existe. Amor que no mira no alcanza. Putt que no llega al hoyo no entra.
Y, ya puestos en clave de golf, golpe que no evitas pasa a la tarjeta. Y como se trata de hacer el recorrido en menos golpes que tus oponentes las tarjetas con más golpes no optan a la victoria.
El camino de la victoria es de instantes; bien lo volvieron a sentir este domingo Nacho Elvira y Jorge Campillo en el Commercial Bank Qatar Masters: quedaron segundos a dos golpes del vencedor, Justin Harding.
Nacho Elvira iba muy bien en el partido estelar. Pero el sudafricano hizo tres birdies en los cuatro últimos hoyos. El español falló el birdie en el hoyo 16, un par cuatro de sólo 307 yardas. Hizo bogey en el hoyo 17 y con el birdie en el hoyo 18 no alcanzó al líder en Casa Club.
Algo similar le ocurrió en Florida a Rafa Cabrera Bello. Estaba haciendo una cuarta jornada estupenda en el Arnold Palmer Invitational.
El canario hiló ocho birdies el primer día por un sólo bogey (65 golpes). No tuvo una buena segunda jornada (75). El sábado fue difícil para todos y el español salía con todas las opciones (70).
Hasta el hoyos 17 llevaba una tarjeta impoluta y cuatro birdies. En el hoyo 18 su salida fue larga, espectacular. Se dejó un approach de 45 yardas. Nada. El lago de líquidas fauces se tragaba sus bolas esta semana. Y en este domingo no hubo excepción su golpe botó pasada la línea roja y retrocedió hasta las rocas ribereñas: golpe de penalidad y bogey para terminar tercero empatado.
También es de justicia resaltar que el líder en Bay Hill era un desatado Francesco Molinari que en esa jornada se hizo -8 para un total de -10.
Antes de firmar este texto en la Terraza Oeste de la Casa Club, alzo la vista y veo – cuánto tiempo llevará ahí mirando las escaleras de entrada – a nuestro socio con otro periódico sobre la mesa.
Y me asoma al corazón más que a la mente el verso vibrante de Bécquer: Volverán las tupidas madreselvas/de tu jardín las tapias a escalar,/y otra vez a la tarde aún más hermosas/sus flores se abrirán./Pero aquellas cuajadas de rocío/cuyas gotas mirábamos temblar/y caer como lágrimas del día…/ésas… ¡no volverán!
En un instante. Lo que pudo ser opción se convierte en dilema, la oportunidad muda en humo, lo que hubiera sido, no es. Ni será.
