El 23 de julio de 2011 el mundo de la música pop lloraba la prematura muerte de Amy Winehouse. Sus canciones – cómo olvidar Rehab – escribían con lágrimas y una voz rasgada páginas de desesperanza. Y de dolor.
Ahora otra Amy – Amy Bockerstette – también nos trae emoción, pero bien distinta. Hay una emoción que se llama “pensamiento positivo”. Es esta una chica de 20 años que ya tuvo dos apariciones en el Campeonato de High Schools de Arizona y que ha obtenido una beca deportiva para el Paradise Valley Community College, no obstante padecer síndrome de Down.
En los entrenamientos del Waste Management Phoenix Open irrumpió su sonrisa con fuerza. Fue invitada a participar en el hoyo 16 junto a dos campeones como son Matt Kuchar y Gary Woodland.
Su paso por el más ruidoso hoyo del circuito americano no podrá olvidarse fácilmente. Las imágenes grabadas en vídeo son un virus de optimismo que hace estragos por las redes en los ánimos más cenizos.
Y es que Amy desde el primer momento no deja de celebrar cada golpe y de saludar entusiasmada al público que llena las gradas y que sabe que ahí abajo, pisando, un chica pequeña hace algo grande. La alegría es algo grande; es universal y contagiosa cuando la encarna un ser inocente y básicamente bueno.
Acompañada por los dos profesionales y por su mentor se pone en el tee del uno: “trasero fuera, pecho erguido”, y con un swing estupendo envía la pelota al bunker de la derecha del green. Luego va diciéndose a sí misma “lo tienes” con esa afirmación de confianza dichosa en sí misma.
Le preguntaron a su padre si Amy estaría nerviosa. “Nerviosa no, está excitada” respondió Joe. Así la vimos dirigirse al bunker – “lo tienes”- concentrada en el golpe siguiente. Nada de fantasías. Nada de miedos o dudas: “lo tienes”. Gary Woodland iba con ella, pero ella no mostraba necesidad de nadie. Estaba haciendo lo que más le gustaba.
Golf sin pasado. Golf sin futuro: sólo el próximo golpe y con fe. Coge el sand y saca la bola sin dificultad, dejándola a cuatro metros del hoyo. Luego con el putter, una rutina muy corta – “lo tengo” – y la bola al fondo de la copa.
Mientras la gradas enardecidas le vitorean, ella camina feliz a recoger la bola. Luego se vuelve y responde al saludo como lo hacen los campeones. Ella ha sido ese día una campeona. Y con su mano lanza unos besos al público. “Me quieren”, había dicho al caminar por la calle y escuchar los aplausos.
Pienso en nosotros, en ti lector amigo y en mí, que a veces, tantas veces, no valoramos lo mucho que tenemos de bueno. Tú y yo sí que tenemos motivos sobrados para decir “lo tengo”, orgullosos y agradecidos de los sentidos, de la mente y del corazón.
“Tengo muchos buenos recuerdos en mi vida, pero este es uno que nunca olvidaré", dijo Woodland. "He tenido la suerte de hacer muchas cosas geniales en el campo de golf, pero esta es la cosa más genial que he experimentado. Ella fue fenomenal. Y luego, ponerse delante de toda la gente, la multitud y todo, y dar los golpes que dio e hizo par; nunca nadie en un campo de golf me ha conmovido tanto: fue una experiencia emocional, realmente genial”.
Probablemente las lecciones que mejor aprendemos son las que Dios nos da a través de la sencillez de personas, de amigos como Amy que nunca pretendieron dar lecciones a nadie.
Ella sólo quería disfrutar de ese momento único – “lo tengo” – que es cada golpe de golf, olvidado el golpe que dio y sin pensar en el que vendrá.
La vida misma. Hoy.