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EL PELIGRO DE SER ORIGINAL

Ya vienen los Reyes por el Arenal… del Bunker y todo puede caber en el zapato

Como conocido amateur tiemblo en estos días, vísperas de Reyes, temiendo ese regalo "muy mono" de alguna pariente sin conocimiento del golf y su dignidad.

Hechosdehoy / José Ángel Domínguez Calatayud
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Hay pocos riesgos con mayores probabilidades de devenir en siniestro que la explosiva combinación de “afición muy definida + familia amplia y generosa”.
Como dicen en Andalucía, “un poner”: es usted mujer, esbelta, elegante y emplea una parte notable de su tiempo en visualizar catálogos y comprar montañas de sombreros. Pues tenga usted por seguro, con certeza del cien por cien, que los Reyes Magos le dejarán en el zapato un tocado.

Naturalmente la gente que regala sombreros a mujeres bellas y finas como usted, ni se cubre la cabeza, ni sabe con detalle nada acerca de la rica variedad que atesoran sus sombrereras, ni conoce los gustos que usted ha cuidado: vamos, que si oyen hablar de Sylvia Fletcher, Phillip Treacy y Nigel Rayment preguntan en qué grupo cantan. Pues este tipo de gente es más peligroso buscando regalos que una bañera llena de pirañas. Invariablemente le regalarán un adefesio de tocado, que a usted, elegante mujer no le quedará más remedio que poner sobre su delicada testa cada vez que quede para tomar café en José Luís con la malhechora que se lo regaló: “noblesse oblige”.
 

Pues igual que con los sombreros le sucede a cualquier bicho viviente que en estas fechas de obsequios es recordado por su pronunciada inclinación hacía cualquier tipo de coleccionismo, deporte, afición, propensión o simpatía. Da igual de qué área del quehacer humano se trate: si pinta cuadros: otra caja de acuarelas; si anda en bicicleta: otra bimba; si sube a las montañas: un par más de medias de lana Burlington, muy abrigaditas; si le da por la lectura, no se librará de un ejemplar -¡y ya tiene siete! – de El invierno del Mundo.
 
Son fechas éstas en que ya sea por el rápido transcurrir de la ajetreada vida que algunos llevan, ya sea por la simpleza con la que otros tratan la honrosa institución del regalo, el caso es que son pocos los que acuden a pensar con cabeza que quien se dedica con pasión desde hace años a una actividad suele tener, de ordinario, todo lo mejor que haya podido adquirir para vivirla con emoción y culminarla con brillantez. ¡Por todos los tesoros de la tierra!, a una Mme. Curie no le hace falta una probeta; a un Bill Gates no se le regala un portátil (bueno, un Mac, pero solo para molestar).
La prueba de que la gente regala sin pensar la tengo en un primo cuyo nombre obviaré para no humillarlo más. El pobre recibió de una tía francesa por parte de madre un muy bien cuidado paquete que contenía “froufrous et plumes de Cancan” de un rojo hiriente; me adelanto a confirmar que mi primo no es raro; simplemente, como muchos hombres de su época colecciona plumas, ¡pero estilográficas!, algo de lo que la pariente lejana no debió ser convenientemente informada antes de empezar ilusionada a envolver la robe de la vedette ucraniana, Galyna Kiktyeva, de la troupe de Moulin Rouge.
 
Como conocido amateur de golf tiemblo en estos días. No suelo salir de casa. Mis felicitaciones navideñas, de lacónicas, parecen escritas por Leónidas (en el imposible supuesto de que el rey de Esparta escribiera christmas); hablo poco por teléfono; no envío emoticonos sonrientes por whatsapp ni graciosos papanoeles por SMS y, resumiendo, me hago invisible para la parte femenina de nuestra tribu. Y el motivo no es otro que evitar que me regalen nada.

Las mujeres de mi familia, especialmente las más ricas y de mayor edad tienen un propensión protectora de sobrinos que raya en enfermedad y las resmas de camisetas térmicas, si se las deja actuar en manada, pueden llegar al techo.
 

Pero eso no es lo que más puede socavar la moral de un hándicap medio. No: las camisetas no se ven, ni hay que exhibirlas por el Club. Lo que pone la piel de gallina a un sufridor jugador d golf es cuando te dicen tan campantes que han adquirido para nosotros algo que nos gustará porque es “muy mono”.
 
Y estas dos terroríficas palabras las acaba de pronunciar mi prima Margarita por teléfono.
.- Querido, he salido esta tarde con tía Alicia y se ha acordado de ti.
.- Muy amable prima: ¿qué… habéis tomado juntas el té?
.- ¡Qué  va! Hemos salido de “pajes” y en Mulligan había cosas fantásticas para ti.
.- Ya – he dicho yo como diciendo “ya”.
.- Tía Alicia te regalará algo muy mono.
.- No necesito nada, pero qué amable.
.- ¡Claro que necesitas, zopenco!: le he informado de que llevas en la bolsa las maderas sin funda de protección y – no le digas que te lo he dicho) – va a ponerte en el zapato una monería de funda con la cara de Betty Boop. Ja Ja Ja. Es muy divertida: ya verás; lo que te digo un detalle muy mono.
.- Si, prima – he musitado – espero el día de Reyes con estremecimiento.
.- Esas han sido mis palabras exactas: “el primo no dormirá”.
.- En eso has acertado, lo puedes jurar.
 
Es una cuestión difícil de entender esa incapacidad de algunas para ver el abismo que hay entre muy mono y simplemente digno.
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