Así debieron ver el recorrido del DLF Golf & Country Club los participantes en el Hero Indian Open: como un retorcido camino salvaje. Así debieron ir cantando en su interior la “Long and winding road” de The Beatles. Aunque no sé si tendría alguno ganas de cantar.
Como informa Ten Golf, sólo dos jugadores de los ciento cuarenta y cuatro inscritos completaron las cuatro rondas sin cometer doble bogey: el indio ganador del torneo S.S.P. Chawrasia y el inglés Steven Tiley.
El campo era estrecho, arbolado y sinuoso: un verdugo de héroes del golf. Si uno ve las tarjetas presentadas por los participantes cuesta en algún caso pensar que todos son profesionales. Gary Player, en general buena gente, al diseñar el recorrido debía estar pasando una mala noche con un inconsolable dolor de muelas.
Dicen algunos autores que el inventor del golf fue un escocés que en una noche de insomne vigilia se dijo “humanos: os vais a enterar de los que cuesta un peine”. Y elucubración tras elucubración dio a luz el ejercicio más adictivo y, a la vez, más frustrante de todos los ideados por mente humana.
Un mente diabólica más malvada, hubiera añadido el plus de una falaz zanahoria de un falso premio eterno.
Pues lo mismo que ese escocés de oscuras ojeras maliciosas, Gary Player cogió el lápiz y se dijo “humanos de la India y otros incautos del globo: os vais a enterar de los que cuesta completar un recorrido sin tropiezos”. Y dicho y hecho: ideó el DLF G&CC.
Los recorridos de golf imitan a las etapas vitales de mujeres y hombres. Tienen pros y tienen contras. Todos los años alojan sus días de ventura y sus días aciagos. Ya lo dicen los libros sapienciales, hay tiempo para muchas, demasiadas cosas, “un tiempo para estar de luto/ y un tiempo para saltar de gusto;/un tiempo para esparcir piedras/ y un tiempo para recogerlas;/ un tiempo para abrazarse/ y un tiempo para despedirse;/ un tiempo para intentar/ y un tiempo para desistir”.
El caso de Carlos Pigem en el Hero Indian Open es paradigmático, un ejemplo vivo de lo que queremos decir, un gráfico de ese subir y bajar: el primer día entregó una tarjeta de -3, el segundo una de +1 y el tercero una de -5 (seis birdies y solo un bogey).
Fabuloso ¿verdad? Pero el cuarto día – ay cuarto día – un +6. “Un tiempo para llorar/y un tiempo para reír” que diría el Eclesiastés. Esa última jornada pertenece al primer tipo: tiempo de lágrimas. Porque el catalán tuvo a mano sino la victoria – improbable con el vuelo ascendente del indio de las iniciales S.S.P. –, sí un magnífico segundo puesto.
Sin embargo, con una tarjeta de 78 golpes – no hay otra igual o peor hasta el puesto 43º de la tabla – el mundo ya no era tan bello. Pocas cosas tienen la fealdad tan acusada como los hermosos sueños rotos por la realidad.
Cabe, no obstante, mirar el salvaje y tortuoso camino, desde la realidad más profunda. Tiempo para pensar, tiempo para esperar. Con su -1 en el acumulado, quedó quinto, empatado con Rafa Cabrera Bello y el también indio Anirban Lahiri. Y un top 5 son puntos que le alzan hasta el puesto 49º de la Race To Dubai y euros (59.249) que meter en la hucha para llegar a la cifra que da derecho a conservar la tarjeta del European Tour.
Por eso cabe soñar que el golf volverá aun mejor otro día: The long and winding road/ that leads to your door/Will never disappear.
Nunca desaparecerá el anhelo de victoria mientras uno tenga días del calendario en que pueda salir a jugar. S.S.P. Chawarsia se ha pasado un año sin victorias. Justo el año pasado ganó este mismo torneo. Desde entonces no ha logrado colarse en ningún torneo del Circuito Europeo entre los 25 mejores.
Ahora, profeta en su tierra, se desquita domesticando y enderezando el camino y logrando un victoria excelente. Nacido en Calcuta, lo mismo que Rabindranath Tagore, habrá hecho suya las palabras del poeta: “para llegar al momento de la realización, es preciso atravesar el desierto de los años estériles”.
Es una frase para incubar optimismo para los que, bien en golf, bien en los rincones cualesquiera del vivir, vemos que se retrasa la realidad bien cumplida.