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PINTURA PLEIN AIR

“Sorolla en París”, un baño de luminosidad, color y mar

Joaquín Sorolla fue el pintor de la luz y de la sombra, y de la fuerza deslumbradora del sol. Es considerado el mejor representante del Luminismo y del Impresionismo de raíz hispana.

Hechosdehoy / Ana María Preckler
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En el Museo-casa de Sorolla en Madrid tiene lugar en estos días y hasta el 19 de Marzo la exposición Sorolla en París que es una preciosidad por el baño de luminosidad, color y mar que supone. 

“En pleno corazón de Madrid, en la calle General Martínez Campos 37, Madrid, un viejo palacete mantiene inalterable e intacta su silueta decimonónica. Nada más traspasar el gran portón de hierro labrado, todavía con el eco del ruido de los automóviles y el bullicio de la ciudad, se penetra en un ámbito insólito en este siglo XXI. Un oasis de paz y de sosiego se abre al visitante en forma de jardín, trazado con pequeños “parterres” bordeados de boj, pino y romero, y rodeado de muros por donde trepan libremente la hiedra y las enredaderas.

En el interior de los setos crecen rosas, geranios y pensamientos y, en su epicentro, una fuente eleva sus cantarinas aguas a lo alto para dejarlas caer en formas gotosas, lentas, en un pequeño estanque. Sentado en un gran banco de fábrica, recubierto de azulejos árabes de los que hay cientos en todo el recinto, el visitante contempla el bello paraje, inundado de calma, cuajado de árboles frondosos, que a través de sus hojas de un verde tierno recién estrenado, dejan pasar el limpio sol de la mañana. Se palpa el aire, se huele la tierra, las flores y la hierba, y la imaginación vuela, soñadora, recreando con el pensamiento la vida cotidiana del gran maestro valenciano Sorolla, que vivió en este edificio a finales del siglo XIX y principios del XX, mientras recuerda una casa similar en Giverny, la de otro gran pintor, Monet, y le parece escuchar el puntear de una guitarra desgranando los Recuerdos de la Alhambra, del compositor levantino, coetáneo de Sorolla, Tárrega.
 
“El jardincillo se bifurca y rodea el caserón para conducir a una pérgola con columnas, donde crecen las adelfas y un magnolio y se encuentra una tanquilla de hermosa forma geométrica. Aún hay un tercer estanque rectangular, más grande, sobre el que se abre la rotonda de la casa. Ésta, construida por el arquitecto Enrique Repullés, se levanta en un estilo mediterráneo, con una galería o loggia superior con ventanas en arquillos. Una escalera de acceso da entrada a un gran porche con dos arcos de medio punto, sobre el que se sitúa una terraza retranqueada con balaustrada en el segundo piso.

El interior del edificio está distribuido con habitaciones amplias y espaciosas, con una zona dedicada al estudio de trabajo del maestro y otra a la vivienda, ambas decoradas con muebles españoles, del siglo XVI y XVII, en los que abundan las jamugas, los bargueños y los arcones, que se combinan con otros muebles de estilo inglés y francés. Entre estas estancias destaca el comedor, por estar rodeado todo su perímetro con pinturas del artista, a modo de friso, con temas de guirnaldas de flores y frutas, en un colorido alegre y vivo.

Miles de objetos y recuerdos llenan las mesas, estantes y paredes, entre los que se encuentran esculturas de Benlliure, de Rodin, mucha porcelana, platos, jarras y aguamaniles de Manises, y dos fotos dedicadas, una del Rey Alfonso XIII y otra de la Reina Victoria Eugenia de Battenberg. La del monarca lleva esta dedicatoria: A Joaquín Sorolla, suponiendo le guste el contraste de luz. Enero 1911.”  (1)
 
Sorolla nace en Valencia y se educa con el escultor Capuz y en la Academia de San Carlos de esa ciudad. Posteriormente marcha a Madrid y a Roma, con una pensión de estudios a la Academia de Bellas Artes, donde perfecciona sus conocimientos de pintura, así como a París donde conoce el Impresionismo y la pintura plein air, que practicará desde entonces. En los años ochenta se instala en Madrid, en el palacete de la calle de Martínez Campos hoy convertido en Museo Sorolla.

Durante su vida profesional tuvo innumerables medallas y premios, traspasando su fama las fronteras de España, que se hizo especialmente significativa en Francia, consiguiendo prestigio y aprecio internacionales, llegando a ser miembro de la Academia Francesa y de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Expuso en Europa y América numerosas veces, con gran éxito que pudo disfrutar en vida.

Sorolla es considerado el mejor representante del Luminismo y del Impresionismo de raíz hispana. El influjo de su pintura ha creado una larga escuela de seguidores. Debido a su proyección ulterior y a sus veintitrés años vividos en el siglo XX.” (1)
 
Las características más destacadas de la pintura de Sorolla son “su pincelada larguísima, en forma de línea continua y sinuosa, con la que traza las onduladas olas del mar que van a romper, espumosas, en la orilla y por las que se clarea la arena de la playa, o con la que dibuja los cuerpos y rostros encandilados por la fortísima luminosidad mediterránea. Se contemplan en estos cuadros las limpias aguas de Sorolla, transparentes, densas, fluidas, de una calidad azul-verdosa intensa, entreveradas de vetas asalmonadas, malvas, amarillas, blancas o azulgrises, que el sol penetra y deja transfiguradas y vivas, casi palpables en los lienzos.

Las mujeres vestidas de impoluto blanco, y los niños jugando desnudos, con sus cuerpos húmedos, tersos, espejeando los intensos rayos solares. Los violentos contrastes de sol y sombra, con contraluces intermedios, por donde el sol se filtra ágilmente a través de toldos, sombrillas y casetas de cañas. La arena caliente, ocre, también ondulada en pequeñas dunas, con barcas varadas en su dorada superficie. La brisa marina rizando el agua o los vientos batiendo velas, agitando las ásperas telas de blusas, pañoletas y delantales de las pescadoras o las translúcidas gasas blancas de los elegantes vestidos de las damas.

Es sabido que Sorolla fue el pintor de la luz y de la sombra, y de la fuerza deslumbradora del sol. Es asimismo el pintor de la vida cotidiana, al aire libre, en costas y playas, de los veraneos ociosos, cuando el tiempo se para y se disfruta del descanso, de la placidez y de la holganza, y los cuerpos se zambullen en mares purificadores y vivificadores, o pasean libres por la arena, bordeando la orilla, salpicando la fina lámina acuosa, mientras la mirada se llena de azules horizontes lejanos colmando los eternos anhelos de infinito del hombre”. (1)
 
La exposición que hoy nos ocupa se exhibe en la citada museo-casa de Sorolla en la calle de Martínez Campos de Madrid. El espectador debe disfrutar del jardín de la casa antes descrito, pues supone una delicia para los sentidos abstraerse del ruido de Madrid y sentarse en algún banco del patio y contemplar los parterres, los estanques, las flores y los árboles y oler el boj recién cortado, y los pájaros sobrevolando esta belleza.

También hay que disfrutar de la casa en su exterior y en su interior pues recrea, y el espectador puede imaginar, la vida del pintor. Junto con cuadros que son de la exposición permanente de la casa, se establecen dos salas en la planta baja y cuatro en el piso superior que contienen los cuadros de la muestra Sorolla en París.
 
Las dos salas de la planta baja contienen los cuadros primeros del  pintor entre los que se encuentran sus obras de trabajo o sociales en los que muestra su preocupación por las clases más humildes, así lo vemos en cuadros como Trata de blancas, 1894, La preparación de la pasa en Javea, 1900, Triste herencia, 1899, con niños inválidos cuidados por un sacerdote que se bañan desnudos en la playa, y el posiblemente más hermoso cuadro de la exhibición, Cosiendo la vela, 1896, que presenta en gran formato a un grupo de mujeres en perspectiva frontal, con dos hombres, que están zurciendo una gran vela tumbada en la parte central del lienzo.

Aparte de la belleza de las mujeres con sus pañoletas o su pelo recogido, sus trajes de percal, sus delantales, lo más destacado del cuadro son los claroscuros del mismo pues el sol se filtra por las cañas del techo y laterales manchando de luz la escena mientras las sombras se contraponen, este lienzo que bien podría llamarse luz y sombra requiere detenerse en él un buen rato y sumergirse en él, en la vida decimonónica del pueblo valenciano, su cercanía del mar, su trabajo de pescadores que muestran los dos hombres y la luminosidad del pintor valenciano.
 
En la segunda sala lo principal son los retratos, género en el que Sorolla sobresale con magistral técnica pictórica y psicológica en el que se aprecian sus huellas velazqueñas, como destaca en Desnudo de mujer, 1902, con su esposa Clotilde como modelo tumbada en una cama, desnuda, de espaldas, claro reflejo de La Venus del Espejo de Velázquez.

Hay retratos y autorretratos pero de nuevo el centro de la sala domina con otro cuadro en gran formato que presenta a Clotilde en una cama con un bebé y solo sus caras sobresaliendo por el embozo; en el lienzo dominan los blancos de las sábanas y de las cortinas que pese a ser un interior deslumbran de tal modo que los ojos quedan impactados de luz blanca. Bellísimo cuadro llamado Maternidad, 1895-1900.
 
En el piso superior se abren las salas IV, V, VI y VII. En ellas dominan ya el mar, la arena, los cuerpos infantiles desnudos reflejando la humedad y la luz, o a las niñas vestidas con trajes de percal, el movimiento de la brisa marina, los barcos, las velas, las olas, la espuma de la marejada rompiendo en la playa, la mar irisada, o las hermosas damas de clase alta, vestidas siempre de blanco con amplio sombrero o pamela, contemplando el mar desde la orilla, o sobre las rocas, escribiendo o leyendo. Nunca bañándose.

Todo ello pintado con la luminosidad sorollesca, el impresionismo que él fundó, tan distinto al francés, con pincelada larga, sinuosa, colorista, entreverada de múltiples colores, y la belleza de sus figuras femeninas e infantiles. Son cuadros pintados en Valencia, Javea, y Biarritz. Así, entre otros, María en la playa de Biarritz, 1906, El bote blanco. Javea, 1905, Instantánea, Biarritz, y Figura en blanco. Biarritz, 1906.   
 
(1) HISTORIA DEL ARTE UNIVERSAL DE LOS SIGLOS XIX Y XX. Editorial Complutense 2003 (hoy en Servicio de Publicaciones de la Universidad Complutense de Madrid). Ana María Preckler
 

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