Nos quedamos admirados por el triunfo de Sergio García en el Masters de Augusta. Luego, unas semanas después, se nos congeló el aplauso a Jon Rahm que por un par de golpes no se coronó campeón en el Wells Fargo. Así que las ansias por ver de nuevo gran golf están en su punto álgido.
Incluso más de uno querríamos que el tercer español en Ponte Vedra, Rafa Cabrera Bello, diera la campanada levantando el preciado trofeo de The Players.
¡Ah, The Players! Cuántas victorias imprevistas, cuantas derrotas impensadas han repartido gloria y rabia deportivas. El viento, la velocidad de los greens, el agua del hoyo 17, el largo bunker del hoyo 12 y otras muchas incidencias se cruzaban en la travesía de los 145 convocados.
Por ejemplo, Kevin Na se retiraba por lesión después del hoyo 2. Harris English hacía 84 golpes (+12) en su primera salida. A Sergio García el hoyo 5, de triste memoria por sus cinco putts del año pasado, volvía a costarle caro este jueves: doble bogey.
El golf es como la vida. O la vida es como el golf, mejor dicho; te da y te quita; te propone y te atenaza. Un recorrido perfecto sale muy pocas veces. Por eso la virtud de la paciencia cocina los éxitos, porque esto – la vida, el golf – no es un huevo frito, es un bacalao al pil-pil.
Y a fuego lento William McGirt (-5) se había cocinado ser líder en Casa Club cuando salían al campo los jugadores del turno de tarde, entre ellos los tres españoles. No era mala renta de cara a lo que queda hasta el domingo.
Pero nada puede hacerse en TPC Sawgrass sin contar con el agua. No de la lluvia, sino el agua de los obstáculos, que si ya era importante como la del legendario hoyo 17, las últimas modificaciones en varios hoyos la han convertido en protagonista.
Los encargados de la retransmisión parecían regodearse contando las decenas de bolas que han ido al líquido elemento en los últimos años. Los comentaristas locales les hacían el coro. Y los cámaras enfocaban con endiablada precisión cada bola que buscaba el lago bien directamente, bien previo paseo por el green.
Entre los profesionales que mejor debían estar pasándolo con las hazañas acuáticas estaba, sin duda, el realizador de la televisión americana, pasando las escenas a cámara lenta.
Era ballet. Se recreaba la realización en la trayectoria de la bola como si estuviese ofreciendo las evoluciones de Zenaida Yanowsky haciendo de Odette en el acto tercero del Lago de los Cisnes. Puro arte. Y frustración en estado sólido, para las víctimas, o sea, los jugadores que sufrían con su bola al agua y golpe con penalidad.
Eso es The Players, un torneo de alta competición donde premio y castigo no siguen pautas de justicia, sino, como no nos cansamos de decir, de la física. Por eso unas veces la bola va a las cercanías del hoyo (¡qué suerte!¿?) o visita el obstáculo (¡Qué mala para!¿?)
Así, en los primeros nueve hoyos de la jornada inaugural, Sergio García iba +4, Jon Rahm -1 y Rafa Cabrera Bello -4 con una vuelta limpia de bogey y 4 birdies.
Con el canario, otro jugador, éste australiano, destacaba en el turno de tarde. Se trataba de Adam Scott, el más joven en ganar un The Players, que a falta de cuatro hoyos para concluir su vuelta empataba en cabeza. Inmediatamente, en el hoyo 15, se ponía -6 como líder en solitario.
El liderazgo final, el campeonato exigirá a todo jugador saber negociar en tres monedas deportivas: los obstáculos de agua, la velocidad de los greens y el temple del carácter.
Ya hemos tratado del agua. Sobre la velocidad de los greens, combinada con las caídas, cabe decir que es más juego de adivinos que de expertos del putter en TPC Sawgrass. Vimos a los mejores – Dustin Johnson, Rory McIlroy – fallar desde distancia cortas.
Pero la moneda fuerte, nunca sobrevalorada, es el temple. Sería un lujo perder los nervios ante los disgustos que de manera sorpresiva se van a llevar los jugadores. Y eso era el recorrido de Sergio García: con un sólo birdie (hoyo 4), cosechaba tres bogeys (hoyos 1,2 y 6) y un doble bogey en el hoyo 5 en los primeros nueve. L segunda vuelta era parecida, y no conseguía bajar de +4, hasta que aparece el famosísimo hoyo 17 de Sawgrass.
El español tiró un golpe alto, sobrevoló el lago, botó un poco antes, se pasó unos centímetros de bandera, pero con el backspin la metió en el hoyo.
¡Apoteosis del golf! Pasión en estado puro: qué tres días nos esperan en Ponte Vedra.