El gorrión de la Terraza Oeste de la Casa Club estaba solo. Su única compañía era una patata frita olvidada al mediodía y un fumador. El fumador era un socio que por el sólo hecho de tener el viejo y nefasto vicio de la nicotina había sido arrojado extramuros, ahí donde las leyes del neopuritanismo envían a estos apestados.

Gorrión y fumador compartían el aire gélido – no la patata que el ave no soltaba – en esta tarde invernal con el sol corriendo hacia el calor del horizonte. El resto de socios se repartían por la cafetería y por los salones del club.

En un rincón se apretujaba una animada tertulia de mis familiares y otros socios allegados. Habían concluido sus partidos y la charla discurría banal y frívola como correspondía a tanto lechuguino lánguido, pijos desubicados y arrastrapieles de distinto pelaje.

Y en medio de ellos la Luz del Club, el Brillo de la Naturaleza, la hermosura hecha carne y el resplandor hecho vida, o sea, mi bellísima prima Margarita. Desde el tresillo del Sur algún sénior de esos que atiborran de vídeos los whatsapps lanzaba miradas furtiva. Me pareció apreciar que otro elemento debía padecer hipercalcemia por la cantidad de veces que se levantaba de su grupo para pasar junto al nuestro y volver siempre con un vaso de agua. Tanta agua era sospechosa.

Pero qué quieren cuando Margarita está en Casa Club suceden fenómenos cercanos a lo paranormal. Por ejemplo del tresillo de la televisión a un treintañero la cabeza se le volvía para atrás mirando a mi prima que daba susto: parecía Rags MacNeil de El Exorcista girando 360º la cabeza.

Y fue Margarita la que sacó en la tertulia el tema que nos ocupa.
.- Escuchad – dijo suavemente, provocando el silencio del grupo -, ¿qué  os parecen las nuevas Reglas?
.- ¡Ah! ¿Es que hay reglas? Qué tontería – preguntó el ecuestre primo Gonzalo. Yo comprendí su desdén pues si desconocía las anteriores no veo porqué habría de preocuparse de las nuevas.
.- A ver – comenzó otro primo que bebía zumo de melocotón-, entiendo que están muy bien pues había cosas caprichosas que han sido eliminadas.
.- ¿Cómo cuál? – le instó Margarita
.- Pues por ejemplo la de tener que avisar al compañero competidor para identificar la propia bola. Ahora, no es necesario: uno va, la coge, la identifica y santas pascuas.
.- O “santas trampas” – soltó una prima más recelosa que un agente de aduanas ante una maleta de polvo blanco -; porque siempre habrá desahogados que mejoren la posición de la bola con esa maniobra.

.- Mujer – tercié yo – : el golf es un deporte de caballeros y no imagino que alguien tome esa ventaja.
.- Duque – zanjó con una risa la prima recelosa -: eres un primo en el sentido de la quinta acepción de la RAE: “persona incauta que se deja engañar o explotar fácilmente”.

Antes de que pudiera lavar esta afrenta ya se había originado una algarabía entre los que se reían de la “gracia” y los que me daban la razón.
.- Finalmente  – intervino una invitada inglesa de nombre Glory que de esto sabe mucho-, el Royal And Ancient, autoridad mundial del Golf, ha querido hacer unos cambios para agilizar el juego y facilitar su práctica a muchos. Los partidos se alargaban buscando bolas perdidas y ahora la búsqueda se ha reducido a 3 minutos. También en el green se daban cien vueltas y ahora, por ejemplo se ha retirado la penalidad por embocar la bola con un putt desde el green con la bandera puesta.

.- Eso, es verdad – cortó un whisky con cola-: ahora podríamos jugar más rápidos y no entrar en tantas discusiones sobre reglas; todo es más sencillo y no tiene tantas tonterías; por ejemplo las discusiones sobre juego en agua lateral, ahora llamada “área de penalización”.
.- ¡Cómo! – se admiró mi primo Gonzalo – o sea que además de cambiar las reglas cambian el nombre de las cosas de toda vida. Pues vaya gracia.
.- A ver si ahora todo el tiempo ganado en el campo lo vamos a tener que dedicar a estudiar. Ahí les den – saltó un tío segundo que llevaba tres coñacs produciendo una carcajada generalizada.

Mientras todo esto ocurría, tía Alicia, sentada en el sofá principal callaba y miraba con despegó y silencio noble a la concurrencia. Una leve sonrisa en la comisura izquierda de sus labios en que encendió la Alerta Naranja: estaba almacenando en su mente pólvora para alguna descarga.

Poco después detecté las señales inequívocas Alerta Roja al comprobar que tía Alicia me había mirado fijamente en tres momentos consecutivos. La piel se me puso de gallina y mi memoria se retrotrajo a mi infancia de los veranos en su mansión: más de una mirada de tía Alicia era malo. Dos, peligro. Tres, Armagedón.

Y estalló.
Querido sobrino – empezó suavemente y un helado silencio cayó las bocas-: si no te importa, como sabes tanto del Cambio de Reglas, el viernes por la mañana jugamos juntos y me las vas explicando. ¿Lo harías?

Uno tendrá muchas cosas que hacer pero si tu vida futura depende de tías Alicias no puede decir que no. Así que iba a decir que sí, cuando ese ángel hecho dama que es mi prima Margarita, quizás viendo la emergente palidez de mis rostro, habló antes que yo.
.- Tía, deja al zopenco del primo que se dedique a escribir esas mamarrachadas de su blog. El viernes está aquí todavía Glory que estará encantada de acompañarte. 
Of course, my lady – sonrió dulce la dama inglesa – será fascinante ir con usted y sus reglas por el campo.
Me volvió la color al rostro y con la mirada me comí a Margarita que me guiñó un ojo sin que nos viera la vieja pariente.