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VISIÓN, FIRMEZA Y MENTE

La mente en el golf y en la vida cómo fortalecerla: hay una fuerza interior

En vez de pensar en lo que pasó ayer, escribamos en presente concreto y categórico cómo lo hacemos bien, pues la palabra positiva construye; la fortaleza mental la entrena uno mismo.

Hechosdehoy / José Ángel Domínguez Calatayud
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Monseñor Richard E. McCabe pronunció una oración en la cena de caridad de Cáritas, en Austin, Texas, el 24 de noviembre de 1992, es decir hace exactamente veinte años, en la que tras recorrer distintos aspectos del golf, supongo que muy queridos y comprensibles para sus oyentes, terminó su plegaria con esta petición a Dios:
“Danos la visión para mantener la vista sobre la bola, haz que nuestra empuñadura sea lo suficientemente incómoda como para mantenerla firme, y que nuestras mentes y corazones sean tan puros como el campo en que vamos a jugar”.

El texto, recogido por el maestro de los mejores, Harvey Penick, en El Pequeño Libro Verde del Golf – tan celebre ya como su antecedente El Pequeño Libro Rojo del Golf – me parece que ilumina una realidad muy común en quienes jugamos al golf o, en otros aspectos de la vida, nos ocupamos de graves asuntos que requieren particular maestría.

Toca directamente lo que ayer comentábamos en mi Club un grupo de jugadores. Sucedió durante el café tras el almuerzo que siguió al partido mensual de nuestra liga de golf. Dos de nosotros habíamos cosechado resultados manifiestamente mejorables; en mi caso hube de entregar la segunda peor tarjeta por mí firmada en mi vida de aficionado de golf.

Es la única tarjeta que entrego, ya que ni el presidente del Banco Santander, ni la actriz Julia Roberts, ni yo damos tarjetas, pues como decía aquel paisano mío a su hijo que iba a estudiar a Londres, “no les digas que eres de Bilbao: ya lo descubrirán y si no ¿para qué les vas humillar?” Pero humillación, humillación, humillación la tarjeta del campeonato de ayer, sobre todo después de salir eufórico a comerme el mundo.

Por eso la triple necesidad expresada hace cuatro lustros en aquella cena de caridad está muy bien escogida y en plena vigencia:

“Visión para mantener la vista sobre la bola”, si no, el propio ego o la curiosidad o la precipitación te hacen buscar el éxito antes del trabajo. No puedes levantar la cabeza de la visión de la bola cuando el palo ni la ha golpeado, pues inmediatamente se saldrá del plano la cabeza del palo y errarás el golpe. Mantenerse con la atención en el sitio, en la bola, es el modo correcto por humilde de reconocer las condiciones limitadas de uno mismo.

En la vida de todos los días rematar la tarea con la última coma que le da perfección es síntoma de vitalidad mental y de seriedad profesional. Volvíamos a comentar que cuando se está a la bola lo único importante es hacer perfectamente ese golpe, todo lo demás no importa: si hay algo que importa más, lo lógico es abandonar el juego y dedicarnos a hacer, también con perfección, eso que es lo único importante.

“Haz que nuestra empuñadura sea lo suficientemente incómoda como para mantenerla firme”. La fortaleza no es virtud que goce hoy de los niveles de popularidad que despierta mi bella prima Margarita cuando practica en el pitching green; esa antipatía, esa mala prensa de la fortaleza, la disciplina y la autoexigencia participa, a mi modo de ver, de una corriente de opinión naif, dulzona y tan bondadosa como miope según la cual “nada debe ser impuesto, mi libertad soy yo, a nadie debo nada, ni tengo otra obligación que aquello que me apetece”. Probablemente no lo expresa nadie así de crudo, pero como aquel anuncio de no sé qué, el lema vital del hombre light es “no renuncies a nada”.

Las consecuencias sociales están a la vista. Pero, como comentaba Manuel M. en la comida, los lideres del deporte, como Rafael Nadal lo son después de firmeza de años, día tras días, semana tras semana, renunciando a muchas cosas, incluso legítimas, para conseguir una meta. Pero para tener una meta hace falta esperanza y para la esperanza hace falta una meta y una fe.

Por último, aquella oración en Austin termina pidiendo haz “que nuestras mentes y corazones sean tan puros como el campo en que vamos a jugar”. No está al final por ser lo último sino precisamente para que sea lo que más se nos grave. ¿Por qué se pide esta limpieza mental?

La higiene interior facilita descubrir los motivos por los que hacemos algo y fortalece la motivación que, como dice acertadamente Eva Molleja, es un término que “a menudo se confunde con el estado de ánimo, que no es ni mucho menos lo mismo; es un estado emocional, es decir, es una emoción variable que depende de la situación personal como del momento. La falta de motivación genera un estado de ánimo depresivo, apático, de falta de interés por la actividad, pero la depresión y la apatía son síntomas, no el mal en sí”.

Eva es psicóloga y, mira que me cuesta dar la razón a una psicóloga, pero esta doctora, psicóloga deportiva, asesora a golfistas de élite y es muy experimentada.
Estoy casi seguro de que me recomendaría que en vez de pensar en lo que hice ayer, afirme y – si es posible escriba en presente y muy concreto – cómo hago para hacerlo bien, pues la palabra positiva construye en la mente modelos de éxito; la fortaleza de la mente depende sólo de uno mismo.

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