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A ESTRENAR

Kazajistán: Astaná, la capital, una increíble Ciudad del Futuro

Si algún día os animáis a ir hasta Astaná procurad que no sea en invierno a menos que os guste mucho el frío porque los termómetros pueden bajar de los 40º bajo cero. A lo que se suma el viento.

Hechosdehoy / José Antonio Ruiz
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Hay capitales que te dejan con la boca abierta y ésta es una de ellas. ¿Por qué? ¡Porque está a estrenar! La han construido en los últimos años y se nota. Está literalmente en medio de la nada y es algo así como una ciudad del futuro.

Pues venga, dejamos Armenia con sus formidables templos religiosos y sus suculentas parrilladas de carne y nos vamos hasta Kazajistán (o Kazajstán o Kazakhstan) para adentrarnos en su capital, Astaná.

El denominador común de las poblaciones principales de un país suele ser que cualquier lugar en el que te encuentres está más pisado que la playa de Benidorm. En esta ciudad no. ¡Está todo nuevo! Se ha construido en los últimos 10-15 años y se nota. Tanto en la planificación, con amplias avenidas en cuadrícula, como en lo moderno de sus edificaciones. Todo es de su padre y de su madre y a lo bestia. Edificios, centros comerciales, parques, puentes… No falta nada excepto un poco de alma y no tiene nada que ver con otra ciudad que hayas visto antes y es, cuando menos, especialmente interesante. Impresiona.

Y no se han gastado un par de aurelios, no. Allí hay una inversión de miles de millones. Por cierto, ¿sabéis qué significa Astaná? Pues nada menos que “Capital”. Imagino que estuvieron debatiendo durante meses los kazajos para ponerle el nombre (que es muy reciente) a su nueva capital, no se pusieron de acuerdo y alguien dijo: “A tomar por… La llamamos “Capital” y nos dejamos de historias”.

Sus gentes son muy particulares (y amables). Siendo Kazajistán una ex república soviética se hace uno la idea en la cabeza de que parecerán rusos y ortodoxos pero no, queridos, no. Por un lado son musulmanes (en su mayoría) y, por otro, se parecen más a los mongoles pero sin los mofletes tostadillos. Si nunca habéis visto un habitante de Mongolia pues son, así como cara redonda y aplastada (lo que se viene conociendo como sartenazo -sin malicia, ¿eh?-) y con los ojos achinados. Las mujeres son especialmente guapas. Todo sea dicho.

Fijaos que, aunque tienen su propio idioma, el kazajo (incomprensible, al menos, para mí) que es algo parecido al turco, la mayoría de ellos habla en ruso de forma habitual. Es una sociedad bastante tradicional pero se nota la apertura que van teniendo hacia la globalidad y por las noches la gente sale de copas como en cualquier otro lugar. Yo tuve ocasión de salir un par de veces y me lo pasé genial. Bastante buen rollo.

En cuanto a las tradiciones, algunas son bien particulares. Aquí va una: A partir del cuarto mes lunar del embarazo, las mujeres mayores de la familia custodian a la madre. Esto se debe a que, según sus creencias, el bebé que está por nacer se parecerá a la persona que esté cerca de ella en el quinto mes lunar. Y por eso aparecen las mayores, para evitar que aparezcan personas de mal corazón u oscuras almas.

¿Y qué hay del civismo? Pues no he visto jamás un lugar en el que al verte a lo lejos cruzar un paso de cebra se estén dejando ya los dientes con el frenazo. Increíble.

¿Y la seguridad? En una ocasión iba yo con una amiga local dando una vuelta por la city y me sorprendió el nivel de seguridad de los edificios en general. Era como si pasaras el control de un aeropuerto. Y a ella le hacían preguntas como: “¿Quién es él? ¿Qué hace aquí? ¿Por qué está contigo?”. Yo pensaba que le estaba dando indicaciones de cómo ir al baño pero no… Estaban algo obsesionados con la seguridad (o yo tenía muy mala pinta ese día…).

Me di numerosos paseos por la zona nueva (también tiene una parte “vieja” que tampoco lo es mucho pero impresiona menos y es más “soviet”) y es muy fácil moverse en taxi. En realidad, prácticamente cualquier coche que pase es un taxi improvisado. Extiendes la mano, se para cualquiera y te pregunta. Si le parece bien el precio te lleva y punto. No está nada mal el asunto si quieres ir a tomar algo porque allí no es como aquí con el tema del alcohol. Si en Kazajistán soplas en un control y te sale 0,00000000000001, se te cae el pelo. El del ombligo, el de las orejas… todos. Tolerancia cero. Y me parece bien.

En cuanto a la comida, no es que destacase por una abundancia de platos típicos pero hubo uno que me ganó el estómago. Se llama Beshbarmak y se suele hacer en la casas cuando llega una visita. Es todo un evento y está bueno, bueno, bueno. Básicamente es carne de caballo con una especie de pasta muy fina. Una verdadera delicia. ¿Y para beber? Pues vodka… como los rusos.

Después de aquel viaje, por algún motivo, desarrollé una buena panza. Llegué todo afilado y me fui un poco ceporrino gordinflillas pero no se lo puedo achacar solo a este país si no a los atracones previos también. Si es que… cuando se abre la caja de Pandora…

Por cierto, esto de la era “smartphone” es un poco… no sé… allí en Astaná mi teléfono iba tratando de captar la red permanentemente por lo que la batería duraba muy poco. Entre eso y que pasas tiempo sólo y te pones a leer las noticias o conectas el gps para llegar a algún sitio si no lo encuentras… Un día salí con el cargador, los cables, el enchufe, una batería de reserva… Total, los bolsillos como las alforjas de un forajido por las Rocosas. Me faltaban la caja de fusibles, un set de alicates y al chispa montado en la chepa. En fin…

Cerca de la ciudad no hay mucho aparte de cientos de kilómetros de estepa pero sí hay un lugar muy curioso en las afueras. Se trata de Alzhir. Un memorial en un antiguo campo de concentración ruso en el que Stalin metía a las mujeres de los “traidores” a hacer trabajos forzados, a ser violadas y a saber qué más. Como siempre digo, qué primitivos somos… Una pena.

Y por hoy es todo, amigos míos. Si algún día os animáis a ir hasta Astaná, en Kazajistán, procurad que no sea en invierno a menos que os guste mucho el frío porque los termómetros pueden bajar… ¡¡¡de los 40º bajo cero!!! y luego le sumáis el viento…

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