.- Te voy a decir una cosa:  no es oro todo lo que reluce.
Así irrumpió en la Terraza Oeste de la Casa Club mi prima. – ¿Cuál prima va a ser?-: la única, la incomparable; Margarita, la más bella del Club y de mil clubs de los que fuera miembro. O miembra, con el nuevo PAY (Proyecto de Aberración de Ley).

Desde la balconada se veía el horizonte claro, el golf espeso, lo pájaros cantores, los gorriones comilones de migajas de la terraza, las inquietas abubillas a la caza del gusano y los patos del lago a la pesca de larvas. Un mundo que se despedía del verano más caluroso de todos los tiempos, pero que no quería que el otoño se apresurase.

La vida en un club de golf tiene sus épocas, y ésta del final del verano conserva ese algo acogedor de la amistad encontrada y del amor mecido en el recuerdo de una sala de baile. Qué rápido pasa, cómo detendría el tiempo entre Martini y Martini viendo llegar señores lechuguinos socios procedentes del hoyo 18 con sus cuitas, sus victorias y derrotas deportivas. Quería estar sólo…

.- Primo: ¿no escuchas cuando te hablo?  – insistió Margarita.
.- No me pierdo detalle: hablabas de la cotización del oro, querida.
.- ¡Qué cotización, ni que leches! – dijo ella, cruzando, como dicen ahora, la línea roja de su esmerada y británica educación-. Te digo que mucho brillan pero pocos tienen el valor acrisolado.

.- Hum…
.- Por ejemplo, ¿tú crees que están jugando el Tour Championship los mejores?
.- Hum….
.- Porque, vamos a ver: ¿cómo es que han quedado fuera Rory McIlroy, o ese caballero tan sonriente que es Phil Mickelson?
.- Pues está claro:  han tenido peor resultado que los 30 que han viajado a Atlanta.
.- Ese esa una simpleza. No puedes reducir una carrera, ni una temporada a tres torneos. Eso es caprichoso.
.- ¿Caprichoso? Es puro mérito – digo yo, defendiendo sin que nadie me lo pida al PGA Tour.
.- ¡Miau! – dice, haciendo un atractivo mohín mi bella prima –  ¡Miau! Son 47 los torneos jugados en la temporada y resulta que hacen un “reset” y todo a jugárselo en cuatro eliminatorias.
.- Visto así…
.- Visto así resulta que tipos muy buenos durante todo el año son echados fuera – zanja la deliciosa prima llamando a un camarero para que reponga el liquido en las copas de combinados.

Me acordaba de esta conversación y del suave atardecer que mecía adelfas, jacarandas, buganvillas y otras yerbas, cuando me puse a ver por televisión el primero de los días de la prueba final de la FedEx Cup.

Del jueves al domingo todo se decide y uno de esos 30 profesionales que han superado los Playoff se proclamará vencedor.

Como han repetido hasta la saciedad, a cualquiera de los cinco primeros clasificados en la FedEx Cup le basta ganar el Tour Championship para ser el vencedor de la carrera de la  regularidad.

Al comenzar este jueves el torneo Jordan Spieth, Justin Thomas, Dustin Johnson, Marc Leishman y el español Jon Rahm  eran los cinco con ese privilegio. Pero una cosa es la posibilidad y otra la probabilidad. Ninguno de esos cinco ha empezado primero. Eso sí, todo es provisional hasta el último instante del hoyo final.

Mientras, el mejor de ellos, Jordan Spieth conserva la primera posición pese a ser séptimo en la jornada inicial.
Hay otros tres que bajan posiciones: Justin Thomas un puesto abajo, 3º; Dustin Johnson, que siempre tiene cara de haber dormido poco, baja otro puesto para ir 4º; Marc Leishman baja dos puesto, hasta el 6º.

Y Jon Rahm (-3) conserva su puesto 5º en la FedEx, en un día en el que acabó 6º gracias a una buena reacción final con birdies en los hoyos 17 y 18.

El americano Kyle Stanley (-6) lidera la primera jornada y se cuela en el 2º puesto de la FedEx Cup. Pero, lo dicho: habrá que esperar al domingo para ver cómo llegan a puerto.
Al ver a estos profesionales al final de esa singladura que es una temporada, después de ir e acá para allá, para acabar en Atlanta, me vino a la memoria aquella canción, Atlantis, de Donovan. La primeras estrofas eran recitadas, no cantadas.

El continente de la Atlántida era una isla que se encontraba, antes de la gran inundación, en el área que ahora llamamos el Océano Atlántico. Un área de tierra tan grande, que desde sus costas occidentales esos hermosos marineros viajaron con facilidad en sus barcos con velas pintadas, a las Américas del Sur y del Norte.

Y ahí están, a tres días del fin de temporada, treinta jugadores en busca de un nuevo continente – PGA Tour – cuya cumbre habitarán haciendo lo que mejor saben, lo que más les gusta: jugar al golf.