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EL FRANCÉS IMPASIBLE

Jason Day gana el Accenture en el hoyo 23, pese a la magia de Debuisson

Golpes bajo el cactus, entre las ramas, o desde la arena y el viento del desierto, son las armas del lagarto galo que puso fuego a la final del Match Play.

Hechosdehoy / José Ángel Domínguez Calatayud
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El Club de Golf de Dove Mountain está en la localidad de Marana. El Valle de Santa Cruz de Arizona acoge este complejo con 81 hoyos de golf y una amplia extensión residencial rodeada de la mayor población de cactus que hayamos visto.
 
El silencio árido del desierto de Sonora al sur y la cercana montaña Tortolita dan un aspecto de cómic negro, de misterio, a todo el entorno. Desde luego, las sombras vierten los ingredientes mágicos que gusta describir Neil Gayman en American Gods: la última jornada del WGC Accenture Match Play Championship tuvo un sorprendente desarrollo.
En esa madrugada, el oro viejo de luz primera, levantándose con cierta pereza por Lemmon Mountain, bañaba a los semifinalistas de un aura legendaria.

Tres jóvenes y un maduro; cuatro continentes representando -sólo faltaba Asia- los puntos cardinales del golf mundial: el americano Ricky Fowler -que sigue pareciendo estar construido con piezas de Lego – se enfrentaba al australiano Jason Day. En la otra semifinal, el sudafricano Ernie “Big Easy” Els se las veía con el héroe de la jornada, el francés Victor Debuisson.
 

Fue una mañana intensa del golf en la que se clasificaron para la final Jason DayVictor Debuisson, que se habían deshecho de sus compañeros contrincantes – deportivamente hablando – por tanteos de 3&2 el primero y 1up.
Y después, por la tarde se jugó, de una parte, la final de consolación, en la que Fowler se impuso a Els en un hoyo extra, el hoyo 19, y, de otra parte, la final que no terminó hasta el hoyo 23.
 
Por experiencia, por poderío y por juego el campeón merecido fue Jason Day. Pero el que justificó la épica fue el francés.
 
Por empezar con los datos, hay que decir que en sus dos partidos de la jornada Victor Debuisson comenzó perdiendo en magnitud demasiado grave tratándose de un Match Play, es decir, un partido por hoyos, en donde no vale el número de golpes que das en total, sino ganar – hoyo a hoyo  – a tu oponente. Con esta premisa, en la semifinal que jugó contra Ernie Els ya perdía de 3 en los primeros 4 hoyos. Remontar un 3 Down al veterano, y hambriento de victoria, sudafricano, era tarea cerca de lo imposible. Pero como decían en Nike, “impossible is nothing”. En el hoyo 11 empató y, tras subidas y bajadas, remató su pase a la final en el hoyo 18.
 
Los datos de la final son más espeluznantes: nunca fue por delante. Además, la diferencia de 3 hoyos que Jason Day logró sobre Victor Dubuisson se prolongó en agonía del hoyo 9 al 12. Es decir a falta de 6 hoyos para terminar perdía de 3. Para empatar y obligar a jugar más hoyos, tenía que ganar 1 de cada 2 y ¡no perder ninguno! Y eso es lo que hizo al adjudicarse los hoyos 13, 17 y 18.
 
¡Que fácil es escribirlo! Y qué tenso debió ser jugarlo. Cuando terminaba el hoyo 16 Jason Day estaba lo que técnicamente se llama “dormi”, lo que quiere decir que le bastaba empatar uno de los dos hoyos que quedaban para terminar victorioso. Pero perdió los dos. Y el partido comenzaba de nuevo, es decir, se extendía en una suerte de muerte súbita. El primero que ganase un hoyo se hacía con el partido.
 
En todo el tiempo anterior y en lo que se produjo a continuación el rostro de Victor Dubuisson y su lenguaje corporal mantenían una imagen inmutable, sereno e inescrutable como el de las chimeneas de cactus que rodeaban las calles. Su caminar poseía un paso decidido pero nunca nervioso. Sus movimientos rápidos, nunca fueron espasmódicos. Y sus ojos. Debajo de la visera movían escrutadores su iris pardo como un roedor buscando con la mirada salidas hacía la madriguera. Era su rostro, finalmente, algo digno de ver, con bigotes de espadachín y con la profunda fuerza de un interior determinado. Una esfinge. Y un caballero, pues jamás mostró un mínimo ademán de frustración.
 
Y desde luego tuvo motivos sobrados como en los dos momentos que se han convertido en tema de tuits y de repetición de imágenes televisivas: el golpe del cactus y el golpe desde la ramas en el suelo. En ambos casos, fruto de sendos malos golpes que le obligaron a jugar el siguiente con toda la presión: un imposible para salvar un resultado que le garantizase el empate.
 
Y se sacó de la manga un swing mágico que dejaba la bola para hacer un solo putt suficiente para igualar el hoyo y continuar vivo. A muchos le asombra que lo hiciera, y tienen razón en su perplejidad.
 
A mi lo que me admira es que después de alcanzar el green con rocambolescos golpes entre el ramaje, fuese hacia la bola con el semblante flemático de una rutina en un campo de prácticas.
.- Normal querido –interviene mi prima Margarita– “buisson” en francés significa “arbusto”. Victor Debuisson es “un boisson ardent”.

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