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¿SAN JOSÉ, BALTASAR, SANTA MARGARITA?

Inaplazable: por qué el golf necesita con urgencia un santo patrono

Combatir el viento; avanzar en humildad o paciencia, embocar en el hoyo esquivo, no perder bolas, son cuestiones a las que no debe enfrentarse solo gente como Tiger Wood, o usted o yo.

Hechosdehoy / José Ángel Domínguez Calatayud
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En el Club El Embarcadero, los socios son casi los mismos que en el Club de Golf. Es un misterio la pauta que siguen estos socios para reunirse en uno u otro club, fuera, naturalmente de los festejos programados. Sea como fuere, las Navidades son más propias para ir al primero huyendo prudentemente de las amenazadoras tardes de compras y excursiones a grandes superficies comerciales atestadas de gente desocupada y que no tiene especial interés.

Sin embargo, en la tranquilidad del bar de El Embarcadero se han resuelto, al amor de su chimenea y al tintineo de los hielos de vasos de whisky asuntos tan interesantes como el que sacó, la víspera del día de Reyes, Augusto L. de T. que aprovechando la fuga masiva de sus parientes a ver la Cabalgata, se hallaba sumido en dos cosas: un bourbon con soda y unos pensamientos.

.- ¿Qué te ocurre, Augusto? Te veo algo ido. – le preguntó el socio número 1.
.- Nada, hijo, que estaba pensando que ayer terminé ganando de milagro. Y al pensar en esta palabra, “milagro” me he dado cuenta de que no son raros en el golf.
.- Ni en la vida – terció el socio número 2.
.- Sí, – continuó Augusto L. de T.- pero los milagros vienen del Cielo y, no es raro que intervenga la intercesión de un santo.
.- Eso será para los que creen – volvió a hablar el socio número 1, que presume de agnóstico con el mismo desahogo con que busca su papeleta de sitio en dos cofradías de la Semana Santa sevillana.
.- Ya… ya – persistió sereno Augusto L. de T.- , pero los hechos golfísticos que carecen de explicación científica les pasan a los que creen y a los que no creen ¿O no?

Todos asentimos en silencio y el socio número 1 disimuló su conformidad con un sorbo largo de Coca-Cola con ron Barceló, pues es cierto que cualquiera que haya salido al campo podría escribir, como en Gonzalo de Berceo todo un “Espasa de milagros en el Golf”.

.- Pues siendo esto así y en todo el mundo – Augusto L de T. describió la figura de una esfera con la mano que estaba libre del vaso de bourbon -, ¿cómo es que el golf no tiene un santo Patrón o santa Patrona?
.- ¡Es cierto! – se pronunció el socio número 3 que acababa de llegar de la barra con un Gin-tonic de ginebra Ish con lima y unas gotas de Angostura – ¡Es cierto! Los periodistas tienen a san Francisco de Sales, los abogados a san Raimundo de Peñafort, los médicos a san Lucas, los oftalmólogos a santa Lucía, los artilleros a santa Bárbara y hasta los electricistas…
.- ¿Cuál? – pregunto el socio número 2.
.- La Virgen de la Candelaria.- respondieron a coro media docena de socios de los veinte que ya estábamos reunido en animadísima tertulia.

.- Augusto – pregunté yo –: a ti ¿quien te parece que debía tener el honor?
.- Hombre, el honor sería nuestro, de los jugadores, no del santo. – adujo Augusto L de T. no falto de razón –. Pues, mira: la misma cuestión se planteó a The Royal & Anciente: who is the Catholic patron saint of golf?”. Y cuando alguno pensaba que diría, con toda lógica, “Saint Andrews”, los de Saint Andrews respondieron lacónicamente: “There is no Catholic patron saint of golf”.

.- Pues, con toda lógica – intervino el socio número 4 – siempre he pensado que era Nuestra Señora de los Buenos Aires… para que nos evite el avieso viento.
.-Con toda lógica, por lo que se aprende de humildad en el golf, debería ser san José o san Francisco de Sales – defendió el socio número 5.
.- Hombre, no: pues para ser canonizados, todos los santos han sido humildes – intervino el socio número 6 – . Dada la cantidad de bolas que perdemos en el campo – “¡eso serás tú!”, se alzaron entre risas varias voces” – dejadme terminar: para ayudarnos a encontrar las bolas debería ser El Niño Perdido y Hallado en el Templo

Desde ese momento y durante diez minutos, pisando las voces de unos las de los otros, casi sin escucharse, llovieron propuestas cada una más pintoresca que la otra.

Por poco no se repasa el santoral completo: el santo Job, por la paciencia que hace falta para perseverar en la adversidad; otra vez san José, del que los evangelios no recogen una palabra, por el silencio necesario en el golf; Nuestra Señora de Regla, para que se respeten las reglas (rules); santo Tomás Moro por su sonriente cortesía y caballerosidad; san Josemaría Escrivá por lo de la alegría en lo ordinario; san Francisco Javier que se fue a la China, para que ayude a enviar lejos la bola; santa Margarita Reina de Escocia porque allí nació el golf…

No sigo, pero cuando se nombró a santa Margarita mi voz se hizo oír para admitirla y hacer coincidir en sus méritos junto a Baltasar.
¡¿Baltasar?! – saltaron todos a una, como si hubiese dicho algo raro.
.- Es evidente, queridos consocios, es evidente – concluí dando la justificación científico-histórico-deportiva – .

Como conocéis Baltasar era negro como Tiger Woods; anduvo para llegar a Belén más que un “hándicap 28 profundo” jugando un matchplay en Sotogrande; era estudioso de las estrellas y sabía guiarse por ellas hasta su meta, sin dispositivos artificiales ni equipos insólitos; venía con otros dos coequipiers del mismo hándicap: Melchor y Gaspar; hacía bien y en silencio lo que tenía que hacer; Supo ignorar los consejos interesados de Herodes, que oficiaba de director deportivo y además…
.- …Además llevó mirra que no tiene nada que ver con el golf – profirió ufano de su aparente victoria dialéctica nuestro agnóstico socio número 1.
.- En eso también te equivocas, querido amigo – le dije, abriendo mis brazos. – Lo de la mirra es verdad al cien por cien; pero la mirra con que obsequió al Niño ¿qué es? Como el socio numero 1 no supo qué responder proseguí.

La mirra -que se extrae haciendo una incisión en la corteza del Commiphera myrrha -es una resina amarilla gomosa que, debidamente calentada puede redondearse del tamaño apropiado para darle con un palo de golf. Así nacieron, gracias a este Mago precursor, las bolas de gutta-percha que más tarde – Siglo XIX – patentaría el reverendo James Patterson, atento e industrioso investigador de la Escrituras.

Se quedaron mudos.

Sí amigos el bastón de san José podría ser un driver o no; pero Baltasar llevaría uno para el Niño y una buena bolsa de bolas nuevecitas de mirra.

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