1. Inicio
  2. Opinión
  3. Comunidad de blogueros
  4. Imágenes para recordar de algunos momentos olvidados

MOMENTOS OLVIDADOS

Imágenes para recordar de algunos momentos olvidados

Uno de los últimos trabajos realizado en el estudio de FranjaMelero fue la edición de dos preciosos libros de autor del excepcional artista José Luis López del Moral.

Hechosdehoy / Juan Carlos y Francisco Javier Melero
fjrigjwwe9r1_articulos:cuerpo

Cada libro realizado en el estudio de FranjaMelero cuenta con 10 estampas de 45×65 de José Luis López del Moral y un texto de Fernando Gómezdelacuesta. López del Moral nació en Madrid en la antigua casa de la madre un 1 de marzo de 1966, día del Ángel. Se han editado 10 ejemplares de cada una de las series Momentos olvidados y No time. A continuación un texto de prescripciones médicas (y estéticas) para recuperar la memoria. Falta nos hace ¿o no?


 
Leer (este prospecto) antes de usar

El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.[1]

Resulta evidente: sólo podemos recordar aquellos lugares donde alguna vez estuvimos y sólo podemos olvidar las cosas que en algún momento conocimos. El arqueólogo de tiempos y espacios va coleccionando paisajes, va buscando, encontrando y clasificando, recupera lo que ya no existe, lo que no recordamos, lo que no está escrito ni fotografiado y lo hace con la mirada sensible de un hombre contemporáneo armado con su peculiar cámara, un dispositivo capaz de percibir las diferentes pátinas que el tiempo va acumulando sobre todo aquello que nos rodea, un amante interesado que va recogiendo las señales y las va ensamblando con la memoria prodigiosa del biólogo y la ayuda inestimable de su inseparable cuaderno digital.

José Luis López Moral reconstruye minuciosamente el sitio de donde viene, de donde muchos de nosotros venimos, con la estética del paisajista, la paciencia del botánico y la intensidad del taxonomista, se sobrecoge y nos sobrecoge, nos hace sentir que hay algo inquietante en el retorno al hogar, nos deja claro que, para el viajero postmoderno, no hay nada más exótico, más extraño y más trascendente, que volver a casa, a nuestra propia casa.

Composición y posología (los momentos olvidados)

Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo.[2]

Hace demasiado tiempo que nos expulsaron del paraíso, de aquel lugar donde éramos felices y que no supimos conservar, ahora el recuerdo ya no llega a recuerdo, tan sólo comparece como una sensación, como una intuición que te inunda cuando te enfrentas a determinados paisajes, un escalofrío que te recorre el cuerpo y que te hace dudar si aquello que te ocurre es por que ya lo has vivido, aunque fuera en otra vida, o simplemente por que te lo imaginaste.

Volver allí donde fuimos felices, al sitio de donde venimos, a nuestro hogar primigenio, tiene algo de confortable protección y algo de desasosiego incontrolable, como el retorno al claustro materno: el recuerdo te abriga pero la incertidumbre te perturba.

Cuando el hombre romántico se enfrentaba a la inmensidad de la naturaleza que le rodeaba, maravillándole y sobrecogiéndole, también comparecía perturbado, sentía tanto miedo como admiración, percibía con meridiana claridad que aquel era su verdadero origen, pero también, posiblemente, el fin de su camino.

Indicaciones y contraindicaciones (de nuevo el monje ante el abismo)

Aquel cuadro levantó una ola de admiración y de discusiones, ya que mientras unos pretendían que era un efecto natural reproducido maravillosamente, otros sostenían que era puramente fantástico, y que la naturaleza no producía nunca efectos semejantes.[3]

Justo ahora venimos de un renacimiento tecnológico malentendido que tornó saturación y desmesura, de un antropocentrismo exagerado y de la presunción de ser omnipotentes seres divinos, o casi, infalibles e inefables. Hoy la realidad vuelve a dejarnos ante el abismo, como tantas otras veces, en un eterno retorno, en un bucle continuo, en una espiral sin fin, y aunque seguimos confundidos, empezamos a ser conscientes de nuestra verdadera (des)ubicación. El acantilado tiene mucha altura, el mar es demasiado profundo, el bosque resulta impenetrable, la naturaleza nos infunde temor por que las tecnologías nos desnaturalizaron, nos hicieron percibir lo natural como algo ajeno, cuando, ciertamente, es el valor más puro, el más genuino y el más esencial que poseemos, y aunque muchos lo hayamos olvidado, es también el más seguro.

Nuestro monje nos ayuda a darle la vuelta a este camino sin sentido, coge el hábito de las nuevas tecnologías para ponerlas a su servicio, y no al revés, para domarlas, usarlas y ofrecernos resultados, asume el papel que más le gusta: como mediador, conseguidor y facilitador, tratando de volver a vincularnos con esa naturaleza que llevamos tiempo obviando y que, al quedarnos sin nuestros superpoderes, al enfrentarnos a ella, vuelve a infundirnos un cierto temor.

Efectos secundarios (cartografiando el futuro)

Ocurría algo mientras esperaba; ocurría lo esencial. Y aunque no lo hiciera él mismo, se hacía gracias a él. Había dado lo mejor que tenía, había aportado toda su habilidad y no había cometido ningún error. La obra era única y sería coronada por el éxito… Sólo debía esperar dos horas más. Esta espera le llenaba de satisfacción. Nunca se había sentido tan bien en su vida.[4]

Y a pesar de los esfuerzos, todavía vivimos alienados en esa realidad que es más virtual que real, retornar a casa nos está costando por que nos cuesta ubicarnos y nos cuesta encontrarnos a nosotros mismos. Sin duda es demasiado pronto para saber hacia donde vamos, recién acabamos de abandonar un territorio por el que llevábamos mucho tiempo viajando, más del necesario, y eso siempre hace que perdamos sensibilidad e intuición. López Moral es un explorador con ánimo de cartógrafo y una sensibilidad muy intuitiva que le permite trazarnos las coordenadas de algunos de los mapas que deberíamos seguir, que estamos siguiendo, sin saber cuál será el resultado de nuestro viaje pero comenzando a percibir sus primeros efectos, aquellos que nos harán mejores y que nos devolverán al hogar olvidado.


 
El artista es un pionero que vuelve a casa antes que el resto y, por eso, nos marca algunas de las posibles rutas, momentos, imágenes y sentimientos, que hace algún tiempo dejamos de recordar pero que siempre han estado ahí, unos lugares con los que nos iremos reencontrando en nuestro camino de vuelta, en ese itinerario que nos ha de llevar, de nuevo, al paraíso. 
 

[1] Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, Ediciones Cátedra, Madrid, 1991 (1ªed. 1967).
[2] Jorge Luis Borges, Funes el memorioso, Narraciones, Salvat Editores, Barcelona, 1970 (1ªed. 1944).
[3] Julio Verne, El rayo verde, Ediciones Orbis, Barcelona, 1986 (1ªed. 1882).
[4] Patrick Süskind, El perfume, RBA Editores, Barcelona, 1992 (1ªed. 1985).
 
*Texto de Fernando Gómezdelacuesta.


El artista José Luis López del Moral con Juan Carlos Melero, de FranjaMelero.

FranjaMelero está compuesto por Francisco Javier Melero y Juan Carlos Melero. En 1981 se creó el grupo multidisciplinar Franja desde la revista La Luna de Madrid. En el año 2000 comenzó una nueva andadura desde el Centro I+D de la Estampa Digital en la Calcografía Nacional. Desde entonces más de 220 artistas de diversos países han recibido asesoramiento para crear, con las nuevas herramientas informáticas, obra gráfica.
 

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Fill out this field
Fill out this field
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.
You need to agree with the terms to proceed

twitter facebook smarthphone
Menú