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Todo había empezado en la sala VIP la víspera del Miércoles de Ceniza. Margarita, la más bella de mis parientes volvía de Nueva York en donde había firmado un importante contrato. También había jugado 18 hoyos en el exclusivo Piping Rock de Locust Valley y comido en Delmonico´s; de ambos lugares me había enviado vía Whatsapp algunas instantáneas.
Y allí, en la Estación de Madrid-Atocha con un gintonic por delante, hojeando el último Telva comprado en el quiosco, mientras esperaba el aviso de su tren para Sevilla comenzó todo; o así lo me lo describió ella en un tono que delataba la categoría del flechazo.
Hacía frío en la Terraza Oeste de la Casa Club y nos habíamos refugiado en un sofá junto a la sala de televisión.
.- Primo: ¡Ay!; tendrías que haberlo visto entrar. ¡Qué hombre! Fuerte como Jason Day, marcando el paso elegante de un Matt Kuchar, con la facha de un Henrik Stenson, unos ojos azul pavo igualitos que los de Luke Donald…
.- ¡Y la chequera de un Jordan Spieth, supongo! – añadí yo algo mosqueado tomando un sorbo de Martini con Casera.
.- ¡No seas frívolo!, zoquete – protestó con un mohín mi venerada prima -: el dinero no importa. Pero sí te diré que tenía la gracia de ese sénior socio del Club y amigo tuyo que cuenta unos chistes que te partes. ¡Ay! –concluyó mirando arrebolada un horizonte que terminaba en la ventana de enfrente.
.- Pues a lo mejor era un sieso manío ¿ Cómo vas a saber que era simpático con sólo verle entrar? – le lancé.
.- Chico, no sé que te ha picado: a estas alturas ya deberías saber a que una mujer se da cuenta de la simpatía de un hombre al primer vistazo,. Pero en este caso hubo algo más que un vistazo.
.- No.
.- Sí.
.- No.
.- Primo, no seas irritante: cambia tu discurso negativo. Resulta que viajamos juntos.
.- ¡No!…, digo, cuenta, cuenta.
.- El guapetón llevaba un carrito con las maletas y una voluminosa bolsa de viaje para palos de golf. Dejó el equipaje en el único sitio espacioso junto a mi sillón, se quitó un abrigo gris de
cashmere y se marchó al lavabo. Del bolsillo interior del abrigo sobresalía un billete de AVE.
Como nadie me veía, eché un vistazo al documento: Coche 2 Preferente – Asiento 6C. De un salto me dirigí a la azafata de la entrada y gestioné un cambio de mi billete al asiento 6B del mismo vagón.
.- No te creo, prima: con lo comedida que tú eres.
.- ¡Y un jamón! Valga la redundancia, pero un tren así no pasa dos veces por esta estación – dijo señalándose a sí misma con el dedo pulgar de la mano con la que sostenía una copa de Martini blanco, con vodka y ginebra.
.- Así que dos horas y media de viaje sentada al lado de este Adonis viendo la película del AVE.
.- ¿Película? ¡Ay!, qué dos horas y media más cortas hablando entre nosotros – suspiró de nuevo -. Admirado por la “casualidad” de que nos tocara juntos (“un verdadero serendipity” me dijo) se abrió y charlamos de todo. ¡Qué hombre! – zanjó metiéndose una aceituna manzanilla en la boca.
.- Bueno… entonces ya se ha marchado a donde quiera que viva – tanteé yo.
.- De eso nada; no podemos vernos estos días porque tiene asuntos en Málaga; es un financiero con muchos contactos internacionales; el sábado se reúne con una consultoría en Sevilla: algo relacionado con Abengoa que por “prudencia y discreción”, me dijo, no podía desvelarme. Pero el domingo ya hemos reservado salida para jugar aquí. Tú te vienes. ¡Qué día tan estupendo nos espera!: domingo 14 de febrero: un serendipity.
.- ¡Y aparte de ser el aniversario del día en que Graham Bell patentó el teléfono, ¿qué tiene de estupendo el 14 de febrero?
.- Pues que es el Día de los Enamorados, so bestia inculta: este no pasa del hoyo 10 sin declarárseme.
.- Pero si apenas lo conoces – protesté tímidamente, mientras ella me guiñaba un ojo y reía con una risa primaveral y argentina.
Más mosca que una víctima del tocomocho, esa tarde levanté de la siesta a mi bancario. Los informes confidenciales que me dio este digno profesional de la Banca Privada no presentaban dudas: el nuevo pretendiente de la más bella de las criaturas no era un financiero, era un cuervo con cuernos, un buitre sin alma, un personaje de cuidado salido de cualquier película como La gran apuesta que ya había troceado y llevado a la bancarrota a varias empresas en países emergentes y hasta en la City.
.- Como asesor suyo – resumió mi consejero bancario pensando que yo iba a hacer inversiones con el sujeto – me atrevo a recomendarle no entrar en sociedad con este caballero, que aunque conocido como “El-Arruina-Damas” no le hace ascos a la fortuna de un joven rico: no es trigo limpio, si me permite la expresión y puede dejarle en un pis-pás a usted con una mano delante y otra detrás, si me permite también la rima.
Lleno de indignación y muy preocupado por ver a mi prima en las garras de este Don Juan de las finanzas pasé la tarde en reflexión. En mi estirpe nunca dejamos a una dama en apuros, así que llamé a mi prima y le dije que no iría al Club el domingo porque tenía una enorme jaqueca – lo cuál era cierto como cada vez que intento reflexionar -, y que en mi lugar les acompañaría Augusto Carlos da Silva.
Este amigo mío portugués fue uno de los que mandó a la calle el Don Juan financiero en una operación de fraccionamiento y venta de varias plataformas financieras.
Cuando le conté el affaire urdimos la trama que acabó con la fechoría del falso pretendiente en el lago del hoyo 3 de mi Club. Se abrieron los bellos ojos de mi prima que entró en conocimiento de la amenaza que se cernía sobre ella. En el lago del hoyo 3 también acabó el sujeto, y ahí estaría aún si no hubiera sido por la fortuna de que al poco pasó el Marshall que le tiró el flotador.
Un lago de lágrimas es lo que derramó mi joven prima, que no había leído aquello de Oscar Wilde de que “las lágrimas son el refugio de las mujeres feas y la ruina de la hermosas”.
Tampoco sabe, no se lo digan ustedes, quien fue el planificador de la ruptura de un romance antes de comenzar.