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No es fácil hablar de volver cuando uno tiene sólo 23 años, 5 meses y 1 día – que tiene sintaxis de condena -, pero Emiliano Grillo (-20) vuelve para a estar arriba otro torneo más. Sólo ha pasado un mes desde que obtuviera el subcampeonato en el Omega Dubai Desert Classic. Los aficionados recordarán aquel águila del último hoyo. Era un par cinco y el segundo golpe rebotó en las planchas metálicas del hospitality del fondo para terminar reposando en el green y posibilitar así que el argentino hiciera un putt larguísimo que le dejó campeón en Casa Club, hasta que Stephen Gallacher lo apartó poco después.
Pues ahora en Sudáfrica vuelve Emiliano Grillo a estar arriba del todo. Era primero al acabar la tercera jornada del Africa Open que se juega al este del Continente Negro. Vamos, que la provincia es East Cape, la ciudad East London y el lugar East London Golf Club. Más al Este el Océano Índico y Al Este del Edén, por ejemplo.
El campo es una preciosidad, par 71, de 6.616 metros con suaves y onduladas calles y greenes pequeños, y, por ahora, más lentos que el crecimiento del brócoli. En este campo no es raro ver aves exóticas en el antegreeen, oír las risas de un mono cuando vas a ejecutar el approach (algo verdaderamente fuera de toda etiqueta), o tener que esperar para golpear con el driver porque en medio del fairway pace, indiferente al juego y gesto de superioridad, un ciervo.
.- No será un ciervo, querido – me interrumpe mi prima Margarita que heredó de alguna bisabuela cotilla la detestable costumbre de leer por encima de mi hombro lo que escribo -. En East London, zoquete, no hay ciervos. En todo caso escribe “un grácil antílope”, que es lo apropiado.
.- Pues eso – insisto yo, muy picado – ciervo, antílope ¡Qué más da!
.- Cuestión de precisión: que no es lo mismo un ciervo que un antílope. Un ciervo es un cérvido como el alce, el venado de cola blanca, el pudú, la gamuza, el muntíaco amarillo de Borneo o el reno. Mientras que un antílope, que es lo que hay por East London pertenece a la familia de los bóvidos, como los impalas y las gacelas. O sea ambos mamíferos pero tan distantes el uno del otro como tu cerebro y el de Einstein.
No entendí bien la última comparación pero seguramente Einstein hubiera escrito ciervo. ¡Qué cuernos! El caso es que me asombró cómo Emiliano Grillo pudo concentrarse en un campo de golf que parecía el patio trasero del árbol de Tarzán. Posiblemente una manada de antílopes no descentre tanto como una prima aburrida.
El argentino hizo una tercera ronda de escándalo de 9 pares y 9 birdies, sin errores. Al terminarla, para un total de -20 golpes, había realizado 49 hoyos sin errores, desde el bogey del hoyo 5 de la 1ª jornada. Nadie había logrado algo igual en el torneo. Pudo lograr este resultado gracias a que logró un 94% de greenes en regulación (GIR), es decir, alcanzar el green en al menos dos golpes por debajo del par del hoyo; por ejemplo de dos golpes en un par 4.
Para la ronda final, como en tantas ocasiones lo difícil es saber ganar. Es decir saber rematar la tarea huyendo de dos extremos: de un lado la sobrevaloración de las propias capacidades y la vanidad de sentirse como un dios del swing, lo que le llevaría a atacar los hoyos con temeridad; ya lo dicen los libros sapienciales: “qui amat periculum in illo peribit”.
De otro lado está el peligro de achicarse, de pensar “¿Qué hace un chacense como yo en un sitio como éste?” y, entonces, encoger los brazos con ánimo de retener cada golpe, no vaya a ser que salga mal. A lo mejor es de aplicación el conocido axioma según el cuál “el mundo es de Dios, pero Él lo alquila a los valientes”.
Es lógico verse ese último día entre los acantilados de Escila y Caribdis, el peligroso remolino devorador, pero es mejor verse uno así mismo con la sensata posición de decirse ¿por qué no? ¿Por qué no dar este golpe a su sitio con el palo de siempre? ¿Por qué no mantener las rutinas de cada golpe? ¿Por qué no tirar este putt para que la bola se meta o se pase un poco?, ¿por qué no revisar la letra del famoso tango
Volver para animar la victoria al joven argentino”?
Antes de que entre en vigor la nueva ley de la propiedad intelectual, lo hago “golfeando” la letra del maestro Alfredo Le Pera a la que puso música Carlos Gardel:
Volver,
con la frente bendita,
los oros de gloria
doraron tu sien.
Sentir, que un eagle da la vida,
que diez birdies son nada,
que mejor la mirada
valiente en la alfombra
del green que te asombra.