Según un estudio de Proceedings of Natural Sciences, del que se hizo eco hace cinco años RTVE, el ganso asiático (Anser indicus) es el ave que consigue realizar los vuelos más altos del mundo. Es capaz de sobrevolar alguna de las cumbres más altas del Himalaya en solo ocho horas y sin parar.
Pensar en este pájaro es evocar el juego de Rafael Cabrera Bello éste sábado en Dubái.
Comentaba este paralelismo en la habitual tertulia del aperitivo, tras realizar yo mismo un prodigioso recorrido gracias al apoyo, todo hay que decirlo, de mi compañero de juego.
Estábamos el habitual grupo de jugadores en la Terraza Oeste de la Casa Club. El día era estupendo de sol, de temperatura y de sensaciones. Alguno dejó caer que este reverano que estamos disfrutando se acaba el domingo con un frente frío que entrará precisamente por el Oeste.
Un socio, Cruzcampo en mano, me dijo que debería de escribir la hazaña de Rafa Cabrera Bello en el desierto de los Emiratos.
Otro lechuguino que sólo bebe Té Frío se rió ladinamente y añadió.
.- ¡Oh!, no lo hagas, Duque, que arrojarías sobre él la maldición del comentarista como hiciste en tu último post sobre Sergio García.
.- ¿Qué eso de la “maldición del comentarista” y qué le hiciste al de Castellón?- preguntó mi primo el jinete, que no ve televisión ni lee otra cosa que revistas de caballos.
.- No hice nada a Sergio, primo; sólo que escribí sobre su imponente juego en el DP World Tour Championship, y al día siguiente, la pifió: presentó una tarjeta de 74 golpes, lo que supone que es el peor resultado de los 50 primeros. ¡Y eso que sólo juegan 60! –enfaticé.
.- ¡Eso es pifiarla tú como escritor!: lo que te digo, una auténtica maldición del comentarista jajajaja – insistió el Té Frío.
.- ¿Pero qué eso de la maldición del comentarista? – volvió a preguntar mi primo.
.- Se conoce con ese término el hecho de que un comentarista por televisión o radio se refiera a un deportista con algún atributo o con algún récord y que, inmediatamente, el deportista cometa el fallo que se supone que no va a cometer.
.- Ponle un ejemplo – aconsejó Cruzcampo –para que lo entienda mejor.
.- Pues, se entiende que la maldición ha actuado cuando el comentarista dice, por ejemplo, que Cristiano Ronaldo lleva 40 partidos sin fallar un penalti, y lo dice justo antes de que el portugués mande el balón a la grada. En golf – añado – es típico de las retransmisiones que rotulen que Fulano no ha cometido un bogey desde la temporada pasada, rótulo que obra su maleficio y la bola del tal Fulano la hace una corbata cuando tiraba para par y se carga su propio récord.
.- Ya, entiendo – manifiesta mi primo con cara de no haber comprendido nada – pero lo tuyo sería sólo la maldición del bloguero.
En fin, me resigno y les cuento lo que ha pasado con Rafa Cabrera Bello este sábado en el Jumeirah Golf. Las dos jornadas anteriores el canario entregó sendas tarjetas de 71 golpes (-1 del par) con pares y birdies moteados de bogeys. Para cualquier lechuguino eso le apartaría de cualquier opción al triunfo.
Pero tal concepción de este deporte y de la trayectoria del español en esta temporada no vale para nada. La madurez de este deportista este año ha demostrado ya la capacidad de recuperación. No en vano ocupa la 6ª posición en la Race To Dubai. Ciertamente era decepcionante ese insatisfactorio comienzo.
Pero el sábado volvió a revestirse de Rafa -“NoMeRindo”- Cabrera-Bello: desde lo profundo del abismo de la tabla alzó su vuelo para entregar una tarjeta de -9 en el día y -11 en el total, a sólo dos golpes del líder – este sí sorprendente – Victor Dubuisson, que apenas brilló este año.
Rafa Cabrera Bello desplegó un juego magnífico de tee a green con un 87 por ciento de greens en regulación, siendo el 2º en esta medición y el 9º en número de putts por green en regulación: 1,71. Estas dos estadísticas reflejan su seguridad y aplomo en el recorrido y explican que el resultado de su vuelta, 63 golpes, sea el más bajo de todos los presentados en lo que va de torneo.
Ese juego del sábado le ha hecho subir 18 puestos en la pizarra, la más pronunciada pendiente de ascenso del Top 20.
El Anser Indicus se ve obligado a una migración anual desde la India hasta Mongolia. Para llegar a esta zona tiene que sobrevolar la cordillera del Himalaya. Según los investigadores, alcanza una altura máxima de 6.437 metros durante su viaje, y tarda casi dos meses en completar los casi 8.000 kilómetros de distancia que le separa del lugar al que acude para alimentarse durante la primavera.
Y Rafa parecido: ha cogido altura, y no es cosa de dejar de batir alas hasta arrebatar al Destino la Carrera a Dubái, buen alimento para el golfista de élite.