Hasta la Terraza Oeste de la Casa Club llegaba en oleadas secas el asfixiante viento del Este. El deseo de aire fresco hacía evocar a Pearl S. Buck. En su libro “Viento del Este, Viento del Oeste” dejó esta escritora una frase. La recordé mientras huía del calor y me refugiaba en una mesa del bar de mi Club: “Puedes juzgar tu edad por la cantidad de dolor que sientes cuando entras en contacto con una nueva idea”.
Así que a innovar: me pedí con tónica un Martini Ambratto (es un nuevo Riserva Speciale de la Casa di Torino; este es de la variante bianca; la rossa se llama Rubino) y abrí el periódico pero no pude leer ni un titular.
A la mesa de al lado llegaron dos socios que daban vueltas a incidencias propias de su edad y sexo; o sea, hablaban de golf.
(Nota: a partir de cierto hándicap los jugadores distinguidos de golf no hablan de mujeres y otras inquietudes hasta que no han agotado los temas de golf. O hasta que la ingesta de vermut, Cruzcampo o manzanilla les hace olvidar la distinción o el golf o ambas cosas. Fin de la Nota).
.- He visto que bastantes socios vuelven de vacaciones con algunos kilos. ¿No te parece?, amigo – comenzó Amateur 1.
.- Sin duda… sin duda: esa playa, esas cuatro comidas diarias, esas siestas, ese tiempo entre arena, parientes y saraos sin dar un swing al agua fabrican el flotador periférico – respondió Amateur 2. – Yo mismo he puesto mis buenos 4 kilos.
.- Sí; no he querido decírtelo por si te molestaba.
.- El caso es que ahora toca gimnasio hasta rebajar esto – dijo Amateur 2 con unos suaves golpecillos a la feliz curva nacida bajo su caja torácica. – Pesas, mancuernas, remo en banco fijo, abdominales, cinta de correr… ¡un horror!
De inmediato, con un gesto al camarero, probablemente para subrayar su firmeza en la necesidad de bajar peso, pidió otra maceta de cerveza fría.
.- Y patatas fritas – añadió en voz alta.
.- Todo esto nos pone en el comienzo de la temporada de golf y los torneos – señaló Amateur 1.
.- ¡Bah! – dijo Amateur 2 relamiéndose restos cerveza del labio superior -. Los torneos son una manera de sacar dinero a los socios y el Comité de Golf no mueve un dedo por los que no nos gustan los torneos.
.- Hombre tampoco así – concilió Amateur 1.
.- ¿No? Entonces, dime qué podemos hacer. Porque yo lo que quiero es jugar contigo y jugarme la cerveza.
.- O sea, quieres un torneo pero sólo para dos: tú y yo.
.- ¡Eso!
.- Y como premio una cervezón.
.- ¡Eso!
.- Para adelgazar
.- Jajajajaja… Y que lo pague el Comité de Golf.
Efectivamente en un Club de Golf, como ya hemos descrito en otras aportaciones hay fauna de diversos pelajes; enjambres de distintas especies de golfistas. Y cada uno va a lo que va.
La fauna competidora quiere pruebas todos los fines de semana y fiestas de guardar. En mi Club no es la más numerosa, pero es la que está más pendiente del Calendario de Torneos; más, por supuesto, que de su propio aniversario de boda. Su presa favorita: un trofeo o bajar de hándicap para retarse con otros predadores.
La fauna excavadora es francamente minoritaria pero de imperecedero rastro: sus individuos suelen ser hándicap 28 irrecuperables. Cabe distinguir dos subespecies; los “enterradores”, que cavan profundas simas con sus golpes en el fairway – las escasas veces que pisan tan noble suelo –, y los “buscadores de oro”, esforzados inhábiles que a base de golpes con el sand wedge, en el inútil intento de sacar la bola de la trampa, dejan ésta como un pozo hollado y saqueado.
Tan pacífica como la fauna pescadora (a la que no le interesa el campo sino los lagos del recorrido para pescar bolas) es la fauna familiar. Abominan de los torneos. Son señores socios más de paseo dominical; salen al campo con sus cónyuges y retoños; su ritmo de juego desinhibido aburriría a los bueyes de una carreta del Rocío.
Pueden tardar 7 horas en hacer 9 hoyos. Aunque sin confirmación oficial, se han avistado ejemplares que a la altura del hoyo 5 hacen un descanso y se comen una paella. Los miembros de la fauna competidora los devorarían si pudieran y si eso no perjudicase al swing.
La fauna sénior es la más extensa en los clubs y la que crece a mayor velocidad; está compuesta de jubilados, veteranos de profesiones liberales que escapan de estudios y bufetes, y “víctimas” de Expedientes de Regulación de Empleo de Banca y Corporaciones.
Esta rica variedad sénior y su variopinto origen profesional da para partidos de golf ricos en chistes, apuestas locas, apasionantes discusiones sobre reglas de golf o clases de Historia, y en todos ellos tienen la solución para el llamado “problema catalán”. Es así porque, para su ventura, no suelen tener otros problemas que ese y el de la salud.
Están luego las mixturas de damas y cachorros de todas estas y otras faunas para acabar de componer un cuadro cromático y caótico de lo que se vive en el recorrido del golf a lo largo de una temporada.
Por eso tiene razón el señor socio Amateur 2: el Comité de Golf no pinta nada en esta selva.
Charles de Gaulle, presidente de la República Francesa, dijo aquello de que "¿Cómo se puede gobernar un país que tiene 246 diferentes clases de queso?”. Pues vaya usted a saber que hubiera dicho el general si tiene que satisfacer a cientos de variedades de señores socios jugadores de golf.
Se habría pasado al croquet.