TPC Boston se vistió de gris golf. Es este un color que transporta al espíritu hasta esos campos británico mojados, a esos aires húmedos; a veces, viento, a veces, frío. No le importa a las nubes que esté comenzando septiembre, que se cosechen vides en otras latitudes o que haya playas llenas de veraneantes remolones.
Los comentaristas de televisión han evocado, casi sin pensar, el campo de La Galea, en Guecho. Pues, sí: Boston es un Neguri un poco americano y el campo de Norton como La Galea, pero sin ver los barcos salir del Abra buscando su Norte.
Estábamos en una extraña tercera jornada del Dell Technologies Championship, el día posterior al corte que ha dejado fuera del campeonato a Rory McIlroy, y a Billy Horschel, entre otros, y fuera de las eliminatorias de la FedEx Cup, por estar clasificados por encima del 70, a, por ejemplo, Adam Scott y al colombiano Camilo Villegas.
En días así, con la lluvia, la fresca brisa y los greens más lentos salen a flote los distintos temperamentos. O estás para jugar un golf serio o mejor te pasas por el bar de la Casa Club a discutir sobre el tamaño de lubinas que pueden pescarse en el área de los tres Estados.
La indumentaria era un síntoma. Todos vestían de negro, azul marino o gris marengo. Todos, menos el jovial Rickie Fowler y el vitalista Jhonattan Vegas que ponían el contrapunto con chubasquero blanco, y el venezolano hasta con pantalón blanco. También Justin Rose quiso poner una nota de color y se cubría el torso con una prenda verde mar.
Fuera de estos, las seriedad se hizo sólida y helaba el humor. Nadie reía. Tampoco los espectadores bostonianos que desafiaron las inclemencias.
El golf hace el ambiente y el ambiente hace el golf. Tengo un amigo de sutil inteligencia y fina educación trufada de aguda ironía que suele decir “el golf saca lo peor de mí”. Ciertamente ante un golpe algo desajustado se castiga con improperios que dirige contra sí mismo, sin molestar a los demás, pero radicalmente inmerecidos, porque enseguida hace un par y todo se olvida.
Pues en TPC Boston salieron a flote los temperamentos.
Para mal, para muy mal emergió la ira de la frustración en un desencajado Sergio García que, tras fallar de modo espectacular un putt desde fuera de green del hoyo 4, la tomó allí mismo con el suelo de Massachusetts, golpeándolo con violencia con su putter.
La gracia supuso la inutilización de la única herramienta – el putter – que se utiliza en todos los hoyos. Y le quedaban quince greens por visitar. De acuerdo con las Reglas no es posible cambiar el palo inservible a causa de la ira por otro en perfectas condiciones. Y el castellonense tuvo que emplear en cada green cualquier otro palo: un hierro, un híbrido, el driver o la madera 3. Algo inusual. Bueno, pues hasta hizo un birdie con la madera 3.
Y para bien también salieron los temperamentos flemáticos y los caracteres serenos. Por supuesto el más formal de todos, Dustin Johnson hizo un recorrido magnífico de -5 que le permitió subir hasta la 7ª plaza. Otro, más sonriente pero de moderación contrastada, el muy formal Marc Leishman (nada que ver Leman Brothers) se aplicó y en los últimos hoyos hizo tres birdies seguidos hasta empatar con el líder en Casa Club, donde le aguardaba la cara que sonríe poco.
Y ¿quién es el hombre que menos sonríe del circuito? El más triste no está: es Jimmy Walker. Pero ha dejado un delegado de toda solvencia: alguien que no cuenta un chiste, ni hace un gesto de satisfacción, ni nadie le ha visto en el campo gastar una broma.
Y este sábado en la oscura atmósfera, bajo la intensa lluvia y enfundado en colores luctuosos no iba a ser el primer día. No había venido a una fiesta, sino a trabajar. Y un día tenebroso es un día hecho para él. Ese era el líder en Casa Club: Justin Thomas: el angelito se ha hecho trece hoyos con tres golpes en cada uno, para un total en el día de 63 golpes, -8, para un total de -12.
Con ese juego del americano el temperamento del vasco Jon Rahm, que había salido líder, se tensó un punto y andaba en el filo de la irritación: no calculaba suficientemente bien las aproximaciones a green y se encontró en dificultades con putts extralargos o extracortos, que los de Bilbao no hacemos distingos.
Sin embargo supo concentrarse y pasar por alto que había perdido el liderato. Pudo recuperar algo en el último hoyo para terminar el día al par y el total de -9, a tres golpes de la cabeza.
Eso, la cabeza, es lo que no debe perder para el cuarto y último día, pues nada está perdido si tomamos con guía la alegría y la esperanza, que ya lo decía El Quijote: “las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias”.