Hace bastante tiempo, varios medios de comunicación, incluido Hechos de Hoy, se hicieron eco de la repercusión que estaba teniendo Valeria Lukyanova, también conocida como la Barbie humana. La ucraniana sorprendió a todo el mundo con su increíble parecido a la popular muñeca tanto en su rostro como en su cuerpo.

En su obsesión por parecerse al juguete, Valeria se sometió a múltiples operacione estéticas con las que logró su objetivo: lucir palmito como si de una verdadera muñeca se tratase. Blefaroplastia, liposucción, mandíbula y nariz nuevas, implantes de silicona y, cada día, menos costillas son algunos de los pasos que siguió Valeria Lukyanova para conseguir su cuerpo y rostro.

Sin embargo, en Halloween tuvo que vivir uno de los momentos más peligrosos de su vida. Dos hombres le atacaron llegando a propinarle una brutal paliza que le obligó a permanecer hospitalizada durante días en hospital. El suceso, tal y como Lukyanova aseguró, le dejó traumatizó a la joven ucraniana.

La chica, de 29 años, reconoce que quería fortalecer su musculatura para dejar atrás su escuálida silueta. Antes se implantaba pectorales para esquivar el deporte; en la actualidad, pretende convencer a sus seguidores de su querencia por los hábitos saludables. En una reciente entrevista declaró que ya no le gustaba su cuerpo, y que quería parecerse más a una guerrera amazónica.

Empezaba así su proceso de transformación del que ahora tenemos fotos: la Barbie humana sigue siendo una muñeca, pero con abdominales y músculos que le permitan defenderse. Las redes sociales de la joven Valeria fueron las encargadas de subir fotografías en las que aparecía en el gimnasio, mostrando sus progresos diarios y sus actividades físicas.

La Barbie humana sigue siendo una muñeca, pero con abdominales y músculos que le permitan defenderse. Las fotografías que colgó en las redes sociales provocaron un aluvión de críticas, algo que se esperaba, y la gran mayoría no dudó en tachar de “espeluznante” las poses así como su nuevo cuerpo.

Su fama llegó en 2012 cuando se publicaron unas imágenes suyas en las que su nombre era el más buscado en la versión rusa de Google durante semanas. Fue justo en la misma época en la que el artista neoyorquino Jason Freeny se hizo también internacionalmente conocido por una escultura en la que mostraba las improbables entrañas de la mítica creación de Mattel.

Su delirio tiene un nombre científico, se llama trastorno dismórfico corporal, también conocido como síndrome del espejo mágico, y consiste en una necesidad imparable de verse distinto, un mal kafkiano que no es sólo afecta a desconocidos que quieren saltar a la fama sino que pertenece a Hollywood por derecho.

– Ver en Hechos de Hoy: Valeria Lukyanova, la obsesión por ser una Barbie humana sin apenas cirugía