Sudáfrica, el reino del gran tiburón blanco y los escalofríos
Hay varios lugares en el mundo en los que se puede ver a este fantástico escualo como California o Australia, pero es en Gansbaai, donde las probabilidades de verlos son mayores.
¿Os habéis imaginado lo que es estar delante de un gran tiburón blanco? Acojona, ¿eh? Pues para que lo veáis de cerca, hoy os llevo a Sudáfrica, el reino y dominio de esta máquina perfecta de matar.
¿Quién no ha visto la película Tiburón? Entre la música, “tan-tan, tan-tan…”, y los dientes afilados de un tiburón inmenso se nos pusieron las cejas como viseras de turista china en la Puerta del Sol en pleno agosto (y a más de uno le dejó una selacofobia -miedo a los tiburones- galopante). Aunque este animal es un depredador excepcional, no es el bicho malo con manía persecutoria que nos muestra la película.
Como todo animal, necesita comer. A ver si es que nosotros no le hincamos el diente al atún. Pues ellos se lo hincan igual pero de una forma algo más tosca y sin servilleta. Al fin y al cabo, tartar de atún… ¿¿O no??
Este país es ciertamente espectacular. Tiene de todo y es una gran opción adecuado como primera experiencia en el continente. Por un lado porque tiene infraestructuras y ciudades con todos los servicios y, por otro, porque puedes disfrutar desde safaris a tribus pasando por playas, montañas, buen vino y, en fin, como os digo, de todo. Podrías pasarte meses sin cansarte y también usarlo como base para visitar países cercanos. Todo un lujo. Por ejemplo, en mi opinión, Ciudad del Cabo es la mejor ciudad de África con diferencia. Eso sí, allí no sientes que estás en África…
Ya os iré contando mis aventuras por allí que son muchas pero hoy me quiero centrar en una en concreto. Una que siempre quise experimentar y que, aunque entiendo que no es para todo el mundo, fue genial y que repetiré cuando vuelva.
Aprovechando una expedición por África que salía de Ciudad del Cabo, me aseguré de pasar unos días antes por la zona para ver tiburones blancos desde dentro de una jaula. Yo soy un ávido buceador aunque reconozco que, hoy por hoy, si no hay bichos grandes bajo el agua, me atrae menos la inmersión. Así que recién llegado a Ciudad del Cabo y ni corto ni perezoso (frase de bisabuelo), me fui a Gansbaai a zambullirme con mis nuevos amigos de dientes terroríficos.
Hay varios lugares en el mundo en los que se puede ver a este fantástico escualo como las costas de California, el sur de Australia… pero es aquí, en Gansbaai, donde las probabilidades de verlos son mayores. Y no nos llamemos a engaños, el tiburón blanco habita en prácticamente todos los mares del planeta. Sí, en el Mediterráneo también, aunque la posibilidad de verlos aquí es más bien remota. Ya me gustaría a mí…
En Gansbaai (a unas dos horas de Ciudad del Cabo) tienen todo muy bien organizado y existen varios operadores que te llevan al lugar sin problemas. No os penséis que esta es una de mis aventuras enrevesadas en lugares inaccesibles. No, no. Aquí es más en plan excursión en grupo así que cualquier persona con ganas lo puede hacer.
Te reciben con un desayuno cargado de calorías y te explican cómo va a funcionar el asunto. Aparte de darte el desayuno porque son muy simpáticos, atentos y cobran por ello, supongo que lo hacen también porque no quieren que a nadie le dé un jamacuco en el barco. Nada de: “Es que estoy a dieta y como cual gorrioncillo…”. Creedme, el agua está muy fría y son muchas emociones así que lo quemas todo. Y si ves que no, pues oye, te tiras al agua fuera de la jaula y vas a ver que musculitos sacas nadando hasta la costa perseguido por un pececillo de más de cinco metros.
Una vez montados en el barco te hacen un “briefing” para que todos los asistentes conozcan a fondo las medidas de seguridad y sepan más sobre el tiburón blanco y su comportamiento. Los nervios empiezan a aflorar entre los presentes. ¡Ojo! que había una niña de ocho años allí con dos… Claro, con la pequeña presente no nos quedaba otra opción a los demás que la de hacernos los machitos.
Al llegar al lugar, todavía con la costa visible, te encuentras con aguas de una tonalidad verde oscura algo tenebrosa. En ese momento, bajan la jaula y empiezan a tirar cebos con sangre. Es una especie de potaje de cabezas de pescado gigante con a saber qué más. El caso es que la sangre atrae a los escualos que están por allí dándose su paseo matutino y charlando de sus cosas. En pocos minutos, llegaba el primero… de unos cuatro metros, despreocupado él al principio pero al poco tiempo empezó a cargar contra la jaula abriendo las mandíbulas de par en par.
¡Era el momento de entrar en la jaula! Te ponen un peso para que no flotes con el traje de neopreno (como os decía, frío, frío…) y te quedes ahí bien anclado al terror. Desde la cubierta más alta del barco los van divisando y te indican por dónde te va a llegar el tiburón. ¡¡¡ES UNA PASADA!!! “¡Por la izquierda desde abajo!”, “¡Por la derecha desde la superficie!… y todos allí como si estuviésemos viendo un partido de tenis con la cabeza de un lado a otro.
Es un animal muy veloz y a veces ni lo ves venir. Como no hables inglés irás de susto en susto… En muchas ocasiones mordían la jaula ¡¡y podíamos ver esos dientes como puños y esos ojos desafiantes a escasos centímetros!! Si os lanzáis algún día, ni se os ocurra sacar un pie o una mano porque os podéis quedar como el grandísimo Blas de Lezo.
Tras muchas pasadas y varios ejemplares, apareció una hembra de más de cinco metros y probablemente más de dos toneladas. Nos quedamos todos atónitos. En líneas generales, este animal puede superar los siete metros habiendo registros que hablan de 10 metros o más. Magnífico, supremo y todos los adjetivos que se os ocurran aplican al gran tiburón blanco.
Después de las emociones, un tentempié y a comentar la experiencia: “¿Viste cuando casi se mete por arriba de la jaula?”, “Sí, sí, justo antes de que casi me quitara una oreja”… En definitiva, todos contentos y felices con la experiencia, un lote de recuerdos más para la mochila y nuevos amigos en ese gran país que es Sudáfrica…
Si quieres ver más experiencias con tiburones, no te pierdas Fakarava en la Polinesia Francesa, Palaos o Belice. Y si deseas leer más aventuras en África, haz click aquí.
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