¿Os gustaron los gusanos de la semana pasada? pues hoy seguimos en Burkina Faso y, en concreto, en los alrededores de Bobodioulaso, donde os decía que eres bobo si no te comes unos gusanos si estás de paso. Si no leísteis el post de la semana pasada, haced click aquí y subíos al tren. ¡Piiiii Piiiiiiiiiiii! seguimos…
Bobodioulaso, o Bobo sin más, es una pequeña ciudad que, para mí, es uno de los sitios más agradables de toda la región para pasar unos días de relax. Tiene algo especial y no soy el único que lo dice. El lugar y sus alrededores… es que rejuvenecen. Te dan ganas de quedarte unos días más. Se come decentemente, la gente es genial, hay muchas cosas que ver y se puede ir caminando a todas partes…
Se puede llegar en avión, en autobús o en tren. Nosotros fuimos en tren que, aunque creo que llegarías antes corriendo, es toda una experiencia. No se puede fumar ni en las estaciones. Por no poder, no te dejan ni hacer fotos sin un permiso especial. Pero… estamos en África… faltó un ratejo para estar fumando al final del tren haciendo turnos de vigilancia (con los locales) para que no nos pillaran y medio cuerpo fuera del vagón.
Era muy divertido ir caminando por los vagones lanzando miradas conspiradoras a los compinches de la “fumadera” para montar el plan de turnos e ir todos a la vez. Hice muchos amigos allí esquivando las ramas de los árboles con el tren en marcha…
Son unas cuantas horas y los asientos son… vamos a decir que son irrompibles. Esto ya descarta cualquier tipo de zona blanda. Plástico duro, duro y culo “cuadrao”, “cuadrao”. Para comer, bueno, lo que llevaba, gusanos. Sí, sí, gusanos verdinegros gorditos y alargados. Para chuparse los dedos. Jo, lo que daría por un bicho de esos tan ricos ahora mismo.
Bobo tiene un casco antiguo de lo más interesante, aparte de una mezquita que quita el hipo. La ciudad antigua está dividida en cuatro barrios: el de los animistas (con sus fetiches mágicos y restos de sacrificios por las calles… rituales para que llueva y a saber qué más -tampoco pregunté mucho, no fuera a ser que saliera de allí con una pata de gallo virgen empapada en sangre de cordero sacrificado en día de luna llena… quita, quita…-), el de los musulmanes (que parecen ser los que cortan el bacalao en la zona), el de los músicos (allí con sus tamborcillos: “porróm-pompóm, porróm-pompero…”) y el de los artesanos (que trabajaban el hierro, el bronce… y hacen cositas muy bonitas, grandes y chiquititas, que desafortunadamente hoy en día no compra ni el tatito porque hay pocos turistitas…).
Uno de los platos típicos de Bobo son los gusanos. Los que iba yo comiendo en el tren. Reconozco que, a primera vista, no son muy sugerentes ¡¡pero están buenísimos!! bueno, para mí que como de todo. Los hay fritos… duros y crujientes… mmm… que ricos… o en sopa… blanditos y escurridizos… mmm… que suculentos… No pongáis esa cara que luego os vais a Francia y pedís escargot que queda muy “fisno” y os quedáis tan panchos, ¿¿no??
Pero Bobo no acaba aquí, a unas decenas de kilómetros queda una cascada con unas vistas fantásticas y la posibilidad de bañarse. Está dividida en tres etapas y se está muy a gusto por allí de caminata, picnic o de chapuzón. Los jóvenes locales se pasan el día por allí pescando y te puedes echar unas risas con ellos.
A otros tantos kilómetros están los geniales Picos de Sindou. Unas formaciones rocosas impresionantes creadas por la erosión en una colina. Las vistas son supremas y hasta se han rodado películas allí. En un tiempo esta colina estuvo habitada por algunas tribus que huían de los conflictos en Malí pero no había agua y tanto iba el cántaro a la fuente que, al final, se hicieron la casa al lado de la fuente y mandaron el cántaro a freír puñetas.
Los que sí se quedaron por la zona son unos divertidos milpiés gigantes (que no ciempiés ya que ese es otro bichejo) o, como los llamo yo, mogollóndepiés. No se los conté pero eran muchos. Muy entretenido jugar con ellos antes que te piquen y te dejen ahí con convulsiones “to tirao”, jejeje.
Bueno, realmente no pican pero liberan cianuro que suena así como fatal de la muerte pero nada, nada… a jugar con mi nuevo y simpático amigo… (¡ojo! hay personas sensibles a esta cantidad de cianuro. No os vayáis a emocionar por leer esto y tengáis una reacción fuerte en la piel o algo peor).
Tras todos estos lugares bellos, hermosos y cargados de mucha emoción (suspiros) hicimos el camino de vuelta a Uaga pero esta vez en autobús. La experiencia es definitivamente distinta.
El bus va más rápido y hace paradas cada cierto tiempo para ir al baño. Es una escena de lo más curiosa… se bajan 50 y tantas personas, todo el mundo se dispersa y cada uno se coge un arbusto, árbol o lo que encuentra para hacer pipí, popó, pupú… dejan el sitio como para no volverlo a pisar en un mes y siguen camino buscando el siguiente lugar donde volver a arrasar…
De traca… Aunque, las cosas como son, si no, ¿cómo se va a hacer pipí, popó, pupú? que todavía no he visto muchos autobuses grandes en África (menos en Sudáfrica) con baño. Y si alguno lo tuvo… estaba lleno de plátanos, gallinas o maletas y hasta polizones.
Uaga nos esperaba para estar unos días más haciendo otras cosas, hablando con otras gentes y como víspera de nuevas aventuras y lugares apasionantes por el continente llamado maldito…
Antes de despedirme, por si no lo había dicho ya, quería agradeceros a todos los que me habéis escrito comentando lo tanto que os alegra leer mis artículos. Me da mucha satisfacción contribuir un poquito a vuestra felicidad semanal. A vosotros, muchas gracias y, en general, a todos, de verdad, muchas gracias también por leerme cada siete días.
Y aquí os dejo hoy. Si queréis seguir leyendo aventuras por África, haced click aquí.