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LA MAGIA DE PERÚ

Viaje al Titicaca, el misterio de Nazca y una de patatas con barro

Desde Puno accedimos al lago y fuimos a la isla de Taquile para compartir con sus habitantes y disfrutar de sus vistas antes de seguir a las maravillosas islas flotantes de Uros.

Hechosdehoy / José Antonio Ruiz
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¿Os gustaron el Camino del Inca y Machu Picchu? ¡Pues hay mucho más en Perú! ¿Qué son las misteriosas líneas de Nazca? ¿Cómo viven en el lago Titicaca? ¿Se pueden comer las patatas crudas? ¿Y el barro? Hoy, todo esto y más.

Tras las emociones vividas en las sendas de altura del Camino del Inca y de sentir la energía de Machu Picchu, seguimos viajando por Perú.

Nos pusimos como objetivo llegar al lago Titicaca pero antes, en los alrededores de Cuzco, en unas ruinas de cuyo nombre no quiero acordarme (bueno, en este caso más que no quiero es que no puedo), un señor empezó a cavar en el suelo. Después de unos minutos, con un agujero de casi medio metro, empezó a sacar barro y nos lo enseñó. Claro, lo primero que le dijimos fue: “No, buen hombre, no se coma eso que ya le invitamos a algo ahora”. A lo que nos respondió algo así como: “¡Que no pe! ¡guardá la guita mi causa! probá que está harto pitri mitri!”. Comprendimos (a medias) que era para que lo comiéramos nosotros y que estaba… pues eso, pitri mitri a tope.

Después de mirarnos todos con caras de estupefacción, procedimos. ¡Y estaba bueno el barrito! Acto seguido, el hombre sacó unas patatas crudas de un saco y nos las ofreció también. Nos habíamos venido arriba así que le dijimos: “¡Claro! ¡Traiga esas papas pacá que nos las metemos entre pecho y espalda en cero coma!”. Y devoramos todo el barro y todas las papas… Si llega a sacar una pezuña de llama nos la comemos fijo. ¿Sería el hambre? No lo sé, pero doy fe de que, en Perú, ¡hay barro y patatas crudas que se comen!

Una de las sensaciones que transmite este país es similar a aquellas que ofrece Bolivia. Otra maravillosa nación. Quizá por algunas semejanzas culturales, quizá por las alturas o quizás por lo que comparten. Y de lo que comparten, hay algo que destaca: el Lago Titicaca.

Este lago, de belleza incontestable, es el lago navegable más alto del mundo. Que suena muy bonito pero que a más de uno le puede dar dolor de cabeza ya que está a más de 3.800 metros de altura. En cualquier caso, un poco de aclimatación y listos o a mascar hoja de coca (la que veis en la foto principal de este post).

Nosotros llegamos desde Cuzco, al amanecer y en coche. Condujimos toda la noche. Una noche cerrada, cerrada… oscura, oscura… con una carretera solitaria, solitaria… Sólo faltó la clásica niña de cara pálida con vestido blanco y un cuchillo en la mano en una curva cerrada. Sí, de esas a las que cuando luego miras por el retrovisor ves que le falta media cabeza. Vamos, como para hacerse “titicaquita”.

Desde Puno accedimos al lago y fuimos a la isla de Taquile donde pudimos compartir con sus habitantes y disfrutar de sus vistas. Es un lugar encantador y si te escondes entre un rebaño de llamas no te encuentra ni Blas. De vuelta paramos en las islas flotantes de los Uros… ¡Oh! ¡¡QUÉ LUGAR!! No creo que hayáis visto un lugar de estas características en algún otro lugar del mundo aunque ya parece que se han empezado a hacer en Bolivia. Son islas que flotan y están hechas de totora (un tipo de hierba local) tejida. Y allí, sin más, plantifican sus casas construidas con el mismo material.

Cuando desembarcas en estas pequeñas islas el suelo se siente mullido a tu paso. Es increíble. Los niños se te acercan con sus mofletes castigados por el sol, curiosos y entusiasmados con tu visita. No sólo se ve totora por allí. Los colores fluyen de los tapices que tejen allí mismo.

Su forma ancestral de vida es muy distinta a la nuestra y sus costumbres son de lo más particular. Por ejemplo, para hacer sus necesidades van a otra islita destinada a tal efecto. Claro, van una vez al día pero están acostumbrados. Como para llegar allí con la vejiga como un balón o algo peor. Pero siempre hay soluciones.

Al regresar a Puno nos fuimos a disfrutar de la animación del mercado de noche. Allí compré una guitarra negra que antes de llegar a mi casa dio vueltas por todo el mundo. ¡Ojo! con esto no digo que sea un virtuoso de tan genial instrumento. Lo chapurreo y punto.

Y llegaba la hora de seguir ruta y fuimos a Juliaca para abordar un avión para ir a Lima. Nada más llegar al aeropuerto… ¡sorpresón! Nuestros asientos se los habían asignado a otras personas que habían llegado antes. ¡¡Estrés!! Se lió parda en el aeropuerto pero os haré el cuento corto. Una hora más tarde estábamos cómodamente sentados en el avión pero no esperábamos lo que estaba a punto de ocurrir. Ya sabéis: “Señores pasajeros, les damos la bienvenida al vuelo tiquití, tacatá, titicacá…” y el aparato empieza a correr por la pista a toda velocidad. Cuando despega, al poco tiempo, hay una fuerte turbulencia y caen todas las mascarillas de oxígeno. ¡¡¡MUCHO MAS ESTRÉS!!!

La gente empezó a mirarse con los ojos desorbitados y no faltó el oportuno (y estresante) desgarrador grito de “¡¡¡VAMOS A MORIIIIIRRRRR!!!” desde el fondo del avión. Yo me acordé de lo que me dijo una amiga austriaca años atrás en Nepal sobre ponerse el pasaporte en la boca ya que al morir, la mandíbula se cerraba fuertemente y así te reconocían aunque estuvieses hecho una tortilla. Yo pensé: “Pero qué mandíbula ni que leches… ¡¡A mí esa mascarilla!!“. Las únicas mandíbulas a mencionar eran las desencajadas de todos los allí presentes.

A lo pocos minutos, como caído del cielo, nos habló el comandante con mucha tranquilidad diciendo: “Señores pasajeros, lamentamos que el sistema de las mascarillas se haya activado sin razón aparente. Vuelvan a sus asientos y disfruten del vuelo y del servicio a bordo. Hoy, como siempre, pasta o pollo…”. En ese momento, los casi 130 pares de ojos volvieron a sus órbitas, el mismo número de mandíbulas se encajaron y las mascarillas subieron… El resto del vuelo, en tensión…

Cada vez que se oía un ruido o se movía un poco el avión, surgían los comentarios y a más de uno se le inyectaban los ojos de sangre. Tampoco faltaba el que siempre tiene una explicación del tipo: “Ese ruido parece ser la contrapelusa del anclaje del perfuconductor…”. En fin… con una explicación así se te inyectan los ojos igual.

Pero llegamos bien. Si no, que leáis este post sería más misterioso que lo último que os voy a contar, de momento, sobre Perú. ¡Las líneas de Nazca! ¿Os han hablado de ellas alguna vez? es un lugar lleno de misterio.

El desierto de Nazca se encuentra a unos 430km de Lima en un entorno que bien podría ser de otro planeta. Y eso no es lo más impresionante sino los geoglifos que allí se encuentran. Son líneas de unos 30cm de ancho y de hasta cientos de metros de largo sobre el terreno.

Vistas desde el suelo, no se distingue nada pero, ¡ay, amigo! Si te subes a un avión verás un cóndor, un mono, una araña, una ballena y hasta un astronauta… Más de 30 se pueden contar de este tipo y cientos de líneas, espirales y figuras geométricas. Realmente digno de ser visto. Y no me refiero a: “Anda, aquello, si cierro un poco los ojos y miro hacia un lado, parece una araña…”. Como con las piedras o las nubes. No, no, no. La araña es una araña y el mono es un mono y lo identificaría hasta un niño de dos años con gafas de culo de botella y un parche en un ojo.

Datan del año de Maricastaña. Bueno, literalmente eso no sería correcto porque Maricastaña era una mujer del S. XIV y estas líneas datan, según el carbono 14, del S- VI en gran parte. ¿Y de dónde provienen? ¿Qué significan? Pues comenzaré diciendo que es uno de los misterios arqueológicos más grandes de la historia. Hay decenas de teorías sobre su origen. Desde simples caminos y centros rituales hasta conexiones extraterrestres y diferentes fenómenos paranormales. No por nada se han escrito libros, se han hecho documentales y tramas de películas se han inspirado en estas líneas. Aunque hoy en día hay teorías que parecen estar muy cerca de la verdad, yo voy a dejar que cada uno saque sus propias conclusiones…

Nosotros nos montamos en una avioneta y las vimos, alucinamos y sacamos unas fotos terribles. Sobrevolar ese desierto identificando cada figura no sólo es divertido sino único de verdad.

Y pasaron muchas más cosas en Perú pero esas, quizá, os las cuente el año que viene. Lo que sí está claro, y como habéis visto, es que Perú es mucho Perú.


Niña tapada con hojas de coca. (Foto: J.A. Ruiz)

Si queréis leer más sobre América del Sur del blog de TravelZungu en Hechos de Hoy, Surinam, un gran país desconocido y olvidado de América Latina o también Los Roques, aguas cristalinas y playas de ensueño en Venezuela

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