Ya decíamos ayer que la organización del Masters de Augusta había alterado la última jornada. La previsión de tormentas para la tarde del domingo era fiable. Por ello, se adelantaron las horas de salidas: los primeros partidos saldrían a las 07:30 horas; se dispusieron salidas por los hoyos 1 y 10; y se decidió que los partidos fueran de tres jugadores y no de dos como es habitual. Había que asegurar que el primer major del año terminase en este domingo.
El partido estelar salió a las 09:20. En él jugaban Tony Finau (-11), Tiger Woods (-11) y Francesco Molinari (-13). Los números entre paréntesis eran el resultado de los jugadores a esa temprana hora de la mañana.
El recorrido de Augusta National estaba exuberante. A Margarita, mi más bella prima, le subyuga cuando está vacío y puede apreciarse el campo no como un lugar de deporte, sino como un jardín cuidado en todo detalle. Le gusta en silencio. Le gusta en esa ordenada belleza que alguien titulo un día como “la conjunción perfecta entre botánica y golf”.
A mi no me gusta la palabra “botánica”; a mi primo Gonzalo no el gusta la palabra “golf”: prefiere el verbo cabalgar. Pero, qué más da. Augusta vacío te llena de primavera los últimos alveolos, puede estremecer el corazón y transportarte a un paraíso que no es de aquí.
No hay más que mirar los “mil distintos tonos de verde” como paisajes de Catamarca, que cantaban Los Chalchaleros. Los diferentes cortes de la bermuda y los reflejos del sol sobre la superficie o las sombras de los pinos parecen esparcidos para enamorar.
Sí, no hay más que dejarse embriagar por los colores del olivo oloroso (Ognatus fragans); que te acaricie la piel de la hoja del magnolio (Magnolia grandiflora); que te haga soñar con el aire templado de Georgia la hermosura del enebro de Virginia (Juniperus virginiana) o contar con los ojos cerrados hasta quedar dormido las 30 variedades de azalea que suman más de 1.600 ejemplares por la orilla derecha del hoyo 13.
En fin, el bien amado para un jugador de golf sentimental tiene un nido entre el hoyo 11 de Augusta y el recodo final del green del hoyo 13. Augusta y amén. Amen Corner. Bendición cuando está sin miles de fogoso fanáticos del golf, cosa que no ocurre en el segundo fin de semana de abril.
Cuando llega el Masters de Augusta los que disfrutan son los miles y miles de entusiastas seguidores de estrellas. Y más si son los más importantes del mundo, como ha sucedido en esta edición donde estaban 50 de los 50 primeros del Ranking Mundial. Ninguno ha fallado, como no han fallado ninguno de los que había conseguido clasificarse.
Y el campo estaba a reventar de público. Quién iba a perderse lo que luego sucedió.
La atención estaba centrada en el partido estelar donde en los primeros nueve hoyos no ocurrió nada especial. La carga emocional no está en esos hoyos donde la clave es jugar a no perder.
El líder del momento, Francesco Molinari, hizo un bogey al hoyo 7 que compensó con un birdie al hoyo 8, terminando al par esa parte del recorrido. También ahí iba al par Tony Finau con bogey al hoyo 5 y birdie al 8. Tiger Woods había conseguido bajar a un solo golpe la inicial diferencia de dos gracias a tres birdies por dos bogeys.
Sólo un sinuoso Dustin Johnson llevaba en esos primeros nueve un parcial de -4; pero no era algo de temer, aún. El propio Jon Rahm iba muy digno a esa altura con -2 en el día. Ya digo nada que temer para los líderes.
Pero pronto, como en la vida, llegan las sorpresas. Sí, las malas noticias son siempre madrugadoras. Como me dijo alguien a quien mucho amaba y a quien diagnosticaron una grave enfermedad. “Hum, en que mal momento me llega esta noticia”, para añadir con su habitual humor, “bueno, la verdad es que no sé nadie a quien esto le llegue en buen momento”.
Pues en mal momento el diseñador del hoyo 12 se levantó una mañana para dibujar esa trampa. Para mayor sarcasmo este hoyo se llama Golden Bell. Pues, la verdad, es que ni Tony Finau, ni mucho menos el líder del momento Francesco Molinari debieron escuchar campanas de gloria cuando enviaron sendas bolas al Raes Creek, arroyo frontal que protege el green.
Para Molinari fue el comienzo del final. En ese hoyo Tiger tiraba después del italiano y no arriesgó. Cogió green por la parte más fácil para culminarlo con par mientras Molinari hacía doble bogey.
Otro doble bogey por error en el tercer tiro del hoyo 15 que también acabó en el agua, fue la puntilla para un Francesco Molinari que había logrado estar 49 hoyos sin bogeys.
No es Tiger Woods persona mal educada que desprecie los regalos. Acogió concentrado esta situación y ganó el Master de Augusta. Patrick Reed, ganador del año anterior, cumplió con la tradición y le enfundó la chaqueta verde de vencedor. La quinta del Tigre, que se suma a las ganadas en 1997, 2001, 2002 y 2005.
Emoción por el décimo quinto major que gana; a sólo tres del récord de 18 de Jack Nicklaus.
Pero sobre todo emoción por subrayar con esta victoria el final de los sufrimientos que le tuvieron fuera de juego durante dos años. Gran Tiger Woods en su tenacidad por volver a acariciar el cielo deportivo y abrazarse victorioso a su madre y a sus hijos. Ha vuelto la sonrisa.