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ABUELOS ACEITUNAS

Nuestros mayores o enfermos de Alzheimer no pueden caer en el olvido

Pasamos por alto que, sin lo que nuestros mayores lograron para todos, difícilmente disfrutaríamos hoy de los niveles de bienestar que tenemos y que nunca antes tuvimos.

Hechosdehoy / Ana Romaz
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Hay lugares donde el egoísmo y el egocentrismo, que suelen acompañar al desarrollo económico, hacen que, tanto los gobernantes como muchos ciudadanos, vivan la vejez, o una enfermedad como el Alzheimer, ajena como una carga molesta y pesada.

Falta la empatía necesaria para ver más allá del propio ombligo, y por el camino se quedan el respeto y la atención que merecen los que nos precedieron e hicieron posible, -con su esfuerzo, trabajo y la voluntad de dar una vida mejor a sus hijos-, la vida tal como la disfrutamos hoy.

Los individuos, muchas veces agobiados por sus propias vicisitudes vitales, encuentran, a menudo, justificación a su olvido en los numerosos problemas, la excesiva carga de trabajo y un sinfín de razones que no por ciertas hacen menos lamentable el abandono.

Pero esta es, al fin y al cabo, una cuestión personal. Allá cada uno con como gestiona la atención y el cuidado de sus mayores. Si el ciclo de la Vida se cumple, antes o después, se verán recibiendo de sus hijos el mismo trato que ellos dieron a sus padres.

Pero lo que me parece injusto en extremo, vergonzoso y lamentable, es que quienes gobiernan olviden a los ancianos y a los enfermos de Alzheimer. Nada seríamos sin ellos, pero este atroz sistema económico concede valor en la medida en que producimos y aportamos. Pasamos por alto que, sin lo que nuestros mayores lograron para todos, difícilmente disfrutaríamos hoy de los niveles de bienestar que tenemos y que nunca antes tuvimos.

España no ha sido, históricamente, muy afortunada con la sensibilidad social de los que nos han gobernado… y eso no parece mejorar. La crisis que estamos pasando ha venido a ser la excusa perfecta para justificar, una vez más, el abandono, el empobrecimiento y las malas políticas en la atención de los ancianos.

Con una red de residencias públicas escasa e insuficiente, con unas pensiones mínimas para una gran parte del colectivo, con medidas de apoyo a la familia que demuestran su fracaso en la ínfima tasa de natalidad de nuestro país, con,-una vez más-, la desatención de los gobernados,… con todo ello, aquellos que deberían de velar por unas condiciones de vida dignas para los que ya hicieron su parte, demuestran su ineficacia y desinterés en este tema.

Y si se tiene la opción de elegir asistencia privada para nuestros ancianos más vale que no esperemos una calidad de asistencia acorde a los precios que vamos a pagar. La falta de cultura y sensibilidad asistencial se pone de manifiesto, lamentablemente, en muchos centros “profesionales”. Hay excepciones, ¡claro está!, lugares donde se entiende la atención a los mayores desde el respeto, la educación y la profesionalidad de verdad. Hay excepciones, pero ¡tan escasas!.

Y, dicho sea de paso, no nos convierte en “profesionales” el hecho de cobrar por nuestro trabajo; lo que nos hace merecedores de ese título es realizar nuestra labor, sea la que sea, desde la honestidad y la voluntad de dar lo mejor de nosotros mismos.

Si me imagino la tesitura de ser atendida en mi vejez y tengo que soportar que me hablen como a un niño, o peor…como si fuera boba; si me van a imponer un horario cuartelero y mi capacidad de elegir y decidir va a ser ignorada abiertamente; si me van a tener “tranquila” a base de medicación, si voy a quedar en un simple número de cliente y de cuenta bancaria… si todo eso llega, tendrán que entender que la rabia y la frustración pueden llegar a ser épicas. Y entonces tendrá sentido el malhumor, el mal carácter y las quejas, las pocas ganas de vivir… e incluso lo de convertirse uno en un “abuelo guerrillero”

No se si será porque los años pasan rápidamente y aquel horizonte lejano de “hacerse mayor” está cada vez más cerca pero, nunca como ahora, había tenido tan clara la sensación de que somos “aceitunas humanas”…una vez utilizada la pulpa se escupe el hueso.

Mal va una sociedad que no protege, atiende y aprende de sus ancianos. Y yo, por lo que pueda pasar, voy a practicar tácticas de supervivencia.

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