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El jugador español sigue con grandes resultados y disfruta con su trabajo. Hay gurús de la dirección de empresa que dicen que pasarlo bien en el trabajo es fundamental para alcanzar objetivos. No sé. Será verdad si ellos lo dicen, pero claro hay trabajos y trabajos. O mejor: hay personas, hay entornos y hay ocupaciones que lo ponen muy difícil. Supongo que también importa cómo cada uno gestiona las contrariedades. Y si no recuerden a Leoncio el León y Tristón, y la diferente manera de afrontar la común adversidad.
Para aumentar las ventas de libros de autoayuda, a ese buen rollo con la realidad circundante lo llaman ahora inteligencia emocional, pero para mi tía Alicia la actitud serena y positiva hacia el exterior se llama urbanidad y un caballero y una dama de valía deben conservar la compostura en todo caso.
En cambio, la quiro-fisioterapeuta de mi prima Margarita dice que nada de eso, que si uno se siente mal tiene que decirlo para que no le salgan tensiones, migrañas y contracturas. Es más, esta docta descontracturadora afirma que cuando uno esté indignado en extremo (ella utilizó otra expresión) lo que hay que hacer es ir a un monte y proferir a voz en grito todo tipo de improperios, palabrotas y tacos gruesos. Y así, por lo visto, vuelve el karma o lo que sea que descongestiona huesos, músculos y tensiones.
Personalmente creo que ambas posturas olvidan que el golf imita a la vida y es aquí donde viene como anillo al dedo aludir a Miguel Ángel, este chaval de 50 años que juega al golf profesional con una regularidad y unos resultados admirables.
¿Y que tiene el Pisha que no tengan los demás, abstracción hecha de la edad? Pues una armonía entre su mente y el swing.
A este malagueño ¿le gusta la victoria?: claro que sí. ¿A este cincuentón le gusta ganar dinero dando golpes a una bola con un palo? Pues, también sí. ¿A este pelirrojo de pelo largo, sonrisa pronta y puro en boca le chifla que le aplaudan al final de un partido?. Por tercera vez, claro, claro que sí. Pero llegados a este punto hay que precisar que el juego de Miguel Ángel de estos años no está determinado por la obsesión de ganar, por la avaricia del tener o la rendición ante el halago. Más bien ha llegado a ese momento vital dulce donde disfruta con lo que hace mientras hace lo que disfruta.
Esto de la actitud personal y la motivación en el golf es como fumar en el embarazo. Me explico antes de que un talibán antitabaco me denuncie ante Estrasburgo, que en esto no tendría el mal hadado Tribunal empacho en alargar condena a este humilde amateur.
Resulta que una cuñada de mi prima Margarita quedó embarazada y ella le acompañó al ginecólogo en la primera visita. El doctor le hizo un montón de preguntas útiles y aquella cuñada hizo la pregunta inútil.
.- Doctor ¿Y de fumar?
.- Mejor que no – respondió el médico. Luego al ver la cara de aquella fumadora- le preguntó -: ¿Cuánto fuma?
.- Un paquete de rubio – musitó con un apenas audible suspiro de voz la embarazada.
.- Mmm – dijo el doctor como suelo decir yo ante un dilema –
Fumar no es bueno, pero si se modera será menos malo. En su caso, la adrenalina de la abstinencia absoluta es más tóxica para el bebé que la nicotina.
Exacto. Muchos por el afán de victoria, de aplauso o de simple perfeccionismo hacemos un swing tóxico que cursa en tensiones y sufrimientos estériles para hacer el buen golf. No así Miguel Ángel Jiménez, que desde hace años se planteó jugar pasándolo bien; ponerse retos pero no unas cadenas; gozar de la sutileza de la competición y de la artesanía de este deporte. Al final el golf es belleza hecha con las manos y los brazos y eso no tolera, sin entrar en quiebra, ser mezclado con la vileza de la vanidad, la soberbia o la mezquindad. Al menos mientras se juega.
También hay en el juego de Miguel Ángel una característica importante: la sencillez. Es como si al llegar a la bola y ver la bandera se dijera a sí mismo: “lo qué es, es; y lo que no es, no es”. Y luego, ejecutara el golpe sin complicaciones.
Dice mi prima Margarita que al salir de la consulta su amiga encendió un Marlboro y ambas sonrieron mientras escuchaban a otra paciente que estaba en la puerta hablando por teléfono con su comadre.
.- Niña, to’ bien – sentenciaba la señora por el móvil -. Ná: sólo m’ha disho que tengo una miajita de sirculasión.
Pues eso es lo que el juego del Pisha exhibe: armonía, sencillez y una miajita de circulación del swing a través de la bola.
Ahora, usted y yo.