Hubo una vez en Estados Unidos un presidente con nombre de palos de golf. El mismo nombre que mi driver y mis maderas de calle: Cleveland. Sí, el Grover Cleveland.
Este singular presidente, observó con atención que si cedes a los comunistas y a los socialistas las cosas no terminan de funcionar. Principalmente por la adicción que tienen al dinero de los contribuyentes. Y a protagonizar de vez en vez acontecimientos que sabes como empiezan pero no como acaban.
Concretamente el 1 de mayo de 1886, los seguidores de la Primera Internacional organizaron el consabido festejo del Día del Trabajo. Esta vez, y no es la única en la historia, la cosa se le fue de las manos a los líderes obreros. O sea, empezaron a volar por igual adoquines, porras, cascos de policía urbana, cristales rotos y farolas, en lo que se conoce como Reyerta de Haymarket. Era ya 4 de mayo en Chicago y el desmadre todavía duraba con gran alborozo de las clases populares que, probablemente, no jugaban al golf ni gozaban de otros entrenamientos tan emocionantes como descalabrar policías municipales.
Para el comunismo mundial posterior el presidente Cleveland dejó de ser un tipo con el que salir a tomar unas copas. Y ¿por qué este rechazo? Pues resulta que el conspicuo político, decidió que para marchas obreras en mejor las organizadas por La Nueva Orden de los Caballeros del Trabajo (Knights Labor).
Estos señores limitaban su manifestación anual, comenzadas un 5 de septiembre de 1883, a pacíficos paseos por las aceras de la ciudad sin incomodar el trafico de diligencias y coches de caballos. Es cierto que, en momentos de especial fervor sindical, proferían algún eslogan o cantaban una marcha irlandesa. Pero siempre lejos de los adoquines, los cristales y las farolas. Ya les digo, a lo más gritos a coro del tipo “Los obreros contentos dan más rendimiento” o “Jornada de ocho horas, sin más demora”.
Este espíritu gustó tanto a Grover Cleveland que consagró el primer lunes de septiembre como fiesta federal del Labor Day, para anatema de comunistas y regocijo de los obreros americanos que podrían ese día ir al parque, al beisbol o a Boston para ver la ronda final del torneo de golf Dell Technologies Championship. Por eso tenemos golf americano un lunes de septiembre: ¡Gracias Mr. Cleveland!
Mi tía Alicia, prefiere por esto también a Cleveland y a todos los que jugaban al golf como Eisenhower, Kennedy, Bush y, por supuesto a Trump. A este, mayormente para fastidiar a sus compañeras de bridge.
Pero hora es de volver al Dell Technologies en su ronda final, donde en su partido estelar dejamos ayer a un héroe mejicano, Abraham Ancer, con un señor de distinguido porte y apellido de tonos galos, Bryson DeChambeau.
Con su gorra blanca distinta a todas; con todas la varillas de los hierros de la misma longitud, pero sobretodo con un estado de forma y un fuerza mental como no había otra en el campo estuvo siempre arriba.
Hubo un momento en que sin embargo algo nubló el horizonte de este joven deportista. El jugaba los hoyos centrales de los primeros nueve y de los segundos nueve llegaba un aroma de Atlántico y lava.
Era Rafa Cabrera Bello que con su cuarto birdie seguido, el del hoyo 11, superó a todos y se puso primero. Cuatro veces seguidas, cuatro: apretó el puño cuatro veces y aún sabía que por allí habrían de pasar los partidos de los otros que con él competían, DeChambeau y Ancer. Pero también Emiliano Grillo, Rory McIlroy, Tony Finau y otros ambiciosos profesionales.
El bogey del hoyo 13 responde a la presión – adrenalina, tensión –que Rafa debía estar sintiendo en un recorrido que iba de maravilla, pero pegado a los campeones de este torneo. Y el casi seguido bogey del hoyo 15 rompió como una ola contra la playa de esperanza del campeón canario.
Sobre eso surgió como un dragón devorador de victorias el juego consistente de Bryson James Aldrich DeChambeau. B.A.D, como él sintetiza iniciales en su cuaderno de medidas, era un hombre seguro, de un golf convincente que pisaba el acelerador dejando atrás, muy atrás a un ya impotente Abraham Ancer, apodado “El Turco” en el México donde se crió.
Ya ganó en el torneo anterior y ahora en el Labor Day volvía a ganar para dar una lección de trabajo bien hecho.
Primero de momento destacado en la FedEx Cup y con una firmeza que intimida a sus adversarios. Si este chico coge mi driver Cleveland los hunde.