¿Sabíais que todavía quedan comunas hippies en el mundo? ¿Y que se autogobiernan? ¿Y que huelen un poco, no sé, raro? Pero no porque no se laven, ¿eh? Pues sí amigos, todavía queda algún reducto hippie en el mundo con gente de 70 años con los pelos por la cintura ahí dándolo todo. Aunque hay gente de todas las edades y se encuentra nada menos que dentro de la capital danesa, Copenhague… ¡Bienvenidos a Christiania!
Así que dejamos Tonga, lugar del que casi no vuelvo como os contaba la semana anterior y nos venimos a Europa, que hacía tiempo que no hablábamos del viejo continente. En concreto a Escandinavia para enseñaros un lugar de lo más peculiar. Una comuna hippie en toda regla. Una de las últimas del mundo y la única de sus características.
¿Quién no recuerda a los hippies de los años 60 y 70 con sus bandanas en la cabeza, pantalones campana, camisa de floripondios y un cigarrillo sospechoso en la mano? Flower Power a tope, peace brother… Muchos vivían en comunas y se pasaban el día flipando pepinillos. Por no hablar del amor libre y la anarquía.
Aunque el atuendo ha ido evolucionando (como todo), en Christiania las cosas no son tan diferentes hoy en día. Especialmente los cigarrillos esos que huelen algo raro.
La última vez que fui a Copenhague no pude dejar de visitar este lugar. Es una pena que no te dejen hacer fotos (y se lo toman muy en serio) porque es de lo más singular. Si hubiese tenido el telefonaco que tengo ahora, habría sacado alguna que otra clandestinamente pero mi cámara me delataba y nos dieron (iba con mi hermana Lara) algún toque que otro. No obstante, os dejo alguna foto de Copenhague, la entrada a Christiania y alguna de Wikipedia. Pero buscadlo en Google… Es total.
Pero empecemos por el principio. El origen de este lugar se remonta a 1971 cuando un viejo y desocupado cuartel militar empezó a ser frecuentado por vagabundos y usado por los vecinos como parque para sus hijos. Al final, un movimiento político/cultural, el Provo, fue más allá y poco menos que lo declaró lo que es hoy en día. Una ciudad libre, parcialmente autogobernada (se rigen por leyes especiales), sin impuestos y donde se vende cannabis en todas sus versiones a diestro y siniestro.
Unos 850 Christianitas (así se llaman, no me lo he inventado yo) viven allí y se autoproclaman independientes. Estos sí que saben de independencia porque aunque han tenido enfrentamientos con algunos gobiernos del país (como en 2004) y redadas frecuentes, ahí están… A tal punto llevan su autodeterminación que, al salir del lugar, hay un gran cartel que reza: “Está usted entrando ahora en la Unión Europea“. Ahí queda eso.
Cuando entras eres consciente de que lo que estás a punto de ver no tiene nada que ver con la capital de Dinamarca. Grandes murales por todos lados, mucho color, tienditas, bares, un mercadillo, centros culturales… Los habitantes son igual de particulares. Pelánganos, ropas anchas o muy estrechas, patillas como chorizos…
La calle principal se llama Pusher Street que, literalmente, significa Calle del Camello. Así que imaginaos como es el asunto. Nosotros desconocíamos que era tan a lo bestia. De hecho, cuando llegamos a la plaza principal, había unas personas allí cortando turrón de Jijona. Pensamos: “Fíjate, ¡¡hasta aquí llegan nuestro turrones!!”. Si, si, turrón de Jijona… Pero ojo, que nada de clandestino. Allí a la vista de todo el mundo porque es legal vender y consumir hachís, marihuana, etc (drogas blandas sólo).
Faltaba una señora allí pegando gritos en plan: “¡¡¡HAACHÍIIIIIS, POLEEEEN, MARIJUANAAAA!!! ¡¡¡Vamos que nos vamos señoraaaa, que me lo quitan de las manoooos!! ¡¡¡No deje pasar su oferta!!!“.
Nos contaron como se repartían algunas tareas de la comunidad. Éste se encarga de la limpieza de tal, el otro de atender la tienda cual, otros de los turrones… Y no os creáis que es llegar allí y asentarte. No es tan fácil y es todo un proceso. Además, tienen una capacidad limitada. Lo digo por si alguno ya se veía con la bandana puesta fumádose un alcachofero.
Allí se pasan los días vendiendo cositas, haciendo sesiones de yoga o de meditación, comiendo chocolate (no del suizo), disfrutando eventos, montando fiestas de vez en cuando… En fin, tampoco es que se aburran mucho los tíos.
Nosotros exploramos sus rincones, hablamos con la gente, compramos una camiseta, nos pimplamos un par de cervezas y nos sentamos a observar el día a día de tan curioso “enclave”. ¡Pocos lugares de estas características se pueden ver hoy en el mundo! y, la verdad, es que fue toda una experiencia.
Al salir, seguimos explorando Copenhague que es una maravilla. Con sus vistosas fachadas, sus barcos por la ciudad, sus terrazas con mantas y su famosa sirenita… Pero sobre Copenhague y Dinamarca, quizá os cuente más en otro momento…
Si quieres leer lo que llevo escrito hasta ahora sobre Europa, no te pierdas Kosovo, Albania o la isla de Grimsey en Islandia. Poco a poco irán saliendo más. Del resto de continentes tienes mucho, mucho…
Y si te gusta lo que lees, ¡Difúndelo!