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GOLF APARENTE Y GOLF REAL

Adaptarse a la realidad es imprescindible para jugar el golf de cada día

En golf ocurre algo peculiar y sólo contradictorio en apariencia. Se requiere de humildad para rematar la vanidad, pero con la obligación de insuflar al ánimo el mejor aliento: la confianza en uno mismo.

Hechosdehoy / José Ángel Domínguez Calatayud
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Una lluvia más gallega que andaluza, más de humidificador de terraza-bar, eso que llaman brumizadores, que de tormenta invernal se cernía sobre el campo de golf: sirimiri, calabobos, orvallo. Algún socio, ropa de agua sobre el cuerpo y paraguas en mano, se atrevía a salir. Cuatro socios seniors de los más curtidos lo tenían menos claro y, después de un desayuno a base de café y tostadas, dedicaban sus mejores talentos a arreglar la política internacional.
 
Otro grupo tomaba café en la cafetería de Club, deshojando – sí saldré a jugar, no saldré a jugar – los pétalos de su decisión en la margarita de su cerebro. Y a propósito de cerebro y margarita, resulta que me encontré a la cabeza mejor equipada y más bella de la familia, mi amada prima Margarita, en el Salón de Juegos leyendo sola la prensa del día.
 
Iba perfectamente vestida con su equipación de golf Tailor Made en tonos blancos y rosas; sobre la mesa una taza de té con limón a medio a terminar y en su rostro los ojos más expresivos al Este del Guadiana. Con esos ojos y un gesto de alegría saludó cariñosa mi llegada.
 
.- Hombre, ya llegó el “escritor” de la familia. Mira que está una tranquila y vienes a darme la vara, primo zoquete.
.- Querida, yo también me alegro de verte – le respondo con sinceridad y un beso en cada mejilla -, ¿qué haces?
.- Pues, hijo, informarme – me respondió con un desesperanzado gesto de hombros -: ¿por qué las cosas sencillas algunos las hacen tan complicadas?
 
Al oírle me acordé de que ya alguna vez había tachado mi estilo literario de bastante barroco.
.- Mujer, a veces hay que poner adjetivos y adverbios para dar sabor al escueto sustantivo – dije en tono de disculpa.
.- ¡Qué sustantivos ni adjetivos! ¿Te has fumado la moqueta del hall o has desayunado un infusión de nabos? Te hablo de la situación social y política.
 
.- Claro, claro… a eso me refería – dije respirando más tranquilo y adaptándome presto al curso de los pensamientos de Margarita -: quiero decir que en política hay cosas sustantivas a conservar y otras adjetivas que el pragmatismo deberá matizar.
.- ¡Muy bien lumbrera de la estirpe! – me alaga mi prima – y, por ejemplo, ¿del gobierno catalán qué es lo sustancial? Más concreto: ¿qué es lo que tienen que modificar?
.- Pues ahora que lo preguntas – me crezco yo – una de las cosas que los políticos catalanes, sobre todo los más independentistas, tienen que cambiar de inmediato es su vecindad a peluqueros que los odian. ¿Has visto el flequillo del nuevo Honorable?, y ¿qué me dices del corte de pelo con hacha de esa chica de los anticapitalistas?
 
.-Eres un frívolo, majete – me suelta mi prima,
.- Nada de eso, prima; por ahí tienen que empezar y no por el “Madrid nos roba”. Pero, hombre, nou president, si es tu estilista quien te ha mangado la mirada. ¡Cómo no va a hablar de “invasores” alguien cuya cortina de pelo le impide ver más allá de la hormiga en el zapato! Va en serio: si estos chicos se pasan por la peluquería del Hotel Palace resplandecerán por su mente abierta y aires democráticos.
 
.- ¿Por qué del Palace? – pregunta entre risas Margarita.
.- Pues por qué va a ser: allí pernoctaba, vivía y peinaba calva la cabeza más brillante de la política catalana: Don Antonio Durán i Lleida – le espeto y concluyo -: si es que esto, como todo, está ya inventado en el golf.
Y le cuento a ella, y a ustedes, mi tesis.
 
La realidad es una, las fantasías infinitas. Uno puede imaginar que está jugando de maravilla al golf, tratando la mar de bien a los amigos o llevando su empresa de cine. Da igual los castillos en el aire que uno se componga: lo que hay es lo que hay, y las tarjetas de juego cantan, las miradas hablan y las cuentas de resultados declaman.
 
Y cuando conocemos la realidad de lo que hacemos y somos, de lo que ocurre fuera, de lo que ha cambiado en el entorno o de los estragos inferidos por la edad a nuestras potencias, caben muchas posturas, pero me atrevo a decir que una sola inteligente: adaptación a las nuevas circunstancias. En la vida de familia o con los amigos, a lo mejor lleva a pedir perdón; en el negocio a sanar lo sanable y echar un cuarto a espadas al ingenio que el hambre agudiza.
 
En golf, como en otras disciplinas de habilidad, ocurre algo peculiar y que parece contradictorio. Se requiere, como en las anteriores, de humildad para recocer en agua hirviendo la vanidad propia. Pero con la obligación de insuflar al ánimo el mejor aliento: la confianza. Sí, somos capaces de renacer después de muertos, con tal de que, primero, aceptemos rápida y honestamente el “gap” entre apariencia y realidad. Nuestra apariencia y nuestra realidad, quiero decir.
 
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