Bienvenidos a la República de Palaos (o Palaos o Palau). Un país que hará las delicias de los amantes de las islas y, especialmente, de los buceadores en busca de emociones fuertes. Para la pregunta de ¿a qué hora son los conciertos de arpa en el cielo? no tengo respuesta aunque supongo que a todos nos mandan el horario en algún momento. En internet no lo he encontrado y eso que hay de todo. Para el resto de las preguntas, seguid leyendo porque tiene miga el asunto así que dejamos los suculentos gusanos de Burkina Faso y ¡¡volvemos al Pacífico!!
Palaos es un pequeño país de Oceanía compuesto por más de 340 islas que queda entre Filipinas y los Estados Federados de Micronesia. Recordad que la Polinesia Francesa no es toda la Polinesia y que los Estados Federados de Micronesia tampoco son toda la Micronesia (que incluye otros países también). Palaos forma parte de esta región, es un país independiente desde 1994 y tiene una población de algo más de 21.000 sonrientes y responsables habitantes.
Curiosamente, fueron los españoles (en concreto Gonzalo Gómez de Espinosa) los primeros europeos en llegar por aquí en 1522 a grito de: “¡¡Grumetes!! preparad mi equipo de hombre-rana medieval que esto tiene una pinta cojonuda para bucear… ¡pardiez!”. A lo que un grumete le respondió: “Oh, capitán, mi capitán, ¿El de madera o el de hierro?”. Enojado, Gonza le increpó: “El de hierro, ¡besugo! ¿no ves que si no sería snorkel? ¡VIVE DIOS!”. Y tras unos chapuzones, Palaos se convertiría en parte de las Indias Orientales Españolas.
Aunque Palaos tiene unas playas y unos islotes de ensueño, quizá su mayor atractivo sea el buceo. Porque, queridos, es de los mejores lugares del mundo para bucear. Y no sólo lo digo yo, también lo decía Jacques Cousteau quien se paseaba por aquí frecuentemente con sus aletas bajo el brazo. Tiburones, mantas, paredes de vértigo y barcos hundidos. ¿Qué más se puede pedir? pues una infraestructura adecuada al buceo, que la tiene, y es de clase mundial.
Yo llegué desde Manila con la idea de quedarme una semana pero terminé quedándome dos. Como siempre, hice unos cuantos amigos y después de los días de buceo, nos tomábamos unas cervecitas y relatábamos nuestras experiencias bajo el agua aquí y allá. En estas conversaciones da gusto escuchar siempre cómo el tiburoncillo que alguno vio se convierte en un megalodón con los dientes más grandes que la boya de salvamento que llevaba David Hasselhoff en Los Vigilantes de la Playa (Baywatch). En el caso de Palaos, no sólo hay uno, hay muchos y no son pequeños, aunque tampoco gigantes.
Por cierto que, el día que quisimos salirnos del centro de buceo para cambiar de aires y tomarnos unas de esas cervezas, sólo encontramos un lugar. Podría decir que era para toda la familia. Veamos… vendían pizzas, pescado… hacían fiestas para niños… tenían bar… tan para toda la familia que también había cabida para el tío putero de la misma. Al volver a nuestros alojamientos, el sospechoso taxista que nos llevaba (que se parecía a Bob Marley), nos decía que en el piso de arriba del lugar del que veníamos había una casa de lenocinio (o puticlub)… en fin, para todos los públicos, ¿no?
Como os comentaba, el buceo es espectacular. Personalmente, una de las inmersiones que más me gustó, y que repetí en varias ocasiones, fue el Blue Corner. Probablemente entre las mejores inmersiones que se pueden hacer en nuestro planeta ¡Qué sitio! Aparte de muchas especies de fauna y flora marina, el paisaje subacuático es total. A unos 20-25 metros de profundidad hay un saliente en forma de esquina. A partir de allí, todo profundidad, un azul intenso y un desfile de tiburones, barracudas, etc, etc…
Como las corrientes son fuertes en ese punto, lo que se practica es el “Hook Diving“. ¡Esto es lo mejor de todo! Llevas un gancho (como un garfio) amarrado a una cuerda de 4-5 metros, lo fijas sobre coral muerto en el fondo marino y la otra parte de la cuerda la fijas a tu equipo de buceo y sueltas el gancho. ¿Resultado? ¡te quedas volando en la corriente como una cometa! así no te cansas y puedes observar el espectáculo flotando. Una verdadera maravilla. Eso sí, como te sueltes, apareces en el puerto de Manila unos días después. Mientras los atónitos viandantes del puerto se agolpan y te señalan con el dedo al tiempo que emerges lleno de algas pegadas, mejillones en las orejas y un sospechoso garfio en la mano, te puedes marcar un espontáneo: “Perdonen, ¿el puticlub?”…
La experiencia que no me hizo tanta gracia fue buceando en un pecio (barco hundido). Se trataba del Helmet. Un barco japonés de carga profunda de la Segunda Guerra Mundial. Algo misterioso ya que no está ni documentado ni identificado. Que digo yo, ¿no se le debería llamar UFNO (Objeto Flotador No Identificado)? En él se pueden encontrar muchos cascos (de ahí el nombre), máscaras de gas, las cargas de profundidad y mucha munición… ¡Ojo! con la munición que puede explotar. Si queréis hacer pesca submarina, buscad otros métodos.
Lo que ocurrió fue que una vez dentro del barco, iba pasando por diferentes estancias y algunas eran muy estrechas… Tan estrecha era una que me quedé atrapado y mi compañero no aparecía por ningún lado. Traté de ir hacia atrás y me quedé más atascado todavía. ¡Casi me da un pasmo! ¡ni para un lado ni para el otro podía ir! Se me inyectaron los ojos de sangre… “estresaco”. Yo trataba de zafarme de alguna forma y, de repente, con su arpa, apareció mi compañero minutos después. Casi le meto el arpa por el… traje…
Pero no todo es buceo en este lugar. Los picnics en las playas desiertas entre inmersión e inmersión son de luna de miel total. Arenas blancas, aguas cristalinas, pequeños islotes selváticos, palmeras y hasta “Sand Dollars” (o dólares de arena). Éstos últimos son los esqueletos de algunas especies marinas (como los erizos de mar) que se encuentran a veces en la playa. Son muy bonitos y tienen una flor esculpida en el centro.
Es muy entretenido buscarlos. Imaginaos, vais con vuestra pareja buscando dólares de arena, encuentras uno y se lo das: “Toma, mi amor, un precioso dólar de arena para ti… te quiero…” y te responden: “Si, si, muy bonito y yo también te quiero y eso pero… ¿¿y los verdes??”.
Foto de Archivo US
Si alguna vez visitáis esta nación, una de las cosas que no os podéis perder es el Jellyfish Lake (Lago de las Medusas). Para llegar hay que ir en barco o lancha y después caminar por la selva un rato (cuidado con los resbalones). No se puede bucear pero sí hacer snorkel por lo que, los no buceadores, tendrán también una experiencia difícil de olvidar.
Se trata de un lago de agua salada que antaño tenía salida al océano pero un buen día se cerró y un número incontable de medusas quedaron atrapadas dentro pero sin depredadores. Por este motivo, evolucionaron al punto de no ser urticantes (para la piel humana). El lugar es de cine, único, ¡IMPRESIONANTE! Millones de medusas (literal) a tu alrededor… Así, tal cual… Las puedes tocar, están ahí mismo aunque son muy delicadas. Si eres algo manazas, mejor no lo hagas o tendré que quitar esta parte del post en unos años porque ¡no habrá Lago de las Medusas! El tiempo que pasas allí con ellas es mágico. Son suaves, bailan a tu alrededor y te hacen reflexionar sobre lo increíble que es tener la oportunidad de vivir.
Y después de tantas emociones seguí rumbo por Micronesia pero eso ya os lo contaré otro día…
Mientras tanto, si no lo habéis hecho ya, podéis leer otros artículos sobre islas del Pacífico haciendo click aquí. Por ahora, tenéis la Polinesia Francesa, Tuvalu, Vanuatu, Islas Cook y Kiribati entre otras… ¡Algunas con excelente buceo!
De propina os dejo esta foto aérea de Palaos que me facilitaron en el acuario local… Para soñar… ¿eh?
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