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MAJESTUOSO

Trekking en la Patagonia argentina, bienvenidos al Perito Moreno

El glaciar tiene una longitud de 30 km, un frente de unos cinco y una altura de 60 metros, acaparando una extensión de unos 250 km2. Todo un cubito de hielo con esteroides.

Hechosdehoy / José Antonio Ruiz
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¿Habéis visto un glaciar tan impresionante alguna vez? ¿Os habéis puesto unos crampones en los pies? ¿Se puede comer el hielo del Perito Moreno? Hay paisajes que son dignos de admiración y este glaciar de la Patagonia argentina es uno de ellos. ¡Bienvenidos al hielo patagónico!

Así que dejamos a los hippies cantando una de John Lennon y el ambiente Flower Power de Christiania  y pegamos un gran salto hasta el sur de Argentina, hasta la Patagonia. No muy lejos de la Antártida

La Patagonia argentina (y la chilena) es un lugar inhóspito, extremo y enormemente fascinante. Vientos fuertes, largos y rectos caminos y muchas oportunidades para la aventura.

En esta ocasión fui con una novia de antaño hasta El Calafate para ver el Perito Moreno, aunque no nos conformamos sólo con contemplar su majestuosidad. No, no… Ya que uno va… aprovecha al máximo y aventura a tope, ¿no?

Este glaciar tiene una longitud de 30 km, un frente de unos cinco y una altura de unos 60 metros. Todo ello acaparando una extensión de aproximadamente 250 km2. Todo un cubito de hielo con esteroides.

Avanza constantemente y sus derrumbes son un espectáculo. Imaginaos, de repente estáis allí mirando su grandeza y suena: “¡¡Catarrrum, catarram!!” (o algo así aunque eso ha sonado más al típico vecino con bronquitis crónica) y ves cómo cae un bloque gigante de hielo al agua. Se te ponen los pelacos de la nuca bien firmes.

Antes de irnos comimos un cordero patagónico que nunca olvidaré y que nos dio fuerzas casi para ir corriendo desde nuestro alojamiento en El Calafate hasta el glaciar. Por cierto que, se trata de una población allí en medio de un entorno semiárido que, para mí, tiene su encanto. Una vez allí lo admiramos por aquí, por allá, desde todos los ángulos que la zona nos permitía pero lo mejor fue el trekking que hicimos en él.

Lo primero, ponerse unos crampones que vienen a ser una especie de suelas de zapato con unos pinchos metálicos que evitarán que te desplomes y no vuelvas jamás a comer las lentejas de tu madre (aprovecho: mamá, please, en estos días unas lentejillas, ¿no?). Parecen un poco antiguos pero son eficaces y cumplen su función con creces. Vas como clavado al hielo y cuesta a veces caminar pero todo sea por la seguridad.

Caminamos durante varias horas por recovecos, acantilados internos, grietas, cuevas y cristalinos destellos… Todo de un blanco y un azul intensos. Es increíble. Si vais, ojo, ¿eh? que es peligroso si haces el tonto por allí.

Cuando estábamos bien adentrados, nuestro guía nos hizo una demostración de escalada en hielo. Se te quedan los ojos como platos (de lentejas) viendo a aquel hombre subiendo una pared vertical altísima clavando sus piolets una y otra vez. Sin cuerdas ni nada pero siempre piolet y crampón bien enterrados en el hielo.

Como podéis ver en una de las fotos, yo, más que haciendo una demostración de escalada, parece que estoy haciendo una de como bailar el cumbayá pero bueno… Cada uno hace o que puede.

Seguimos nuestro trekking y llegamos a un punto con una vista descomunal. Era el punto álgido de la travesía y para celebrar sacaron unas botellas de whisky, unos vasos y… ¿el hielo? ¡Pues del suelo! El mejor whisky que me he tomado en mi vida. No parábamos de brindar y admirar un entorno tan único como poderoso.

Tras la aventura, nos dirigimos una cabaña, ya fuera del glaciar, para cambiarnos. Ese momento fue el que menos me gustó de la experiencia. No por nada que tuviese que ver con la misma sino porque a un tío que había venido con nosotros en el grupo no se le ocurrió otra cosa que ponerse a ligar con mi novia descaradamente. ¡¡Delante mío!! ¿¿Un respeto, no?? Le cayó una mirada asesina y captó el mensaje aunque no dejó de hacer algún comentario. Casi la liamos parda allí… Está claro que el whisky con hielo del Perito Moreno es más que un whisky con hielo o simplemente este tío era gilipoll… jeje.

Neutralizado el intento de conquista, charlita mediante, volvimos a El Calafate a devorar otro cordero patagónico que recuerdo tanto como el glaciar. SUPREMO.

Y brindando con vosotros por el 2016, me despido. ¡Feliz año y hasta pronto!

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Y si te gusta lo que lees, ¡difúndelo!

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