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Samarcanda bien merece un viaje. (Foto: LoggaWiggler/Pixabay)

ORIENTE Y EUROPA

Samarcanda, clave en la Ruta de la Seda que une China con el Mediterráneo

Un paseo contemplativo por las medersas, mausoleos y edificios que dejó el emperador Timur i Lang, puede introducirnos en ese mundo que jugó y juega actualmente, un papel primordial en las relaciones entre Oriente y Europa.

Hechosdehoy / Agustín Alberti
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El “Institut du Monde Arabe” es habitual parada en mis visitas a París. Su librería resulta imprescindible para los interesados en el mundo musulmán y Uzbekistan brilla estos días con luz propia en la exposición ”Sur les routes de Samarcande”.

Mayo de 1984. Los Reyes de España visitan oficialmente durante seis días, por primera vez, la Unión Soviética. Tuve el privilegio de pertenecer al equipo de periodistas y técnicos que TVE movilizó para cubrir el histórico evento. Contar anécdotas de ese viaje llenaría algunas páginas por eso me voy a centrar exclusivamente en la fascinante visita a Uzbekistan. Vino a mi memoria al visitar recientemente en Paris la exposición “Sur les routes de Samarcande, merveilles de soie et d’or”.

Alguien de la embajada de España nos afirmó que desde su llegada a Moscú el embajador español José Luis Xifra había pedido autorización para viajar a Taschkent y Samarcanda pero sólo gracias a la visita ofrecida por las autoridades soviéticas a los reyes Don Juan Carlos I y Doña Sofía había podido satisfacer su deseo de conocer esos lugares tan significativos para la historia de las relaciones entre Oriente y Europa.

Juan Carlos I y Sofía, en lo que fue una histórica visita a Samarcanda. (Foto: Agustín Alberti)

A nuestra llegada a Taschkent, capital de Uzbekistan, la sensación de una ciudad moderna y luminosa acompañaba al impacto de sumergirte en pleno mundo musulmán en el interior de la Unión Soviética. Moscú-Taschkent cuatro horas de avión y actos oficiales ante la gran plaza con su llama permanente en honor de los uzbecos caídos en la segunda guerra mundial. Visita al Metro construido con lujos parecidos al de Moscú y con técnicas contra terremotos.

Pero una vez en Samarcanda, a una hora de avión de la capital, el impacto producido al visitar los edificios que han quedado en pie, testigos elocuentes del imperio de Tamerlán, no es fácil de describir. Sólo un paseo contemplativo por las medersas, mausoleos y edificios que dejó ese gran emperador de origen turco-mongol conocido como Timur i Lang (Timur el Cojo), puede introducirnos en ese mundo que jugó y juega actualmente, un papel primordial en las relaciones entre Oriente y Europa y en la nueva Ruta de la Seda que China pretende convertir en pleno siglo XXI en la ruta fundamental para el comercio con oriente.

Desde su independencia, obtenida después de la caída de la Unión Soviética, aunque miembro de la Comunidad de Estados Independientes formada con varios pises que pertenecieron al imperio soviético, Uzbekistán ha incrementado año a año su importancia en el concierto de las naciones. Y lo ha hecho no sólo por su capacidad de recursos naturales y su posición geográfica sino por su significación histórica y artística que se condensa en su antigua capital Samarcanda a la que ya el rey de Castilla y León  Enrique III enviaba como embajador a Rui González de Clavijo que llegó a vivir la muerte del emperador Tamerlán en 1405 y su enterramiento en el mausoleo Gur-e Amir de Samarcanda, monumento terminado por su nieto Ulugh Beg que merece una detallada visita.

Modernos medios de comunicación ponen Samarcanda a dos horas de la capital en tren o 50 minutos de avión. Allí esperan al visitante, entre maravillas de la arquitectura de la dinastía timúrida, el observatorio celeste construido a principios del siglo XV por el astrónomo Ulugh Beg. Sus medidas astronómicas difieren muy poco de las obtenidas actualmente por los métodos sofisticados.

No solo Samarcanda justifica un viaje a Uzbekistán. Bujará, a poco más de una hora de vuelo ofrece al visitante unos ciento cuarenta monumentos, de diversas épocas hasta el imperio timúrida, entre los que destacan los baños medievales y la fortaleza Ark o el minarete Kalyan rodeado de mezquitas y madrasas.

Los uzbekos consideran a la ciudad de Jiva en si misma como un museo a disposición del visitante.

La gran variedad étnica de la población uzbeka, la antigüedad de sus principales ciudades, cuya historia es comparable en el tiempo a Atenas o Roma, el haber sido encrucijada de civilizaciones e imperios y puerta por la que ha circulado el comercio entre oriente y occidente durante la época dorada de la Ruta de la Seda, hacen de Uzbekistán un centro de indudable interés turístico.

Modernos complejos turísticos en Tashkent y las principales ciudades periféricas, facilidades administrativas para el turista que en la mayoría de los casos no necesita visado o lo puede obtener por vía telemática y la relación de cambio del Euro con la moneda nacional y especialmente la seguridad y acogida de la población uzbeka hacia el visitante extranjero, hacen de Uzbekistán un destino ideal para el turista europeo.

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