“No creo que se pudiera encontrar alguien más cubano que José Martí —afirmó el Infante difunto—. Y eso contando que su padre y su madre eran españoles”. Luego se refirió a su propia experiencia: “Es posible ser cubano a pesar de vivir desde el año 66 en Londres, en la misma calle y en la misma casa”.
Como la Cuba actual me es tan irreconocible como ajena, me refugio en Diana Sarlabous y en estos pocos metros cuadrados del Cibao dominicano donde, con la tenacidad que me enseñaron mis abuelos y mis padres, he sembrado árboles y escrito libros (la hija la tuve antes). Esperaré aquí mismo el cumpleaños 54.
Y así sucesivamente, hasta que llegue el momento de que la materia que soy se transforme y (como polvo enamorado) tenga el privilegio de abonar los pinos que yo mismo he plantado. Mientras tanto, pongo a la orquesta Aragón para pedirles, cuando los violines se tranquilicen, que me pregunten cómo estoy.