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EL DEBATE

Los empresarios, Cándido Mercedes y nosotros, la reflexión dominicana

Las últimas elecciones en República Dominicana abrieron nuevos debates. El Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP) abogó por profundas reformas políticas e institucionales.

Hechosdehoy / Melvin Mañón
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Cándido Mercedes publicó, poco después de las elecciones, Involución democrática y transformación económica. Era un extenso artículo que motivó una serie de comentarios que compartí en privado con el. En esos días de mayo 2015, aún no había decidido si volvería a escribir de temas locales.  El discurso del Sr. Blanco en el CONEP y mucho antes el de Franklin Báez así como otras manifestaciones procedentes del mismo sector empresarial me ha parecido pertinente publicar, en varias entregas, fragmentos editados y  corregidos de ese intercambio que recogía sus inquietudes y las mías. Las preguntas de Cándido, para mayor facilidad de lectura, aparecen en negritas.
 
A veces nos preguntamos, ¿por qué la transformación económica de los últimos 20 años no guarda relación con las instituciones democráticas? 

Comentario.-  Mientras más pujante la transformación económica  en países en vías de desarrollo más rápida la destrucción de las instituciones democráticas autóctonas o importadas, en cualquier grado de desarrollo en que se encuentren por numerosas razones. El capitalismo es un animal salvaje. José Martí a finales del siglo XIX lo caracterizó como potro en una pradera sin fronteras ni amo. Su naturaleza lo empuja sin cesar a devorar y reproducirse en lo que, no obstante se diferencia de los animales salvajes que jamás comen mas de lo que su entorno les permite sin  destruirlo y para no autodestruirse. Ese naturalmente, no es el caso de nosotros los disque humanos.

Las instituciones democráticas tienden a moderar, regular, regimentar e institucionalizar todas las fuerzas económicas y procesos sociales que cobija. Pero ese capitalismo no quiere límites ni restricciones. Su aspiración máxima es la “libertad” hasta que esta misma engendra fuerzas que lo ponen en peligro. Muchos, quizás demasiados de los que han sido protagonistas y beneficiarios de esta “transformación económica” lo han logrado sin leyes ni regulaciones, ¿por que habrían de quererlas ahora?  Porque se sienten en peligro de perder por completo el control o porque ya han alcanzado  un grado de madurez y estabilidad que demandan la consagración legal y la legitimidad moral y social de su fortuna.

La informalidad y la trampa han servido para apoyar la prosperidad y han sentado un ejemplo que el cuerpo social ha asimilado con ansiedad perniciosa. Todos o casi todos estamos dispuestos a hacer trampa si ello nos asegura beneficio pero la trampa tiene una peculiaridad: el aprovechamiento individual no colectivo; cada cual busca una solución propia no sectorial excepto cuando se trata de algún procedimiento o medida que así lo requiere.

No debíamos esperar que la “transformación económica”  de las últimas décadas en República Dominicana fortaleciera la democracia sino todo lo contrario como ha sucedido. A medida que la transformación económica cogía velocidad, un proceso biunívoco se desataba. Un cierto nivel de desorden institucional impulsa la “transformación” pero a su vez, esa misma “transformación” desorganiza el cuerpo social, ataca las costumbres, corroe los valores, degrada las tradiciones y suprime las inhibiciones que desde el punto de vista del entramado social obstaculizan o no se avienen a la nueva época que alumbra un conjunto de nuevos valores y prácticas y uno de estos, acaso el mas importante, es el reinado del “todo vale” es decir, cuando cualquier conducta o gestión es permisible y glorificable si es exitosa. Lo único que no se permite es no tener éxito.

Naturalmente, en cierto nivel de desarrollo, cuando el producto social de esa “transformación” ha alcanzado la mayoría de edad, entonces cobra fuerza una tendencia hacia la institucionalización que debe consagrar, estabilizar y proteger los beneficiarios de dicha “transformación” hasta que un nuevo ciclo vuelva a abrirse y prometa la creación de beneficiarios diferentes a los que ya han disfrutado el régimen de cosas existente. Joseph Stiglitz, al  abordar el tema de la libre competencia aclara y precisa: los que reclaman el respeto a la libre competencia siempre lo hacen asegurando que dicho respeto los proteja a ellos, es decir libre competencia en todas las ramas de la economía y negocios menos en la mía.
 
¿Hasta dónde es sostenible en el  tiempo la distancia entre la esfera económica y la estructura social sin graves conflictos?
 
Comentario.- Antes, predominaba la creencia de que la realidad económica desbordaría cualquier formato político que se le opusiera. La experiencia en China y en menor medida en otros países parece demostrar que el escenario político actual se aviene a albergar casi cualquier modelo de desarrollo económico. Por lo tanto, es difícil poner un plazo y es posible que ni siquiera el concepto mismo de plazo sea aplicable a la nueva realidad.

 El capitalismo corporativo de esta época diseña su marco regulatorio desde fuera y lo impone a cada país, vía los organismos internacionales, las corporaciones multinacionales, los tratados de libre comercio y la banca corporativa internacional.

Esta situación acentúa las duplicidades y contradicciones en todos los ámbitos pero el capitalismo ha demostrado que es capaz de coexistir con estas sin mayores problemas. La única realidad es la que define el marco regulatorio impuesto desde fuera mientras que de las instituciones y procedimientos democráticos en cada país se conservan solamente la fachada, las formas y apariencias sin importar que tan corrompido esté todo por dentro.  Por lo tanto, es posible asumir una gran elasticidad entre la esfera económica y la estructura social por la parte de las élites empresariales.
Ahora bien, por la parte de los pueblos, la llamada sociedad civil, los trabajadores y empleados de cualquier país, la situación es aun mas compleja porque una gran parte de esta población no aspira a derrocar el sistema actual sino a usufructuarlo. Los pueblos viven endrogados por la promesa del consumo señalaba Eduardo Galeano y la frustración de no alcanzarlo. Esto a su vez acentúa el individualismo porque en un ambiente despiadado y competitivo cada cual trata de ser mas listo que los demás y asegurar su propio espacio de bienestar sin proponerse –por inútil- ningún proyecto nacional. 

El sistema actual es muy efectivo a la hora de entretener, embrutecer, embotar y adormecer a sus propias víctimas. La idea de una sociedad mas justa, de un estado de derecho y de instituciones democráticas se queda como un reclamo de minorías mas no por eso carente de futuro. El problema es que esas minorías, no habiendo entendido la nueva situación producen instituciones partidarias y propuestas políticas que no avanzan porque no toman en cuenta la realidad actual, ni la diferente naturaleza de los estímulos y propuestas. Cuando en este entorno han surgido propuestas exitosas, las mismas han sufrido un grave deterioro debido a que, su propio éxito, en cierto modo, las ha hecho obsoletas, sus propios dirigentes han terminado rendidos y asfixiados por el entorno y los pueblos en cuya fuerza y solidaridad se apoyaron antes a la hora de los enfrentamientos, sucumben a la propaganda, al mercadeo y al consumo. Grecia, Venezuela, Irlanda y Portugal son ejemplos recientes.
 


– Ver en Hechos de HoyCONEP, una llamada contra el despilfarro y la irresponsabilidad.
 

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