La cuenta de los platos rotos.
Los culpables de la tragedia haitiana no somos nosotros los dominicanos y no pagaremos por esa, una culpa que no es nuestra. Tampoco puede nadie obligarnos a proporcionar albergue, comida, empleos y otros derechos a los naturales haitianos que se encuentren en situación de desamparo lo cual es un compromiso asfixiante, irrealizable y mas allá de las posibilidades, la voluntad y las capacidades dominicanas.
La situación de ingobernabilidad y desamparo en Haití no es una condición transitoria, temporal ni excepcional sino un estado permanente en el que se encuentra ese territorio desde hace décadas.
Los que antes derrocaron las autoridades legitimas de ese país e impusieron penalidades económicas agobiantes deben asumir las consecuencias del caos propiciado por ellos mismos no desentenderse del problema ni transferirlo a nosotros vía los llamados organismos internacionales que, desbordando su competencia y autoridad, nos presentan la factura haitiana no como opiniones y recomendaciones sino como imposiciones.
No somos un país grande y rico ayudando a otro pequeño y pobre. Ni ahora ni en 45 días consentiremos a semejante despropósito. Nuestro país, nuestra identidad, lo que somos como familia y como sociedad están en peligro. Defender esta patria es un deber y no necesitamos permiso de nadie para hacerlo ni podemos aceptar la agenda de organismos internacionales que suponen la liquidación de la nación dominicana.
Es inconcebible por imprudente, mal pensado y torpe que Cancillería y la Consultoría jurídica hayan permitido que fuera el propio Presidente de la Republica quien sometiera el proyecto de ley consagrando a favor de haitianos empobrecidos beneficios y privilegios producidos por los dominicanos que no podemos financiar y no tenemos ni siquiera disponibles para nosotros mismos. Es igualmente inconcebible que no se percataran de que, usar el nombre y la oficina de la Presidencia para ese despropósito, sin necesidad de debate, aprobación ni tramite comprometía al país. Si lo hicieron por ignorancia son unos imbéciles y si lo sabían son unos traidores a su patria. En ambos casos, merecen ser destituidos.
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La acotación histórica
Cuando casi todos los territorios coloniales de América apenas soñaban con la independencia, hace dos siglos, Haití ya era un país libre. El territorio francés de Saint-Domingue se convirtió en 1804 en el primer país autónomo de la región de América Latina y el Caribe, y pasó a ser bautizado con un nombre de los taínos, Haití.
Fue una lucha excepcional en la historia mundial: los esclavos de origen africano derrotaron a las fuerzas del disciplinado y temible ejército de Napoleón.
En 1822 los haitianos marcharon hacia al este de la isla y, sin oposición, fundaron la República de Haití en La Española.
Gobernaron durante 22 años, un tiempo que ha sido muy controvertido para el pueblo dominicano, pues el recuento histórico oficial lo ha retratado como un periodo de gran opresión.
Hoy Haití, como muestran los hechos de hoy, es el país más pobre de América, sacudido por diversas crisis y catástrofes naturales. República Dominicana es una nación estable y que crece y cuyos actuales gobernantes piden a la comunidad internacional que no los dejen solos frente a los múltiples problemas de su vecino.