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CARIBE PURO

Las islas ABC: Aruba, entre casinos, mucha salsa y submarinos

Estuvo colonizada por España durante más de cien años pero, gracias a nuestra característica habilidad para perder territorios a lo largo de los siglos, hoy es un país constituyente del Reino de los Países Bajos.

Hechosdehoy / José Antonio Ruiz
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¿Casinos por todos lados? Aruba. ¿Entretenimiento para todos? Aruba. ¿Playas? Aruba. En el Caribe hay muchos tipos de isla pero la relación entretenimiento/km2 que tiene Aruba es difícil de superar.

Así que dejamos los arlequines “medievalejos” y las murallas de San Marino de la semana pasada para irnos al Caribe caribeño. En concreto a una isla que estuvo colonizada por España durante más de cien años pero que, gracias a nuestra característica habilidad para perder territorios a lo largo de los siglos, hoy es un país constituyente del Reino de los Países Bajos (Holanda). ¡Bienvenidos a Aruba!

¡Menudo careto! Corría el año 1499 cuando Alonso de Ojeda pegó un alarido tipo: “¡¡Tierra a la vistaaaaa!!” con gallo incluido. Habían llegado a Aruba, donde encontraron a los indios Arawak que estaban súper cabreados. Y no era para menos. Se habían refugiado allí huyendo de los indios Caribe que estaban todavía más cabreados que ellos y tenían unas flechas muy dañinas con veneno y cosas.

Lo que le sorprendió al avispado Alonso fue lo “tocho” que eran estos indios Arawak. Tanto así, que Aruba inicialmente fue llamada “La isla de los gigantes”. Quizá por ese motivo, en el siglo XVII, la isla pasó a manos holandesas que eran más de su talla y eso.

Pero esta isla que se encuentra al Norte de Venezuela es una isla pequeña. Digamos que, en extensión, se encuentra a mitad de camino entre Formentera (Baleares) y El Hierro (Canarias) aunque para ser más exactos, es casi igual que la isla de Värmdö en Suecia que es una referencia que todos conocemos bien y que por eso mismo menciono.

Yo fui allí en dos ocasiones distintas. La primera, cuando vivía en Venezuela. Me fui con un amigo y nos dedicamos más a salir por la noche que a otra cosa. Nos dejamos llevar por las luces de los casinos y la rica vida nocturna del lugar. He de reconocer que muchas fotos, si es que alguna, no hice pero me traje algo mejor.

¡Gracias a Aruba aprendí a bailar salsa! Sí señores. Y no porque me enseñaran allí sino porque en uno de los días que salimos de “parranda” entramos en un bar que tenían la salsa a tope. Allí, como centro de atención de todos los presentes, había un tipo bailando salsa con dos chicas a la vez a un ritmo salvaje. Vueltica “pa’aquí”, vueltica “pa’llá”… “tiquitiquití, tacatacatá”… y las dos con cara de estar en la cúspide del placer terrenal. Yo me tomé la copa que tenía en la mano de un trago y me dije para mis adentros: “Tengo que aprender a bailar esto pero ¡YA!”.

Cuando llegué a Caracas contraté a una bailarina para que me diera unas cuantas clases particulares y así poder enfrentar las pistas de baile con un mínimo de destreza… La chica vino la primera vez y llamó a la puerta. Abrí y no vi a nadie hasta que, desde la altura de mi ombligo, me llegó una voz que decía: “Estoy aquí”. Mi profesora no llegaba al metro y medio y yo pues, soy más Arawak pero nos fue muy bien. Sobre todo con los pasos. Ya lo de las vuelticas era más como jugar a la peonza.

La segunda vez que fui a Aruba fue con mi hermana Lara. Íbamos en un crucero que paró allí y, aparte de visitar un poco la isla y comprar algunas cosillas, hicimos algo que no se puede hacer en tantos sitios. ¿Qué exactamente? Pues sumergirte en un submarino para turistas. Lo reconozco, muy turístico el asunto (como casi todo en Aruba) pero las risas no nos las quitó nadie.

De hecho, es una buena opción para aquellos a los que les de un poco de miedo el mar pero que desean ver cómo es a 40 metros de profundidad. Y es que el chisme aquel era un submarino de verdad que se sumerge completo. No de esos que tienen una parte en la superficie.

No puedo negar que es un poco claustrofóbico el tema pero se te quita todo cuando, al tocar fondo, te ponen la canción “Yellow Submarine” de los Beatles a todo volumen y todos los turistas empiezan a cantar. Como no teníamos donde escondernos, no nos quedó otra que sumarnos a la fiesta. Memorable.

Del resto, recuerdo mucho desarrollo, holandesas haciendo top-less y aviones que al aterrizar o despegar te ponían las cejas como códigos de barras de lo cerca que pasaban…

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