Esa sensación, de Juan Cavestany, Julián Génisson y Pablo Hernando, es una película que narra historias cruzadas sobre el amor, la fe y la voluntad. Un virus obliga a las personas a decir y hacer cosas sin querer. Un hombre espía a su padre por la calle tras una confesión. Una mujer se relaciona de forma apasionada con objetos de la ciudad.

El largometraje de 80 minutos narra tres historias individuales: la transmisión de un virus que hace que la gente diga cosas sin sentido involuntariamente: un hombre que espía a su padre para hallar un gran secreto; y una mujer que tiene relaciones pasionales con objetos de la ciudad.

Un grupo de amigos han tenido una divertida noche en casa de uno de ellos. Tras haberse puesto al día y tener una preciosa velada se despiden y se marchan. Pero cuando se suben en el ascensor, el anfitrión corre para decirle una última cosa a una de ellas: “Oye, ¿y qué tal todo?”

¿Qué lógica tiene eso? Todos los personajes en escena en ese momento, al igual que tú y yo, se quedaron sin palabras. No entendían a que venía esa pregunta. Ahí empieza una de las tres historias que se narran en Esa sensación. La joven que recibe la pregunta extraña hace un comentario fuera de lugar a otra persona. Y sí es como el virus se va propagando. Al final, todo vuelve al principio, y se cierra de manera cíclica.

La segunda historia es aún más rocambolesca. Oscar espía a su padre por la calle, pues sabe que oculta algo. Habla con él por teléfono y este le cuenta que está en la oficina cuando realmente se encuentra en otro lugar. El gran secreto que oculta el padre es descubierto y Oscar no se lo puede creer.

Puede parecer que es algo muy extraño o raro. Sin embargo, es una tontería. De ahí la gracia de esta narración, como bien dice uno de los directores del metraje. El padre de Oscar se ha hecho creyente tras haber sido salvado de un accidente por un sacerdote, algo que puede tener más o menos lógica desde el punto de vista en el que lo mires. Y lo curioso es que el sacerdote había comprado la casa que Oscar estaba vendiendo al principio.

Y por último, la historia que más destaca, la que abre y cierra el film, la historia sobre una mujer (Lorena Iglesias, gran actriz) que tiene relaciones con objetos de la ciudad. Empieza la película. Una mujer se maquilla, va en coche y entrar a un bar. Parece tener una cita importante. Había quedado con otra persona.

Pero después tiene un encuentro pasional con un parquímetro. ¿Y a esta mujer que le pasa? Quizás esta loca, quizás no. Se acuesta con una escalera y tiene una bonita historia de amor con una rotonda. Al final, los fantasmas de su pasado tienen peso en su presente, y ella encuentra la forma de relacionarse con todos los objetos de la ciudad sin entrar en contacto directo con ellos.

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