En el selecto mundo del golf hay de todo como en el resto de mundos humanos. Tenemos gente que escruta el firmamento como Jimmy Walker; otros prefieren la pesca: en Misuri hay un Pro-Am que combina pesca y golf en el mismo torneo. De estudios hay de todo según los programas de las respectivas universidades: abundan los economistas, expertos en dirección de empresas, en medio ambiente o en agricultura.
Pero hay una actividad que escapaba a mi periscopio de biografías. De hecho no sabía ni que hubiera gente que emplease neuronas en su estudio. Me refiero a la kinesiología (o quinesiología).
Y, ¿quién es él?: Jhonattan Vegas. ¿A qué dedica el tiempo libre?: a la kinesiología. ¿En qué lugar se enamoró de eso? En Austin, Universidad de Texas. Lo que ya se escapa de mis conocimientos es por qué este campeón de 1, 88 metros y 84 kilos de carne venezolana acabó en la kinesiología.
Cuando se lo he comentado a mi tía Alicia, ha apartado la vista del Vanity Fair y mirándome por encima de sus gafas ha susurrado:
.- Sobrino no me hables en griego.
.- Querida tía; has acertado una vez más – comienzo en plan pelota total- : la palabra kinesiología proviene de los términos griego “kinêsis” (movimiento) y “logos” (tratado).
.- Bah! Vamos que está estudiando la Falange – resume mi vieja pariente.
.- No exactamente; no se trata del movimiento político sino que estudia el movimiento del cuerpo humano.
.- Hay gente para todo. ¿Y dices que para ello ha estado cuatro años a tope en la Universidad de Texas?
.- No sólo, tía querida: en ese tiempo universitario dedicó también un considerable número de horas a mejorar su golf.
.- Otro inútil como tú – concluye mi pariente.
Iba a decir algo en defensa del jugador y de mi propia estima, mas por la pax familiae guardé un cauto silencio.
Pero de inútil nada: Jhonattan Vegas, permanecía líder en Casa Club con -7, con sus dos jornadas cumplidas. Mientras, muchos otros jugadores intentaban recuperar la segunda jornada del Genesis Open.
Y es que el viernes el viento era de tal calibre que los altos árboles de más de 100 años caían como rayos. El Riviera Country Club fue construido en 1929 y su foresta no resiste calamidades meteorológicas como las sufridas el viernes por esa parte de Pacific Palisades.
Jhonattan Vegas es otro caso de precoz afición (por el golf; no por la kinesiología): con siete años ya imitaba el swing de su padre, cuidador del campo de nueve hoyos de Mochigal; era éste el campo, hoy cerrado, de los empleados del campamento petrolífero de la localidad.
La depuración de su estilo se la debe al profesional Franci Betancourt, que lo entrenó en otro campo de otro campamento petrolífero al Este de Venezuela: Punta Mata.
Profesional desde 2008, Jhonattan tiene dos victorias en el circuito más importante del mundo; la primera en 2011, de feliz recuerdo para los tradicionales, fue en el Bob Hope Classic. La segunda, de agridulce recuerdo para los españoles, fue en julio pasado, en el RBC Canadian Open, donde dejó en segundo lugar a Jon Rahm. Agria porque el español no pudo alcanzar una victoria que ya rozaba con las dedos; dulce, porque eso estimuló algo más la carrera del vasco.
No sabemos si Jhonattan Vegas triunfará en este Genesis Open, que a lo mejor ni se completa. Lo que no cabe duda es de que seguiremos disfrutando de su juego y de esos modales de amable gigantón – “Un monstruo viene a verme” – con los que nos deleita a los aficionados.
No deja de emocionarme ver a hispanos en lo alto del golf del Norte.