En los hechos de hoy, miércoles 14. impresionante despedida al expresidente Jose Mujica, simplemente Pepe, por las calles de Montevideo hasta el Palacio Legislativo donde quedó instalada la capilla ardiente. El profundo dolor de su viuda, Lucia Topolansky, y del presidente Yamandú Orsi.
Hasta llegar a la sede del Parlamento, el recorrido del cortejo del expresidente tuvo tres paradas claves que representaron su carrera política en Uruguay.
Primera parada, la sede de MLN Tupamaros, la primera de las paradas, donde lo esperaban sus compañeros políticos.
“Pepe querido, el pueblo está contigo”, así recibían también los militantes del Frente Amplio (FA) al féretro del expresidente, entre otros gritos de agradecimiento.
A continuación, la comitiva llegó a La Huella de Seregni donde lo estaban esperando sus seguidores y su esposa, Lucía Topolansky, que había llegado antes en un automóvil y se bajó a saludar a los militantes.
Antes de llegar al Parlamento, el cortejo se detuvo en la sede del Movimiento de Participación Popular (MPP). El secretario de Presidencia, Alejandro Sánchez, tomó la palabra emocionado. “La siembra del viejo, ahora se transformó en miles. Pepe no te fuiste, gracias viejo”.
Por su parte, los jóvenes del MPP también le hicieron un homenaje al líder político entre pasacalles y grafitis en las paredes, quien dedicó gran parte de su carrera a hablarle a los más “gurises”. el movimiento Gurises MPP.
Una vida tumultuosa y agitada
Diez años estuvo confinado por los militares en un pozo de poco más de un metro cuadrado. La primera vez, recibió 12 litros de sangre y se salvó. La segunda, domesticó ranas y alimentó ratones para no volverse loco. Emergió del agujero más sabio, solía contar, y volvió a lo suyo: la política.
En 1994, fue electo diputado por Montevideo; en 1999, senador; en 2010, presidente de Uruguay con casi el 55% de los votos.
Pepe Mujica fascinó al mundo como oráculo de austeridad y sencillez sin perder nunca la fe. “Yo me dediqué a cambiar el mundo y no cambié un carajo, pero estuve entretenido y le di un sentido a mi vida”.
José Alberto Mujica Cordano nació en 1935 en el barrio Paso de la Arena, en la periferia rural de Montevideo. Su madre era horticultora y su padre un pequeño estanciero que murió pobre en 1940, cuando Mujica tenía seis años.
A los 14 años, el joven ya exigía en las calles reivindicaciones salariales para los obreros de su barrio. En 1964, se sumó a la guerrilla del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Estuvo preso cuatro veces y participó de dos fugas, uno de ellos legendaria, en septiembre 1971, cuando 106 guerrilleros huyeron de la cárcel de Punta Carretas, en Montevideo, por un largo túnel cavado durante meses.
De vivencias extremas nació el Pepe Mujica que impactó al mundo. Llegó a su primer día como senador en moto, vestido de paisano, directamente desde su chacra en Rincón del Cerro, a media hora por carretera de Montevideo. Vivió allí rodeado de hortalizas, su perra de tres patas Manuela y animales de granja desde que fue indultado en 1985 y hasta su muerte. Fue en ese refugio rural donde siguió con creces la frugalidad y la vida mínima. No bajó de su tractor ni de su Volskwagen escarabajo celeste del 87 ni siquiera cuando fue presidente.
Lucía y Pepe, el amor que nunca se apagó
De sus años como guerrillero nació su relación con Lucía Topolanzky. Se conocieron cuando él tenía 37 años y ella 27, durante una operación clandestina. Durante los años de cautiverio apenas intercambiaron unas cartas y se reencontraron definitivamente en 1985, ya en democracia.
De aquellos años recuerdan poco, decía Lucía porque “esto se parece bastante a esos relatos de las guerras, donde las relaciones humanas tienen un marco de distorsión porque tú estás corriendo, podés caer preso, te pueden matar. No tiene los parámetros de una vida normal”.
Lucía Topolanzky llegó al Senado en 2005 por el Frente Amplio y en 2010 le colocó la banda presidencial a su marido, un honor que mereció por haber sido la legisladora más votada. Siete años después, fue vicepresidenta de Tabaré Vázquez.
Pepe y Lucía Mujica no se separaron nunca. “El amor tiene edades. Cuando eres joven, es una hoguera. Cuando eres viejo, es una dulce costumbre. Si estoy vivo es porque está ella”, la reflexión de Pepe antes de su muerte.
Hija de un ingeniero civil y empresario de la construcción, Lucí nació hace 80 años en una familia de clase alta. Estudió en un colegio de monjas dominicas. Su opción por la lucha armada a fines de la década del ’60, tras abandonar estudios de arquitectura, sorprendió a toda su familia. Pero no fue la única: su hermana melliza María Elia también se unió al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T).
En esa guerrilla urbana de izquierda influida por la revolución cubana y el marxismo, que combatió la institucionalidad democrática, Lucía participó en diferentes operativos con el nombre falso de Ana. Fue durante aquellos tiempos de clandestinidad cuando conoció a Pepe Mujica, quien tenía nueve años más que ella y ocupaba cargos de dirección en el MLN-T.
Detenidos y fugados, volvieron a prisión en 1972, un año antes del golpe de Estado conducido por los militares. Permanecieron presos, sometidos a torturas y períodos de aislamiento hasta 1985, el año en que Uruguay volvió a la democracia.
Pepe y Lucía volvieron a juntarse el día de marzo de 1985 en que recuperaron la libertad por una ley de amnistía, y siguieron unidos desde entonces. La pareja se mudó a una modesta casa en una chacra de Rincón del Cerro, la zona rural de Montevideo donde cultivaron la tierra y donde el expresidente murió este martes.
Se casaron en 2005, en una ceremonia íntima, cuando Pepe era una figura cada vez más popular en su país, aunque pocos sospechaban que llegaría a ser presidente. Y esa misma noche fueron a un mitin político. “Unimos dos utopías: la utopía del amor y la utopía de la militancia”, dijo Lucía.
La militancia política siguió siendo el norte de su vida. Fundaron el Movimiento de Participación Popular y contribuyeron a convertirlo el mayor grupo de la coalición de izquierda Frente Amplio.
El legado de Pepe en diez frases icónicas
1. “Pobres son los que quieren más, los que no les alcanza nada. Esos son pobres, porque se meten en una carrera infinita. Entonces no les va a dar el tiempo de la vida”.
2. “Yo sé que soy un viejo medio loco, porque filosóficamente soy un estoico por mi manera de vivir y los valores que defiendo. Y eso no encaja en el mundo de hoy”.
3. “Esos años de soledad fueron probablemente los que más me enseñaron (…). Tuve que repensarlo todo y aprender a galopar hacia adentro por momentos, para no volverme loco”.
4. “En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio porque aprendí una dura lección que me impuso la vida: que el odio termina estupidizando, porque nos hace perder objetividad frente a las cosas”.
5. “Van a envejecer y van a tener arrugas, y un día se van a mirar en el espejo y tendrán que preguntarse, ese día, si traicionaron al niño que tenían adentro”.
6. “Lo que me asusta es el narcotráfico, no la droga. Y por la vía represiva es una guerra perdida: se está perdiendo en todas partes”.
7. “Triunfar en la vida no es ganar. Triunfar en la vida es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae”.
8. “Se ha generado una literatura contra el Estado falsa. Pero el Estado es como la caja de herramientas, no tiene conciencia. Los que fallamos somos los humanos que manejamos el Estado”.
9. “No quiero llamarnos América Latina porque no somos solo descendientes de latinos: somos descendientes de negros, de pueblos indígenas, de asiáticos; somos descendientes de todos los pobres y perseguidos del mundo que vinieron a América a soñar con un porvenir”.
10. “Todas las cosas vivas están hechas como para pelear por vivir: desde un yuyo a una rana a nosotros. Uno llega a la conclusión: esto está puesto para darle sabor a la vida”