Inquietud en la Casa Blanca en frentes sensibles. En las cuestiones electorales, a Barack Obama le preocupa tanto la agitación en el Partido Demócrata como en el Partido Republicano.

En las filas demócratas, no está descartada una lucha de jefes entre Hillary Clinton y Joe Biden. Están aflorando además los recelos ante lo que sería el regreso a la Casa Blanca de un matrimonio de intereses enfrentados y con dos personalidades muy fuertes (y con tensiones domésticas nunca cerradas). Tener un expresidente como el marido de la presidenta (ausencia de la figura de la primera dama) sería una experiencia inédita y volcánica. Para Barack Obama si finalmente hay una lucha abierta por la nominación entre Hillary Clinton y Joe Biden sería un asunto embarazoso en las primarias.

En las filas republicanas hay un guirigay peor. Al presidente le gustaría un Partido Republicano asentado, lejos del radicalismo y el fanatismo religioso. A esos factores se añadió ahora el show barriobajero. Donald Trump mostró en el primer debate, organizado por la cadena Fox, que lo que le excita es la pelea, el desafío y la bronca (ver en Hechos de Hoy, Trump, chantaje a Hillary y puerta abierta a una candidatura independiente).

Pero todavía hay algo peor. Como tercer asunto más delicado para el presidente ha surgido la rebelión abierta del senador demócrata Chuck Schumer. Decidió oponerse al pacto nuclear con Irán. Con diferencia, es el golpe seco más duro recibido por el presidente en su nueva estela de victorias.

Ni mucho menos Chuck Schumer es un personaje irrelevante en la escena política de Washington. Será el nuevo líder de los demócratas en el Senado. Además, es judío. El presidente esperaba construir en torno a su liderazgo el muro de contención para el lobby que quiere atizar Benjamín Netanyahu. El Comité de Asuntos Públicos Americano Israelí (AIPAC), que es el lobby judío más eficaz e influyente de Washington, ya está en pie de guerra contra este pacto.

Para Barack Obama es un golpe al hígado, de los que tiran a la lona, Atención porque el problema no está en el Partido Republicano sino en el Partido Demócrata. En juego está, por todas sus implicaciones, el mayor logro geopolítico del presidente en política exterior. Se trata de un asunto muy delicado. Barack Obama adelantó que vetará una resolución contra el pacto nuclear con Irán. pero el Congreso puede imponer su veto con una mayoria más amplia de dos tercios. Serán los votos demócratas los que inclinen la balanza.

La decisión de Chuck Schumer no se puede minimizar. Se produjo tras el importante discurso de Barack Obama en la American University.  Chuck Schumer ha analizado a fondo el plan firmado en julio en Viena. Ha tenido acceso además a información pública e información reservada de la Casa Blanca.

Sus argumentos son lapidarios.

“Rechazaré el acuerdo no porque crea que la guerra es una opción viable o deseable, ni para desafiar el camino de la diplomacia. Lo haré porque creo que Irán no va a cambiar y que con este acuerdo será capaz de lograr su doble meta de eliminar las sanciones y retener su poder nuclear y no nuclear”.

Se trata de un debate a fondo en la política exterior de Estados Unidos en toda la gran área estratégica de Oriente Medio con tres poderosos actores: Israel, Irán y Arabia Saudí. Los tres tienen poderosos lobbys en Washington. El de Irán lo encabeza el propio presidente con el secretario de Estado, John Kerry. Un parte importante del legado del presidente se discute y está en juego.