fjrigjwwe9r1_articulos:cuerpo
Cuba, el país donde nací, ya no existe. Lo que hay en su lugar es un paisaje de ruinas y símbolos muertos. Por más que te muevas entre el cabo de San Antonio y la punta de Maisí, creerás que no te has movido del lugar. Todo se repiten como un loop: pueblos desolados, ancianos ociosos y ruido, mucho, mucho ruido.
La miseria casi porno que exhibe Cuba hoy, se usaba en los libros de texto de mi infancia para demostrar el horror del colonialismo en África. Hace unos días, buscando imágenes de los ferrocarriles en Internet, di con el interior de un vagón. Me costó muchísimo reconocer los rasgos del cubano en aquellos rostros.
El domingo pasado admití delante de un querido amigo que ya no tengo nada que buscar en Cuba. El lugar de donde vengo solo existe en libros, discos, retratos de familia, recuerdos imborrables y en eso que los sociólogos llaman “sentido de pertenencia”.
El domingo pasado un rabo de nube se ensañó con La Habana. Ocurrió tal como lo describe Silvio Rodríguez en su canción, aunque con un desenlace devastador y nada poético. El régimen, en lugar de concentrarse en socorrer a las víctimas, organizó una marcha fascistoide con antorchas y consignas.
Cuando leo noticias tan bochornosas como esa, reafirmo todo lo que pienso y duermo con la conciencia tranquila, rodeado de Cuba que necesito: libros, discos, retratos de familia, recuerdos imborrables…