Os lo explico con un ejemplo de hace unos pocos días. Hicimos un trayecto de unos 120 kilómetros en el este del Congo cerca de la frontera con Uganda en nuestro coche y nos encontramos nada menos que con ¡15 barreras! A saber: Había de varios tipos. De policía, de peaje, de control de flujo de personas, de migración, de “arreglos” y de “porque sí”.
Un conductor, en función de su experiencia y conocimiento de la ruta sabrá sortearlas según el tipo. En nuestro caso, por ejemplo, las de policía, pues dependía. Si el policía no se ponía justo delante del coche, pasábamos a toda velocidad sin ni siquiera saludar. ¡Como para hacer eso en Europa! Durarías poco circulando. Aquí, no pasa nada.
Las de peaje, pues pagamos y seguimos. Las del control de flujo de personas, con unos billeticos por lo “bajini”, arreglado. Las de migración pues con algún billetico más, listo. Si tenían clavos en el suelo para que no pasases, pues otro billete y así.
En otras conocía a la gente del puesto y con algún cigarrillo quedaba arreglado el tema. Las más curiosas son las de personas que se ponen a hacer como que arreglan agujeros para mejorar el camino (digo “como que” porque muchas veces, suelen estar siempre en el mismo agujero pasados los días) y con todo su morro ponen una barrera para intentar cobrar. Esas, al conductor experimentado le dan igual. Llegan pitando con cara de mala leche y de forma imperativa le dicen que la levante pero a la voz de ¡ya! Y ese fue el caso ese día.
Lo malo es que si ven blancos dentro (que es raro para ellos) a veces se ponen más pesados ya que algunos piensan que tenemos una máquina de imprimir billetes en casa (y literalmente hasta me lo han llegado a preguntar). Y así una tras otra hasta 15… Para muchas personas es un modo de vida. Recuerdo en una ocasión que había llegado un señor con su familia a una zona apartada y no tenía trabajo. ¿Qué hizo? Pues instaló una barrera en medio del camino para cobrar. Y ¡hala! ya tenía trabajo (bueno, éste señorín no hacía ni el amago de tapar algún hueco).
Alguna vez me he bajado del coche a quitar alguna barrera de este tipo (y de otros) si la cosa se ha puesto tensa. Ese día conducía el coche una persona que conocía bien la ruta y cada barrera. Daba gusto verle dar las propinas exactas, poner las caras adecuadas, pitar en el momento justo, acelerar cuando lo ameritaba… ¡un crack! Sólo en otra ocasión había visto a alguien tan ducho (o más) en la materia.
Fue cuando me deportaron de Sudán del Sur y me tuve que dirigir a Kampala en Uganda. El conductor que nos llevaba (a mí y a un surtido grupo de indocumentados) sobornó a diestro y siniestro hasta al policía más reticente. ¡Qué artista! Sabía cuánto, cómo y a quién y así iba desde la capital de Sudán del Sur, Juba, hasta Nairobi en Kenia. No le temblaba el pulso en ningún momento. Lo de la deportación ya os lo cuento otro día…
En fin, África tiene estas cosas y uno se acostumbra (y aprende el código aunque yo ya venía algo entrenado de todos los años que había vivido previamente en Sudamérica) pero no os sorprendáis cuando lo veáis por primera vez. Es parte de la aventura africana.
A mí, más que nada, me aburre por el tiempo que se pierde porque si me pongo a sumar las horas pasadas en las miles de barreras que me ha tocado pasar por todo el continente… ¡habría tenido para escribir un libro! Por cierto, perdonadme la foto pero es lo que tenía más a mano a la hora de programar este post y a saber cuando me vuelvo a conectar. Algún día pondré mejores imágenes de estas barreras.