Mi prima Margarita que, como les contaba, había viajado la canonización del cardenal Newman, ha facturado para casa a tía Alicia con unos amigos de San Sebastián, y se ha ido rápida a ver el final de Abierto de Italia.
Esta prima mía es la que mejor combina lo sacro con lo profano, suponiendo que el golf sea profano. Por lo menos no le faltan devotos. Al golf…y a mi más bella prima. Espero con cierta ansia su regreso. Siempre tiene anécdotas. Siempre trae el relato de encuentros fascinantes. No conozco a nadie con tan buenos contactos y qué tan bien los cultive.
Cierto que en Italia hay muchos vínculos familiares con personajes herederos de una gran tradición. Y cómo una cosa lleva a la otra, Margarita se llena de entusiasmo con “sus” aristócratas, cineastas y financieros. Ella te lo cuenta por whatsapp como si fueran encuentros en el fuego de campamento de aquel verano en Ferrara.
.- Ciao caro cugino: qui in Olgiata con tutte le truppe romane. Baci o abbracci di tutti loro. Wiesberger il più solido. Parleremo asino.
No hace falta resaltar el cariño que desprende el texto. Incluso con esa errata – “asino” – que significa burro.
Mi prima Margarita llegó a presenciar los últimos hoyos de los que iban en cabeza. Y esos partidos dieron muestra de la importancia de jugar centrado; centrado en dos sentidos: en el psicológico, es decir en mantener un ánimo en el corazón del deseo del éxito, y en el de la precisión, bien porque los drives van al centro de la calle, bien porque la habilidad personal permite ser certero en los greens.
De descentramiento han dado muestras jugadores como Matt Wallace (-8) que habiendo terminado los primeros nueve hoyo -2 en el día, un doble bogey en el hoyo 11 y un bogey en el 12 lo han sacado de juego; no iba muy bien, tampoco muy mal, pero no conseguía coger calles. De hecho en la temporada es este para él un hándicap: sus cifras son del 54%, cuando la media de Circuito está en el 58%.
Más llamativa y descentrada ha sido la tarjeta del campeón olímpico, Justin Rose, con unos resultados algo más que llamativos en los dos últimos días: el sábado hizo + 7 y el domingo -7. Cuando menos, pintoresco.
Entre los españoles ninguno estuvo esta vez cerca de la cabeza. Además de los que no pasaron el corte (Olazábal, Campillo, Larrazábal y Quirós), el papel de Nacho Elvira (+3), Adrián Otaegui (+2), Gonzalo Fernández Castaño (-1) y Adri Arnaus (-1) ha sido discreto; quedaron en la parte baja de la tabla, a lo mejor con resaca todavía del banquete de gloria deportiva hispana que vivimos en Madrid hace un semana.
La batalla final, si se puede hablar así, estuvo entre el que salió líder, Matthew Fitzpatrick y un hombre focalizado en la tarea, Bernd Wiesberger. El austriaco, desde el birdie logrado en el hoyo 9 del sábado, no ha cometido ningún bogey. En la ronda final con seis birdies – 65 golpes – ha puesto un precio alto a la victoria: si alguien quería ganarle tendría que aplicarse.
El que quería ganarle más que nadie, pues había partido líder, era el inglés, pero las cosas no salían. El bogey del hoyo 9 con el que terminaba al par los primeros nueve supuso un golpe a su centralidad. Además se le escapaban los putts. Y se le terminaban los hoyos mientras veía los progresos de su oponente.
A su memoria quizás acudían las buenas jornadas de los tres días previos con tarjetas de 67-65-68 golpes. En ese caso el citado John Henry Newman, también quizás, le recordaría algo que dejo escrito, que “una gran memoria no hace una mente, del mismo modo que un diccionario no es una pieza de literatura".
Y en la mente de Matthew Fitzpatrick se amontonaban las tensiones y los anhelos; no en vano es el único que ocupando un puesto entre los cuatro mejores de Carrera a Dubái que no ha ganado ninguna prueba en la temporada. Tuvo una lejana posibilidad de forzar el desempate cuando tiró con su putt para un eagle que, finalmente,no entró.
El día estaba para Bernd Wiesberger. Salía muy imperfectamente en cada hoyo con golpes a derecha e izquierda que iban muy fuera de trayectoria; pero él se las arregló para salvar esa situaciones: "un hombre no haría nada si tuviese que esperar hasta poder hacerlo tan bien que nadie pudiera encontrar la culpa", parecía haberle susurrado un ángel con palabras del santo Newman.
El caso es que se las arreglo para dejar un -16 en su casillero, cifra que se mostró inalcanzable a la postre. El austríaco gana así su segundo torneo de las Rolex Series y se aúpa al primer puesto de la Carrera a Dubái.
Y mi prima Margarita me manda otro whatsapp con una foto de amigos comunes bebiendo producto del patrocinador, agua San Benedetto, “Antica fonte de la salute”, como recuerdo de aquel verano en las colinas de Scorzè, Dove nasce l'acqua dei giorni felici.