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Ángel Cabrera, jugó el sábado con esa prudencia combinada de genio que tan útil le ha sido en otros momentos. El recorrido de este campo en le que se celebra The Greenbrier Classic no tenía difíciles las banderas y el green premiaba la osadía de quienes la asociaban a una correcta selección del palo y acierto con el putt. De hecho sólo 22 jugadores del largo corte de 88 hizo golpes sobre el par 70 del campo. El argentino hizo 64 golpes completando la cifra más baja del recorrido de esa tercera jornada.
Otro hispanoamericano, Camilo Villegas con sus 67 golpes empataba en 4ª posición. Luego acabaría con -5 en el acumulado final.
En la última jornada, cuando ni el colombiano ni el argentino habían salido, ya había terminado Gonzalo Fernández Castaño, con un discreto 71 para una total del Par que le dejaba, momentáneamente en la 64ª plaza. El madrileño está en el puesto 136º de la FedEx Cup, cerca del 125 que da derecho a jugar los Playoffs. Esperemos que en los próximos torneos camine esos pocos pasos.
A las 14:05 hora local de West Virginia (20:05 de la España peninsular) se dio la salida al último partido, el partido estelar, el que sumaba las dos mejores tarjetas: Billy Hurley III (-12) y Ángel Cabrera comenzaban su particular y deportivo combate de barras y estrellas y el albiceleste con el Sol de Mayo. A las primeras de cambio Ángel Cabrera mostró su ambición y mientras su directo competidor cometía cuatro bogeys, él se convertía en colíder con un George McNeil fabuloso que quería batir récord de recorrido con menos golpes después de hacer -7 en los siete hoyos que van del hoyo 4 al 10. Terminó los 18 hoyos con 61 golpes, lo que le dejaba líder en Casa Club (-14).
¿Cuál era el reto de Ángel Cabrera desde ese momento? Un doble desafío: no dejar que le alcanzasen los que venían con resultados próximos al suyo (Chris Stroud y el propio Billy Hurley III) y batir la diferencia de 1 golpe que le llevaba el norteamericano en los últimos 9 hoyos.
Esa diferencia llegó a ser de 3 golpes, cuando en el hoyo 13 hizo un fabuloso eagle. Pero este artistas del golf, este maestro, como todo maestro puede echar un borrón y a él, como a buen cordobés de Argentina no le pareció poco y echó dos borrones seguidos: bogey en el hoyo 14 y en el 15.
En el 16, la bola se quedó colgando del hoyo para el birdie. Quedaban sólo dos hoyos y Ángel tenía que conservar al menos su solitario golpe de ventaja.
Pero, amigos, quien tiene corazón de león no se rinde o, mejor, no deja que una chinita del camino le achique la garra. Herida la fiera es más peligrosa. En el hoyo 17, par 5, dio el argentino un driver que le puso franco el green para el riesgo.
Angel Cabrera sabe de riesgo y sobre todo del riesgo calculado para herir y terminar. Y ahí completó el birdie necesario para poner definitiva distancia entre él y
George McNeil. El yanqui miraba por televisión las evoluciones del argentino y sus ojos verdes y serenos reflejaban lo que él había declarado a la CBS: la noche anterior no pensaba en hacer, como hizo 61 golpes; estaba emocionado pero no por el juego, sino porque un drama familiar encogía su corazón y exprimía lágrimas en la mirada: su hermana mayor sufría un grave enfermedad que golpeaba su espíritu.
El golf – declaró – no es lo más importante de la vida. Y era, y es, una de esas verdades poderosas que son universales como el dolor, la alegría o la amistad: cosas que no necesitan explicación, sino que basta con mirarlas cara a cara y aceptarlas como son.
Ángel Cabrera no ganaba en el Circuito Americano desde hace cinco años y esta victoria junto a su hijo, que le hacía de caddie, bien les gustaría a ambos que fuese premonición de la semifinal del miércoles frente a Holanda.
"Estoy muy feliz por el triunfo. Lo necesitaba. Un desahogo importante para mi y todo mi equipo de trabajo. Hemos trabajado duro para esto. Ahora a pensar en el British", publicó minutos después de su victoria en su perfil de Facebook.