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LAS NOTAS DE 2016

Tipos listos pero raramente capaces y ciudadanos que se sienten traicionados

Una oleada de refugiados como no se conoció desde la II Guerra Mundial. Bachar El Asad en feroz guerra. Vladimir Putin en acción. Y salvajismo de la guerrilla suni de Abu Bakr al Bagdadi.

Hechosdehoy / Melvin Mañón
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La intolerancia y el desorden políticos que son en gran medida el producto de la irrupción de las corporaciones en el campo de la acción del gobierno y el reclutamiento a su servicio de la clase política, como ya antes había observado Günther Grass en Alemania, se consuma a una escala sin precedentes y a una velocidad impresionante (ver en Hechos de Hoy, Occidente bajo el asedio del caos (I), Desorden, ilegalidad política y catástrofe climática).

Los tres poderes del estado donde antiguamente residían los valores de nuestra civilización colapsaron. Los jueces, mas de lo que quisiéramos, se venden, se confabulan con estamentos de poder, incurren en prácticas degradantes y con sus actos, profanan sus investiduras. Los legisladores corruptos, trafican descaradamente con el poder en su propio beneficio, juegan a hacer carrera, a enriquecerse, ajenos por completo a la suerte de su país y de sus constituyentes. Los presidentes y primeros ministros son ambas cosas a la vez y resumen en sus personas y ejercicios la falta de virtudes y de mérito de los otros.

Son el producto de un mercadeo inteligente. Son tipos listos, pero raramente capaces. Como resultado, los ciudadanos se sienten traicionados por una gestión pública que no los representa, cuyo discurso no guarda relación con los hechos y cuyos hechos, visiblemente reflejan todas las distorsiones que emanan de su contradictoria naturaleza.

Los medios de comunicación promueven al consumidor a expensas del ciudadano. La lealtad que las corporaciones negaron años atrás a sus empleados negándose a protegerlos, limitando sus posibilidades y exigiendoles mas eficiencia y compromiso frente a una remuneración insuficiente es reciprocada por estos empleados tanto a las corporaciones como al Estado respecto al cual ya no sienten obligaciones morales ni históricas y con el cual han establecido una relación estrictamente de conveniencia.

Todos abrazan una retórica en la que no creen ni practican. El orden público se descompone, las instituciones hacen agua como barcos, los funcionarios traicionan sus deberes y los políticos ni creen en lo que dicen, ni honran lo que prometen. En medio de ese escenario, todos, incapaces de entender y menos aun de resolver las contradicciones, acuden a la fuerza pública para que ponga orden donde el orden ya no es posible.

Antonio Navalón en una publicación reciente en el diario El País consignaba: “Tanto Europa como Estados Unidos van perdiendo también algo más que la guerra porque van terminando con la razón. Piden una moralidad que son incapaces de aplicar y una eficacia que no saben cómo conseguir. Además, falta autocrítica sobre el problema de fondo, que radica en el fracaso y el colapso de unas sociedades que han sido las más desarrolladas del mundo, pero que en este momento son incapaces de entenderse a sí mismas, de ganar las guerras que tienen y de plantear algún esquema de incorporación de justicia. Europa está dividida y asustada por un fenómeno que no comprende y ese es el fracaso de sus valores”.

Establecida con firmeza y en casi todas partes la sustitución del ciudadano por la del consumidor, es lógico y además urgente satisfacer el apetito de esos consumidores que demandan bienes y servicios de las cuales despojamos a la naturaleza para extraerlos. El mundo edificado sobre esta demanda insaciable llena a los pobres de chucherías y a los ricos de riqueza. Empobrece todo y a todos. Como ya han documentado los numerosos e irreprochables informes producidos por los organismos internacionales, a mayor riqueza de cada vez menos gente, corresponde mayor pobreza de cada vez mas gente. La economía y la tecnología que sustentan ese proceso descansan en la depredación del medio ambiente.

Al principio, la mayor preocupación de los ambientalistas eran los efectos dañinos a la salud de la contaminación del aire y los alimentos en las grandes ciudades, el envenenamiento de algunos ríos y lagos, los efectos nocivos a la salud de productos químicos, el uso de aditivos, modificaciones geneticas y antibióticos en la producción de carne, huevos y leche. Pero ya, la gran preocupación de los ambientalistas ha cambiado. Ya no se trata sola, ni siquiera fundamentalmente, de los daños a la salud producto de la degradación del medio ambiente; de lo que se trata ahora es de cambio y desorden climático a escala planetaria y catástrofes climáticas de igual o equiparable magnitud.

Todo el planeta y las formas de vida edificadas sobre este están en peligro. No es necesario reseñarlo en detalles. El tema y sus evidencias están presente todos los días en los medios de comunicación de todos los países y los gobiernos no hacen nada porque están en manos de politicos ya comprometidos con las corporaciones y con el modelo en que se sustentan.

Como observara Joseph Stiglitz en Malestar en la Globalización. (Taurus 2002) “Si los beneficios de la globalización han resultado en demasiadas ocasiones inferiores a lo que su defensores reivindican, el precio pagado ha sido superior, porque el medio ambiente fue destruido, los procesos politicos corrompidos y el veloz ritmo de los cambios no dejó a los países un tiempo suficiente para la adaptación cultural. Las crisis que desembocaron en un paro masivo, fueron a su vez seguidas de problemas de disolución social a largo plazo- desde la violencia urbana en América Latina hasta conflictos étnicos en otros lugares como Indonesia”.

La imagen lo es todo ha proclamado la publicidad y buena parte de la humanidad ha obrado en consecuencia. La gestión pública se comercializa como cualquier producto de consumo masivo y con iguales resultados. El disgusto con el producto adquirido genera descontento y el deseo de sustitución por otro producto similar de mejor calidad pero siempre dentro de los parámetros del ejercicio comercial.

Parlamentos o legisladores, presidentes o primeros ministros se mercadean a si mismos de la misma manera, pero a otra escala, que lo hace la gente común en Facebook. Al final, todo es una farsa y la gente sigue viviendo dentro de esa farsa incluso a pesar de haberse percatado de su naturaleza fraudulenta. Al lado y alrededor de este despliegue universal de apariencias, otros conflictos reales y muy de carne y hueso estallan y el poder les aplica las fórmulas que no funcionan, las recetas que no han dado resultados, las respuestas que claramente se han revelado como contraproducentes; la insensatez prevalece por sobre el sentido común y la evidencia, solamente, porque resultan rentables para quienes las proponen, impulsan y deciden sobre ellas.

Ninguno de los tantos ejemplos que ilustran la cotidianeidad trágica de nuestra época es tan elocuente al respecto como la situación en Siria y todo el Oriente Medio. Estados Unidos y Europa enfrentan la llegada de una verdadera oleada de refugiados musulmanes ocasionada , en primer lugar, por la guerra que esos mismos países han promovido y desatado en el mundo musulmán. Europa prefiere negociar 3 mil millones de dolares en ayuda a Turquía para aliviar la presión migratoria cuando justamente el accionar de ese país a favor del ISIS es uno de los mayores causantes de esa oleada de refugiados.

Por otro lado, un número creciente de países, incluyendo a Rusia, bombardean ahora a ese mismo ISIS en Siria produciendo una peligrosa congestión sobre el espacio aéreo sirio pero pocos parecen ser los que advierten los peligros de las nuevas fases en el curso irremediable de esa guerra que puede obligar a Occidente a poner tropas en el terreno no tanto para derrotar al ISIS sino para tratar de contener el avance ruso en la región bajo el mismo criterio que la invasion de Normandía fue pensada y decidida en el tiempo y en el espacio no solamente para enfrentar la Alemania de Hitler sino también para frenar el avance del Ejército Rojo hacia Europa Occidental.

A diferencia de la política que requiere una visión amplia y de largo plazo y que descansa en la correcta valoración de la historia y el aprendizaje, el mercadeo es una técnica que debe su empleo y efectividad a la necesidad de colocar productos en el mercado, venderlos al mejor precio y producir resultados a corto plazo. Los llamados líderes occidentales, como los presidentes y gerentes generales de las corporaciones que regentean, no solo no producen una visión coherente y de largo plazo sino que están impedidos de hacerlo por la obligación que tienen de presidir una gestión cuyos resultados favorables estén a la vista y a tiempo para la reunión anual de accionistas donde sus mandatos son renovados o suspendidos. La historia queda sometida al calendario del ciclo del producto.

Huntington escribió: “Occidente como toda civilización madura, ya no tiene el dinamismo económico ni demográfico con que imponer su voluntad a otras sociedades”.

Y mas adelante precisa: “El universalismo occidental es peligroso para el mundo porque puede conducir a guerras entre civilizaciones entre los estados líderes de cada civilización y es peligrosa porque puede conducir a la derrota de Occidente”.

Entonces al final del mismo párrafo aconseja: “El curso de acción mas prudente de Occidente no es el de tratar de detener los cambios de poder de una civilización a otras, sino el de aprender a navegar en estas aguas, soportar las miserias, moderar las aventuras y salvaguardar su cultura”.

Es decir justo lo contrario de lo que intentó la Administración Bush durante 0cho años, que ha continuado con mas moderación laAdministración Obama por igual número de años y que ahora los republicanos amenazan relanzar con mas bríos si conquistan la Casa Blanca en 2016.


– Ver en Hechos de Hoy, De Steven Fisher a James Brewster, nuestro hombre en Santo Domingo)

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