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LAS GRANDES MAREAS

Saint-Malo y Mont Saint-Michel, un salto de Bretaña a Normandía

El Mont Saint- Michel, Patrimonio de la Humanidad, es un islote rocoso en la desembocadura del río Couesnon. Le debe su nombre a la abadía que se estableció allí en el siglo VIII.

Hechosdehoy / Hechos de Hoy / Mati Zamorano
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Despúes de Los 17 faros, el bosque de Huelgoat, la roca temblante y la ciudad viaducto comenzamos un nuevo día dirigiéndonos a Locquirec, una de las numerosas pequeñas poblaciones que se extienden por toda la Costa de Granito Rosa. La playa, que encontramos en marea baja, se extiende centenares de metros, con el contrapunto de las pequeñas embarcaciones varadas en la arena.

Seguimos a Tregastel, donde disfrutamos del Forum, un complejo acuático de agua marina. De allí a Ploumanach, en plena Costa de Granito Rosa, un pequeño enclave en el que aquilatar la belleza de esta costa, con sus moles graníticas redondeadas y de curiosas formas, en la que a amaneceres hermosos le siguen puestas de sol inolvidables, en las que el rosa de las formaciones rocosas luce tintes anaranjados.

En Perros- Guirec, nuestra siguiente parada, disfrutamos, una vez más, de la vista de las Sept Iles, siete islotes frente a la costa que son un auténtico santuario para aves marinas.

Continuamos hacia Lannion, atravesada por el río Leguer. Por la cercanía con la desembocadura del río el nivel de la orilla varía muchos metros en función de las mareas, en pleno centro. Gracias a ello en 1992 se construyó una planta mareomotriz. Llegamos en día de mercado, los puestos se distribuyen por el caso antiguo, y en las callecitas estrechas, algunas con casas de madera entramada, podemos ver desde ostras frescas a verduras de todo tipo, de bisutería y artesanía a ropa de cualquier estilo…un animado paseo que nos permite hacer algo de compra de fruta fresca.

Nos acercamos hasta la Iglesia de Brelevenez, construida en el siglo XII y reformada mas tarde en estilo gótico. El acceso desde la parte baja de la ciudad se realiza por una escalera de 140 peldaños, llamada de la Trinité.

Continuamos hacia Treguier, ciudad enclavada en el punto de encuentro de dos ríos, con el centro histórico muy bien conservado. La plaza del Martray nos ofrece una vista preciosa de la catedral gótica de Saint-Tugdual, que conserva partes de la original románica. Un paseo por el puerto nos lleva ante las dos torres que constituyen la entrada a la población en esta dirección y que continuamos con una caminata por sus calles llenas de sabor e historia.

Seguimos a Dinan, erguida sobre una colina con el río Rance a sus pies, la ciudad tiene una larga historia y ha sabido mantener su patrimonio artístico e histórico. El castillo de Dinan, la Iglesia de Saint-Malo, la Basílica de Saint-Saveur, la Torre del Reloj,-que puede visitarse y ofrece unas vistas impresionantes-, son algunos de los lugares interesantes de visitar que nos ofrece Dinan.

Y llegamos a nuestro final de etapa: Saint-Malo

La ciudad antigua, completamente amurallada y construida sobre un promontorio unido a tierra firme por un istmo, data del sigloXIII. Importante centro portuario a lo largo de siglos, en el XIX empieza a ser conocida como ciudad-balneario. De entonces datan muchos de los hermosos edificios que se alinean a lo largo del paseo Sillon que nos lleva a la ciudad vieja desde nuestro alojamiento en Saint-Servan.

El recinto amurallado es un conglomerado de callecitas estrechas y plazuelas. Entramos en él por la Grand Porte y disfrutamos del ambiente de este atardecer en una ciudad llena de encanto. Una visita a la Catedral de Saint- Vincent  y un paseo por el Castillo, que alberga el Museo de Historia y el Ayuntamiento, y una cena deliciosa en una pequeña creperie bretonne son el final de un día lleno de hermosas imágenes.

En nuestro noveno día iniciamos el recorrido de vuelta hacia Rennes, cerca ya del final de nuestras  jornadas en estas tierras.

Comenzamos por Cancale, situada en el extremo oeste de la bahía de Mont Saint-Michel, dentro de lo que se conoce por la Costa Esmeralda. Muy conocida por la calidad de las ostras que se crían en la bahía, hay numerosos lugares dónde comprobarlo. También existe un Museo de Artes y Tradiciones,  en el que se puede ver todo lo relacionado con el cultivo de las ostras a través del tiempo, la pesca,  así como trajes y cofias cancaleses y otras curiosidades.

Un paseo por el pequeño puerto y una visita a la Iglesia de Saint-Méen y seguimos camino de Mont Saint- Michel. En realidad ya no estamos en Bretaña sino en Normandía, pero sería imperdonable estar tan cerca y no visitar este enclave lleno de encanto.

El Mont Saint- Michel es un islote rocoso que se encuentra en la desembocadura del río Couesnon. Le debe su nombre a la abadía que se estableció allí en el siglo VIII cuando el obispo Aubert de Avranches tuvo tres veces consecutivas la visión del arcángel pidiéndole que levantara un templo en el islote. En el siglo X los benedictinos se instalaron en la abadía, mientras se iba creando el pueblo en la parte baja del islote. Fue declarado monumento histórico en 1862 y desde 1979 es Patrimonio de la Humanidad.

Pero su historia se remonta siglos atrás, fue lugar de culto de tribus célticas, emplazamiento romano, oratorio merovingio e incluso prisión tras la Revolución Francesa. Y jugó un importante papel en los conflictos armados entre bretones, normandos e ingleses y en la Guerra de los Cien Años,- de hecho nunca fue conquistada por los ingleses a lo largo del tiempo y de innumerables intentos por conseguirlo-. En 1204 guerreros bretones incendiaron el enclave que fue reconstruido  gracias a la generosa donación que realizó el rey Felipe II Augusto. De esta manera en 1228 se concluían los trabajos de construcción de La Merveille (La Maravilla) en estilo normando.

El conjunto de edificios de diferentes estilos es de una belleza espectacular, rematada por la dorada escultura del arcángel San Miguel, realizada en 1897 por Frémiet, para cononar la aguja de 32 metros. Desde hace algunos años ya no se accede a los terrenos cercanos al islote en vehículos privados. Hay que decidirse a caminar o a tomar una de las “navettes” gratuitas que acercan al visitante desde la costa.

Una vez al pie del monte atravesamos la Sala de los Guardias, la entrada fortificada a la abadía, dónde comienza la subida que nos hace atravesar el pueblo, en realidad algo más que una calle abarrotada de comercios y restaurantes.
Subimos la escalera, el Grand Degré, hasta la terraza de Saut-Gautier. Las vistas son impresionantes, toda la desembocadura del río y la extensión marina que rodea la isla y que en marea baja ofrece imágenes muy hermosas.

Estamos en una zona que data de los siglos XIV, XV y XVI, gótico flamígero para la residencia de los abades.

Continuamos la visita de la terraza oeste, la iglesia abacial, cuyo coro románico se derrumbó en 1421 y fue reconstruido en estilo gótico flamígero tras la Guerra de los Cien Años.

Llegamos al claustro, situado en lo alto de La Merveille.

Construido a principios del XIII es una muestra de la técnica  de los magníficos maestros constructores medievales. Dentro del edifico encontramos el Refectorio, La Sala de Huéspedes, la Cripta de gruesos pilares, la Cripta de Saint-Martin, el Osario de los Monjes. A través de la escalera norte-sur accedemos al Paseo Cubierto y a la Sala de los Caballeros,- los manuscritos de la abadía se encuentran en el Museo de Avranches-, y finalmente a la Capellanía.

La visita se ha prolongado inevitablemente por lo que, tras reponer fuerzas, iniciamos la vuelta hacia la costa, dónde recogemos el coche para seguir hasta Avranches. La población fue prácticamente destruida durante la II Guerra Mundial, y tuvo un papel destacado en la Operación Cobra que permitió liberar Bretaña.

Llama la atención la homogeneidad de los edificios reconstruidos tras la guerra, así como las numerosas plazas que memoriales y estatuas erigidos a participantes en aquellas batallas. Merece la pena dar un paseo por el Jardin des Fleurs, y disfrutar de las vistas del Mont Saint-Michel. E, igualmente, visitar la Basílica de Saint-Gervais d´Avranches, donde se guarda una reliquia de Aubert, el fundador de la Abadía. Para finalizar no podemos irnos sin visitar el Scriptorial, guardián de los manuscritos abaciales.

Las mareas más fuertes de Europa

Continuamos hacia Granville, situada en el extremo norte de la Bahía de Mont Saint-Michel. Toda la zona está afectada por el régimen de mareas de esta región, las más fuertes de Europa, y pueden llegar a alcanzar los 14 metros de amplitud.

Damos una vuelta por la “haute ville” o casco histórico, ubicado a lo largo de una península acantilada también conocida como Cap Lihou o Pointe du Roc. Totalmente amurallada se accede a ella por la Grand´ Porte, donde se encuentra el Museo del Vieux Granville.

Cuenta con tres flores dentro del Concours de Villes et Villages Fleuris de Francia, premio merecido por las numerosas plazas y parques que la adornan. Salimos de Granville al caer la tarde con ganas de descansar.
 
Y terminamos el día con una deliciosa cena en nuestro alojamiento. Se trata de la Grange de Coatélan, un delicioso enclave con unos encantadores anfitriones.

Y llega el último día de recorrido. Disfrutamos de un estupendo desayuno “granjero” al amor de la chimenea y salimos en dirección a Rennes. En el camino visitamos Fougères, una pequeña ciudad situada en los confines de Bretaña, Maine y Normandia; nos encontramos en pleno corazón de las Marcas de Bretaña. Su imponente castillo fue construido en el siglo XI, y llegó a su punto fuerte en el XV, fecha de la que datan la mayor parte de los edificios que configuran el complejo. Al pie del castillo, en el barrio de Saint-Sulpice se instalaron los molinos de curtidores, tejedores y tintoreros; mientras que en la parte alta de la colina se ubicaron las viviendas de comerciantes, artesanos y banqueros.

En el siglo XIII el barón de Fougères hizo rodear toda la ciudad de murallas, de ahí el sobrenombre de Carcasonne de Bretaña. En el siglo XVIII graves incendios afectaron a la ciudad y tras ellos se reconstruyó la ciudad alta, pero esta vez en piedra, siguiendo los planos del arquitecto real.

En el centro del barrio de Saint-Sulpice encontramos la iglesia que da nombre al barrio y acoge la imagen de Notre-Dame des Marais (Nuestra Señora de los Pantanos). La imagen, encontrada a finales del XIII al realizar unas obras en la parroquia es objeto de profunda devoción. Se la puede ver en el centro de un retablo de granito del XV.

Seguimos nuestro itinerario hasta Rennes, donde después de dejar el equipaje en el hotel nos dirigimos al centro para dar un último paseo. Cruzando el río La Vilaine por el Pont Pasteur y siguiendo la Avenida Jean Janvier llegamos a las inmediaciones de Les Champs Libres. Un espacio de diseño, realizado en hormigón, esquisto y vidrio que alberga el Museo de Bretaña, el Espacio de las Ciencias y su Planetario, y la Biblioteca.

No tenemos ya tiempo para visitar ni la Criée,-un espacio de Arte Contemporáneo alojado en la Lonja de 1923-, ni el Museo de Bellas Artes,- instalado en el antiguo Palacio Universitario- y que cuenta con importantes obras de Rubens, Veronese, De la Tour o Picasso…entre otros.

Se nos queda pendiente para la próxima ocasión en que volvamos a Bretaña. Acogedora, hermosa, llena de Historia y de leyendas, llena de vida y de “joie de vivre”.
 

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