Esta isla alberga un conjunto arquitectónico muy singular, construido entre 1793 y 1807 por orden de un ministro del rey Carlos III, el Conde de Floridablanca. Un Lazareto –establecimiento sanitario donde se trababan enfermedades infecciosas– creado al objeto de prevenir que la peste bubónica que pudieran traer barcos provenientes de Oriente o Norte de África penetrara en Menorca.
Desde abril hasta el 29 de octubre se puede visitar este bien de interés cultural con más de una historia aún por conta. Sumergirse en su apasionante entorno cargado de historia es posible gracias a visitas guiadas de dos horas y media de duración, que se realizan cuatro días por semana. Los martes (en inglés) y los jueves (en catalán y castellano), de 17.00 a 19.30 horas. Los sábados y domingos alternos (en catalán y castellano), de 10.00 a 12.30 horas.
Estructura del Lazareto de Maó
El recinto está rodeado por una muralla de piedra de 1,2 kilómetros, 7,5 metros de alto por 1,5 metros de ancho. En esta muralla se abrieron cuatro puertas que conducían a las tres zonas de aislamiento delimitadas dentro del Lazareto.
La “apestada” estaba reservada a los tripulantes de barcos con epidemia a bordo. Contenía tres enfermerías con seis habitaciones, cocinas, retretes, lavatorios, un pozo de agua potable, locutorios y una torre de vigilancia. La “sucia” albergaba a los navegantes que tenían enfermedades no infecciosas. Constaba de tres casas iguales para pasajeros con ocho habitaciones cada una, cuatro huertos, dos enfermerías, quince oratorios, cinco grandes almacenes, un corralón para ganado y una torre de vigilancia.
En sus cien años de servicio –desde 1817, cuando entró el primer barco, la bombarda española Antonia, hasta 1919, cuando cerró sus puertas– se atendieron 13.864 barcos para pasar cuarentena. Y un total de 111.184 pasajeros y 276.693 tripulantes fueron aislados entre sus muros. Actualmente, además de ser un atractivo turístico más de Maó y de Menorca, es un escenario ideal para todo tipo de reuniones y congresos.