Poco a poco, le he ido regalando palabras de mi infancia campesina que ella ahora usa a menudo. Todas las noches se mete en nuestra cama hasta quedarse dormida, entonces yo la llevo cargada para su habitación. En el camino, siempre se despierta, me da un beso y me dice que me quiere mucho. Cuando llegamos a su cama, le digo "¡Entra, guabina*!" y, mientras la arropo, ella se vuelve a dormir con una sonrisa cómplice.
A veces, cuando vamos camino a la loma, ella se pone a identificar árboles y cada vez que acierta me mira para que yo me sienta orgulloso. Y en verdad lo estoy, porque sé que algunas de las cosas que le he enseñado le servirán para ser útil y buena. Ella, a cambio, me hace feliz todos los días.
La mulata Celestina
le ha cogido miedo al mar,
porque una vez fue a nadar
y la mordió una guabina.
Entra, entra, guabina,
por la puerta de la cocina.
Dice doña Severina
que le gusta el mazapán,
pero más el catalán
cuando canta "La guabina".
Entra, entra, guabina,
por la puerta de la cocina.
Ayer mandé a Catalina
a la plaza del mercado
que me trajera dorado
y me le dieron guabina.
Entra, entra, guabina,
por la puerta de la cocina.