En los hechos de hoy, miércoles 21, el papa León XIV dispuesto a una mediación inmediata y urgente de la Iglesia Católica en la situación desesperada en la Franja de Gaza.
LLamada urgente. El papa León XIV expresó toda su alarma por la crisis extrema en la Franja de Gaza. Instó a que se permita el paso urgente de la ayuda humanitaria. “Reitero mi llamamiento a que cese la guerra y se asista a los niños, a los ancianos y a las personas enfermas”, afirmó en su primera Audiencia General en el Vaticano.
Hay que recordar que su primer mensaje del domingo 11 de mayo, León XIV pidió un alto el fuego inmediato y la liberación de todos los rehenes israelíes retenidos por las milicias radicales de Hamás.
El Papa en su primera Audiencia General en la Plaza de San Pedro, instó al fin de la guerra en Gaza y reclamó la apertura de corredores humanitarios para auxiliar a la población civil. “Reitero mi llamamiento para que se dejen pasar las ayudas humanitarias, cese la guerra y se asista a los niños, a los ancianos y a las personas enfermas”.
Durante la Audiencia General, León XIV saludó a los fieles presentes en distintos idiomas y ofreció su bendición apostólica. El momento central estuvo dedicado a una reflexión sobre la parábola del sembrador, narrada en el Evangelio según San Mateo (13, 1-9), en la que Jesús describe cómo distintas personas reciben su mensaje según la disposición de sus corazones.
Como parte de sus primeras actividades tras la misa de inicio oficial del pontificado, el sábado 24 se reunirá con la Curia Romana y con los empleados del Estado de Ciudad del Vaticano. El domingo 25, presidirá nuevamente la oración del Regina Caeli, Después visitará la Basílica de Santa María la Mayor.
Negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania
A la vez León XIV confirmó que el El Vaticano está dispuesto a participar en las negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania. Lo adelantó en los últimos días al presidente Volodimir Zelenski y a funcionarios de Estados Unidos.
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, fue quien se puso en contacto con León XIV para abordar los próximos pasos a dar para construir una paz justa y duradera en Ucrania”.
León XIV confirmó a Giorgia Meloni la “disponibilidad de la Santa Sede para acoger las negociaciones”, ante lo que el Gobierno de Italia “expresó su profunda gratitud por la apertura y el incesante compromiso con la paz”.
El plan del Vaticano se conoció días atrás, cuando el Papa recibió a Zelenski, tras la misa de inicio de su pontificado. “La martirizada Ucrania espera finalmente negociaciones para una paz justa y duradera“, ppclamó León XIV.
Un mensaje profundamente humano y esperanzador
El 18 de mayo, apenas diez días después de su elección como, el papa León XIV presidió la Misa inaugural de su pontificado en una Plaza de San Pedro. Ppronunció un mensaje profundamente humano y esperanzador, en el que sobresalió una idea central: la unidad como camino y destino de la Iglesia y del mundo. Con un tono sereno, pastoral y cercano, León XIV delineó las claves de su pontificado, haciendo eco de los grandes desafíos contemporáneos y abriendo puertas a un diálogo que abrace la diversidad sin renunciar a la identidad cristiana.
Siete mensajes esenciales marcaron su primera homilía como Papa y trazaron la hoja de ruta espiritual de su pontificado. En fuentes vaticanistas se reconoció a Hechos de Hoy la sorpresa por la profundidad de la hoja de ruta trazada por el Papa.
1. La humildad
Desde el inicio de su homilía, el papa León XIV puso en evidencia su actitud de humildad frente al encargo recibido. Recordó que su elección fue fruto del discernimiento de los cardenales, quienes “llegando con historias personales y caminos diferentes, hemos puesto en las manos de Dios el deseo de elegir al nuevo sucesor de Pedro”.
2. Un hermano que quiere hacerse servio
El Papa lo reconoció con sencillez. “Fui elegido sin tener ningún mérito”, subrayando que su misión no responde a una ambición personal, sino a un llamado llamamiento. Así, se presentó ante el mundo no como una autoridad distante, sino como “un hermano que quiere hacerse siervo”. Esta declaración, que evocó las palabras del apóstol Pedro y del mismo Jesús, dejó en claro el tono de su liderazgo: servicio, no poder.
3. La caridad
Uno de los mensajes más profundos de la homilía fue la reflexión sobre el papel del Papa como sucesor de Pedro. León XIV recordó que el corazón de ese ministerio no está en la imposición, ni en el control, ni en la propaganda, sino en el amor oblativo, ese amor que se entrega sin esperar nada a cambio.
“El ministerio de Pedro está marcado precisamente por este amor, porque la Iglesia de Roma preside en la caridad”, afirmó. Con estas palabras, reafirmó que la verdadera autoridad del Papa nace del ejemplo de Cristo y no de estructuras humanas de poder.
4. Una Iglesia unida
León XIV subrayó cuál debe ser el gran anhelo de todo creyente: la unidad. “Quisiera que este fuera nuestro primer gran deseo: una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado”.
En tiempos marcados por divisiones (sociales, políticas, culturales e incluso religiosas) este llamado resuena con particular urgencia. La unidad no es, en palabras del Papa, uniformidad impuesta, sino comunión auténtica en la diversidad, un testimonio visible del Evangelio en medio del mundo.
5. La unidad que valora las diferencias
El papa León XIV fue enfático en su defensa de la pluralidad dentro del cuerpo de la Iglesia Católica . En uno de los pasajes más notables de su homilía, lo subrayó.
“Estamos llamados a ofrecer el amor de Dios a todos, para que se realice esa unidad que no anula las diferencias, sino que valora la historia personal de cada uno y la cultura social y religiosa de cada pueblo”.
Con esta frase, León XIV tendió un puente entre la identidad cristiana y el respeto a la diversidad humana, reconociendo que el Evangelio no borra las culturas, sino que las dignifica.
6. La hora del amor
Con una exclamación que pareció resonar como una consigna espiritual, el Papa afirmó: “¡Esta es la hora del amor!”. En un mundo desgastado por el individualismo, el conflicto y la indiferencia, León XIV propuso la caridad como el centro del mensaje cristiano.
Para el nuevo Pontífice, no hay evangelización verdadera si no está sostenida por el amor que une, sana y transforma. Esta llamada es tanto personal como comunitaria, e interpela a cada creyente a ser testigo concreto del amor de Dios en su entorno.
Llamó a la vez a construir una Iglesia misionera, abierta al mundo.
León XIV también delineó la imagen de la Iglesia que sueña: no una institución cerrada en sí misma, sino una Iglesia misionera, abierta, valiente, que anuncia la Palabra y se deja interpelar por la historia. “Con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, construyamos una Iglesia fundada en el amor de Dios”..
Este deseo no solo es una visión teológica, sino también un plan pastoral: abrir los brazos al mundo, tender puentes, no levantar muros. Para el Papa, el cristianismo debe hablarle a la humanidad de hoy con lenguaje de misericordia, de esperanza y de acción.
7. La unidad como testimonio
Finalmente, León XIV dejó en claro que la unidad de la Iglesia Católicano no es solo un ideal interno, sino que busca convertirse en un testimonio poderoso ante el mundo. Una Iglesia Católica reconciliada es fermento de concordia para una sociedad fragmentada. “Que se convierta en fermento de concordia para la humanidad”, señaló.
Una invitación a que todos los creyentes, desde su lugar, sean constructores de paz, no con discursos vacíos, sino con la vida.
Humildad, amor, misión, apertura y unidad son los pilares sobre los que empieza a edificar su pontificado. Invitan a mirar al prójimo no como adversario, sino como hermano. Y a caminar, juntos, hacia una humanidad más reconciliada.
La senda de San Agustín
El nuevo Papa elegido, León XIV, es el primer agustino en dirigir la Iglesia católica. La orden sigue la línea de pensamiento de San Agustín. Sus miembros se llaman frailes agustinos o agustinos.
En el siglo XI, esta orden religiosa fue la primera de la Iglesia Católica Romana en combinar el estatus clerical con una vida comunitaria plena. El énfasis moderno se ha puesto en la misión, la educación y el trabajo hospitalario.
La vida comunitaria es central para los agustinos, como lo son el compartir y la fraternidad. Esta línea de pensamiento valora también el estudio y el pensamiento crítico, que, como San Agustín, cree que la fe y la razón van de la mano. Así, es común que los agustinos trabajen en universidades y escuelas, así como en causas sociales.
La Orden de San Agustín es una de las órdenes mendicantes de la Iglesia Católica, organizaciones que aún existen en nuestros días. Entre las más famosas también están los franciscanos y los dominicos. Las órdenes mendicantes surgieron en la Edad Media como contrapunto a las órdenes monásticas. Partieron de la idea de que ya no tenía sentido que los religiosos estuvieran enclaustrados en un monasterio lejano en lo alto de una montaña.
En este sentido, subryan que la Iglesia no debe esconderse de los problemas del mundo, sino más bien salir al encuentro de ellos.
¿Quién fue San Agstín? Hijo de madre católica -que luego sería Santa Mónica– y de padre pagano, Patricio, que sólo se convertiría al cristianismo en su lecho de muerte, Aurelio Agustín de Hipona (354-430) nació en Tagaste, donde hoy se encuentra la ciudad de Souk Ahras, en Argelia.
Su vida estuvo llena de placeres mundanos hasta que se convirtió al cristianismo y llegó a ser un gran filósofo y teólogo. De niño fue educado en latín y, a los 11 años, lo llevaron a una escuela a unos 30 kilómetros de su ciudad natal, donde aprendió literatura y costumbres propias de la civilización romana.
Allí tuvo acceso a obras clásicas de la filosofía, teniendo contacto con autores como Marco Tulio Cicerón (106 a.C. – 43 a.C.), a quien posteriormente el propio Agustín atribuyó el papel de responsable de despertar su interés por el tema.
A los 17 años Agustín fue a Cartago, en lo que hoy es Túnez, para estudiar retórica. Criado dentro de los principios cristianos, debido a la educación de su madre, fue allí donde terminó adoptando posiciones que contradecían su fe.
Abrazó el maniqueísmo como doctrina y, en compañía de otros jóvenes, comenzó a vivir con un espíritu edonista. Su grupo se jactaba de recopilar experiencias sexuales, enumerando aventuras tanto con mujeres como con hombres.
Agustín se involucró con una muchacha local, pero, contrariamente a lo que esperaba la sociedad, decidió no casarse con ella. Vivieron como amantes y tuvieron un hijo, Adeodato, del que se sabe poco más allá de que murió joven.
Sólo abrazó la fe cuando tenía alrededor de 30 años. Según su propio relato, quedó impresionado al entrar en contacto con la historia de la vida de Antonio Abad (San Antonio del Desierto 251-356), un eremita que acabaría siendo conocido como el “padre de todos los monjes”. Y, en ese trance, habría oído una voz infantil que le decía: “aquí, lee”. Agustín lo interpretó como una orden: debía tomar la Biblia y leer el primer pasaje que encontrara.
Fue precisamente en un pasaje de la carta de San Pablo a los romanos, en el que el apóstol hablaba de cómo las sagradas escrituras tendrían el poder de transformar el comportamiento de los seres humanos.
“Comportémonos decentemente, como a la luz del día, no en orgías y borracheras, no en inmoralidad sexual y libertinaje, no en disensiones y envidias. Más bien, revistámonos del Señor Jesucristo y no nos preocupemos por satisfacer los deseos de la carne”.
Él entendió el mensaje como algo para sí mismo. En la Pascua del año 387 fue bautizado por el obispo de Mediolanum, Aurelio Ambrosio (340-397). Al año siguiente, acompañado de su madre y su hijo, decidió regresar a África.
Mónica, sin embargo, murió antes de embarcar. Adeodato moriría poco después de su regreso. Apenado por las desgracias de su familia, Agustín decidió vender todos sus bienes y donar el dinero a los pobres. Conservó únicamente su casa, convertida en monasterio.
En el año 391 fue ordenado sacerdote en Hipona, en la misma provincia de Numidia. Entonces, el converso Agustín se permitió emplear toda su erudición en favor del cristianismo. Pronto se convertiría en un gran predicador y un gran estudioso teórico de los fundamentos de la religión.
Unos años más tarde, a finales del siglo IV, sería nombrado obispo de Hipona. Hasta el final de su vida se dedicó a predicar, estudiar y escribir, manteniendo siempre un estilo frugal y ascético.
Según relatos de un obispo contemporáneo suyo, Possídio, se había convertido en un hombre que comía poco, trabajaba mucho, no le gustaban las conversaciones sobre la vida ajena y era un hábil administrador financiero de las obras de su comunidad.
Agustín fue uno de los pioneros en defender que el ser humano era la unión perfecta de dos sustancias, el cuerpo y el alma, una comprensión que acabó influyendo en gran parte de la filosofía que se construiría a partir de entonces.
También sentó las bases de la eclesiología, proponiendo que la Iglesia era una entidad única y legítima, pero que necesitaba ser entendida bajo dos realidades. La parte visible estaría formada por la institución jerárquica y los sacramentos; pero la invisible estaría constituida por las almas de los practicantes.
Cuando llegó a los 75 años se enfermó. Murió el 28 de agosto del año 430. En una época en la que la Iglesia no había definido criterios objetivos para la canonización, acabó convirtiéndose en santo por clamor popular. En 1298, el papa Bonifacio VIII (1235-1303) le concedió el título póstumo de Doctor de la Iglesia.
A destacar tambié ue uno de los representantes más importantes de los agustinos fue Martín Lutero (1483-1546).
Como sacerdote, Lutero parecía incómodo con el monopolio de la fe que tenía la Iglesia católica, especialmente porque notó que había una comercialización de las indulgencias, el perdón total de los pecados que, en ese momento histórico estaba siendo negociado por los religiosos a cambio de pagos en efectivo.
El monje agustino acabó, sin quererlo, impulsando lo que se conoció como la Reforma Protestante, un movimiento que abrió las puertas de la religión, rompiendo el monopolio de la Iglesia Católica y permitiendo que existieran varias otras iglesias cristianas en el mundo occidental.
El 31 de octubre de 1517, el agustino publicó 95 tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg. Básicamente, cuestionó este comercio de gracias y el poder absoluto de la Iglesia en la fe popular, y afirmó que la Biblia era el texto principal que debía considerarse, por encima de cualquier autoridad papal.
A partir de entonces, el religioso fue objeto de un largo proceso hasta que en 1520 El Vaticano determinó su excomunión.