"En la vida del cristiano, después del bautismo, hay también una Galilea más existencial: la experiencia del encuentro personal con Jesucristo, que me ha llamado a seguirlo y participar en su misión. En este sentido, volver a Galilea significa custodiar en el corazón la memoria viva de esta llamada, cuando Jesús pasó por mi camino, me miró con misericordia, me pidió de seguirlo; recuperar la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los míos, el momento en que me hizo sentir que me amaba", explicó Francisco en la misa de la noche de Pascua.

Y de nuevo dejó sus preguntas. "Hoy, en esta noche, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿Cuál es mi Galilea? ¿Dónde está mi Galilea? ¿La recuerdo? ¿La he olvidado? He andado por caminos y senderos que me la han hecho olvidar. Señor, ayúdame: dime cuál es mi Galilea; sabes, yo quiero volver allí para encontrarte y dejarme abrazar por tu misericordia", planteó el Papa.

La noche anterior -como destacó Hechos de Hoy– fue un Via Crucis diferente. Los abusos, la violencia contra las mujeres, la indiferencia, la cultura de exclusión y descarte, la crisis económica, el desempleo, el dinero que gobierna en lugar del servicio público, la inseguridad, el abandono, las drogas, el alcohol. Francisco presidió un impresionante Vía Crucis en el que se relacionó la pasión y muerte de Jesús con los grandes sufrimientos e injusticias del siglo XXI.

La misa nocturna de la vigilia de la Pascua tuvo un carácter intimista y solemne a la vez. Francisco siente próximo su viaje a Tierra Santa. Fue emoción ante el momento en que habló de las personas que habían tenido una experiencia de “encuentro personal con Jesucristo”, como la de los Apóstoles en las orillas del lago Tiberíades. "Volver a Galilea significa sobre todo volver allí, a ese punto incandescente en que la gracia de Dios me tocó al comienzo del camino", dijo en sus homilía en la que vez más sumó su experiencia personal.

Francisco impartió el bautismo y la confirmación a diez catecúmenos de edades y nacionalidades variadas. La expectación fue grande, en la basílica de San Pedro y en la plaza. Toda Roma se prepara para una semana que será histórica. Este domingo se cierra una Semana Santa de gestos y actos sencillos pero profundos. Son ya las vísperas Pascua del acto de los cuatro Papas, la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II. La expectación es enorme. Francisco lo sabe. Su pontificado vive días importantes.